5 (Carolina)

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La oscuridad de la habitación irrumpió a través de la pequeña ventana de madera situada encima de la cabeza de Jasón. La cama en la que yo estaba tumbada no era muy cómoda: podía sentir el crujir de todos mis huesos. Me levanté sin hacer ruido, me puse las zapatillas, y cogí algo de ropa limpia y el neceser. Antes de salir de la habitación, me giré para ver a Jasón, medio desnudo en su cama. Tenía el torso descubierto, la boca entreabierta y respiraba profundamente... Chasqueé la lengua contra el paladar.

Pervertida.

Jasón había llegado muy tarde esa noche, y mentiría si dijera que no me había importado... A ver, solo tenía la curiosidad de saber por dónde andaba, si andaba con alguien, y si estaba bien. Nada más.

Nada más, Carolina. No más. Por favor...

Respiré hondo. Sabía que tenía que dejar de pensar así de ese chico. ¡Era solo mi compañero de habitación! Además, debía admitir que Jasón no era una de mis personas favoritas en la casa. Sin embargo, era el claro ejemplo de lo que nos vendían que tenía que ser un tío sexy: fuerte, guapo, callado, duro, y con la polla grande. ¡Vale, miento...! La tenía muy grande. Pero... Sigamos sinceras. Era el típico tío de quien nadie sabe qué siente debajo de su piel. En su piel, sí; pero sus nervios, la carne que bombea su sangre, sus hormonas... Todo esto no. Allí dentro una no se puede adentrar, porque su piel no es nada fácil de penetrar. Es una muralla con rocas de piedra inmensas. En conclusión, Jasón era el clásico follador que no quiere compromiso, el que tiene la habilidad para que a una chica se la humedezcan rápidamente las bragas. Y eso no era para mí. ¿O sí...?

Aquella noche, después de dejarme en el portal de casa e irse sin decirme nada, me sentí insegura. De hecho, aún me sentía así. No sabía cómo conseguir que creáramos un vínculo, una amistad, un algo... Me ponía muy tensa cuando estaba con él. Su voz, ronca y fuerte, me paralizaba. Y esa mirada suya me aturdía... Contrariamente, en la tienda creí que podía ser un buen momento para crear ese vínculo. Sin embargo, me equivoqué. Yo no le gustaba y era evidente que debía marcharme: no era mi lugar. Pero, desgraciadamente, sí lo era. Ese era el lugar donde necesitaba empezar de nuevo, donde quería vencer mis sombras y cubrir mis vacíos...

No quería ser perfecta ni para Jasón ni para el resto de la familia; solo quería ser yo. Quería encontrar mi yo en ese lugar. En esa casa. En esa familia.

Salí de la habitación un poco aturdida por mis pensamientos y vi que el cuarto de baño estaba libre. Me di una ducha rápida, me vestí y me arreglé un poco el pelo. Cuando acabé, cerré la puerta desl cuarto de baño y me encontré a Matt delante de la puerta:

Buenos días, pequeña –sonrió.

Me fijé en esos ojos pintados de negro. Me gustaba, me parecía diferente.

Buenos días, Matt.

Abu me ha dicho que te acompañe hasta la tienda.

Puedo ir sola si tienes cosas que hacer, no quiero molestarte.

Me sabía mal que me acompañara él porque Jasón no era lo suficiente responsable para levantarse y venir a su hora. Si eres adulto para venir a las tantas, también lo tenías que ser para levantarte y trabajar, ¿no?

¡Para nada! Estoy para servirte, pequeña –dijo con un tono teatral que me hizo sonreír–. Venga, vamos.

Matt y yo nos dirigimos al comedor para ir a desayunar, y nos encontramos a Abu y a Alex discutiendo por la comida:

¡Hay que comer fruta, Alex! No puedes vivir de pasta, fritos y bollería industrial –suspiró.

¿Por qué no?

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