11- Carolina

2K 162 52
                                    

Me levanté y miré a mi alrededor, buscándole. Echaba de menos su cuerpo junto al mío. Suspiré mientras levantaba la sábana de la cama. Observé mi cuerpo medio desnudo, y en mi mente aparecieron las palabras de Jason: "eres una chica preciosa". Me pregunté si realmente lo pensaba de verdad... Pasé la mano por cada cicatriz de mi brazo, como si fueran sus dedos los que me acariciaban. Bajé hasta mi vientre y temblé al imaginarme que era su mano la que poco a poco estaba acercándose hacia mi monte de Venus. Sentí que mi cuerpo se excitaba y me mordí el labio. Seguí imaginándome que él me daba besos rabiosos y húmedos, de esos que se dan con los labios, con la lengua, con los dientes, y con susurros y gemidos... Rocé mi coño suavemente. Pensaba en él y solo deseaba masturbarme. No sabía si era una buena idea o una simple tortura...

Moví mis dedos con un poco más de intensidad. Un gemido ronco salió de mi boca... Acerqué mi nariz a las sábanas: olían a él, a su jodido perfume. Mi mente recordó nuestros cuerpos encajados entre abrazos. Di un pequeño golpecito a mi coño para castigarme y me puse en tensión, pidiéndome más. En mi mente, casi podía escucharle jadear y gruñir mi nombre. Me hubiera gustado tanto que en ese momento me agarrara y me atara al cabecero de la cama para quedarme completamente a su disposición... ¿Tendría que dejar de pensar en Jason de esa forma? ¿Podía evitarlo? No creo... Su cuerpo era tan cálido, sus manos tan fuertes...

Cerré los ojos. Empecé a imaginármelo encima, recorriendo todo mi cuerpo con sus ásperas manos y susurrándome palabras de lo más guarras. Mientras tanto, mi mano se metía entre mis pliegues para abrirlos y dejar mi nudo de nervios al descubierto. Arqueé un poco la espalda y clavé mi cabeza en la almohada. Mi dedo corazón se movía en círculos... Me mordí el labio con fuerza y gemí. Aceleré el movimiento. No quería correrme entre nuestras camas; bueno, mentía... ¡Sí quería! Pero lo que realmente quería era que él se corriera en mi boca, en mis pechos. Que me abriera de piernas y me desvirgara después de haber sentido esa punzada propia de la primera vez. Quería ver cómo perdía el azul de sus ojos y gemía en mi oído o entre mis labios. Deseaba que mordiera mis pezones con rabia. No dejaba de imaginar que movía su cadera en círculos, suavemente, en una lentitud dolorosa. Quería abrirme de piernas y dejarle que lo viera todo de mí.

"Tócate para mí... Mi pequeña, restriégate en mi polla. Lame, Carolina. Lame despacio. Saboréalo todo y trágatelo. Mírame así. ¡Sí! Así, pequeña". Yo me tocaría las tetas mientras él me seguía pidiendo. Le clavaría mis uñas en su culo y lo apretaría hacia mí para poder tragármela toda entera. Me sentí húmeda, muy húmeda. Me iba a correr. Mi cuerpo empezó a dar pequeños temblores. Me electrizaba y lo sentía alucinante. Me sentía. Sentí mi instinto más primario y lo disfruté. En unos segundos, mi cuerpo reposaba sin fuerzas en la cama...

Respiré agitada y oí que la puerta se abría. Retiré la mano bruscamente. ¿Cómo podía masturbarme allí, sabiendo que en cualquier momento entraría por la puerta...? ¿Qué estaba haciendo? Me iba a volver loca; Jason me estaba volviendo loca. Me gustase o no, me sentía atraída por él. Sabía lo que era capaz de hacerme sentir aun sin estar presente, y eso me asustaba.

En breves instantes, mi mirada se encontró con la de Jason. Él se quedó observándome, y yo lo repasé con la mirada. Todas sabemos que Jason es extremadamente guapo, lo he dicho infinidad de veces. Tiene una mandíbula marcada, unos ojos azules hipnotizantes que embellecen esa sonrisa pícara, y una nariz recta y jodidamente masculina... Me fijé más en él: llevaba una barba de un par de días y el pelo brillante, con un corte moderno que le hacía más sexi. Sus dientes eran blancos y estaban alineados, y sus labios tan carnosos... Me declaré fan. Era el tipo de chico duro y fuerte que te humedece las bragas solo con la mirada; vaya, un semidiós con un cuerpo fuerte y una tableta que te podías comer porción a porción.

—Cuando te canses de mirar, puedes tocar –sonrió con cortesía.

Aparté la mirada de inmediato. Hacía solo unos segundos que estaba masturbándome, pensando en él. Dios...

Volver a NacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora