Capítulo Trece

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Domingo por la mañana.

La mañana del día siguiente llegó, en la peor forma de dolor de cabeza que el hombre conocía. El dolor se extendía a través del cráneo de Chan y golpeaba su cerebro, instantáneamente despertándolo de su sueño tranquilo. El jugador de hockey gimió y se movió en lo que sea que estaba tirado, abriendo los ojos sólo una fracción. La luz era demasiado brillante para su gusto, asaltando sus córneas sensibles. Pero se las arregló para parpadear más allá de la ceguera inicial y deducir que estaba tirado en el sofá de la sala de estar, envuelto en no menos de tres mantas de lana.

Eso no quería decir, sin embargo, que no recordaba cómo había llegado hasta allí.

Vamos a ver, ¿qué recordaba él de la noche anterior? Había bebido mucho, no más de lo que había bebido alguna vez, pero una cantidad bastante buena, no obstante. Todo el alcohol lo había dejado sintiéndose animado y alborotado y animado y bastante cariñoso, si su memoria estaba en lo correcto— oh, bueno. El beso.

El. Jodido. Beso.

Si quieres saber la verdad, lo que más pensaba Chan al respecto, era en que lo que más quería era tomar un cuchillo y sólo hundirlo en su rostro debido a los sentimientos, hombre. Jodidos sentimientos. Fue un reto —sin duda el mejor reto que había recibido, no iba a mentir— pero que no por ello era menos... bueno, increíble. A pesar de que Seungmin obviamente había tenido dudas sobre él y no estaba del todo cómodo y que había sido tan corto, a Chan no le importaba. El segundo en que sus labios habían tocado los de Seungmin, él sintió como si hubiese muerto, porque su vida ciertamente no daba cabida para tales fantasías extravagantes.

—Bueno, esto no es lo más lindo que he visto en mi vida.

Los ojos de Chan se abrieron de golpe para encontrar a Seungmin-de alguna manera todavía impresionantemente hermoso en una hora tan temprana-encima de él. Su boca se secó y titubeó un poco antes de murmurar al fin, —Tú eres... lindo.—Eso había sido una contestación de mierda.

—Aw, Channie.—Seungmin sonrió, colocándose una mano en su pecho y volviendo a sentarse en el extremo del sofá donde descansaban los pies de Chan. —Eres un encanto.

Chan rodó los ojos y empujó el hombro de Seungmin. —Vete a la mierda, es demasiado temprano para tu alegría. ¿Cómo es que no tienes resaca?

—Oh, la tengo—Seungmin le aseguró. —Tanta resaca, de hecho, que voy a decir que nunca beberé otra vez a pesar de que eso es una completa mentira. Esperemos que Dios tenga piedad en mí.

Chan se echó a reír. —Bueno, eso me hace sentir un poco mejor.

—Eso es para lo que vivo, bebé.—Seungmin le sonrió, y, de inmediato, Chan sintió una aguda punzada de envidia (junto con su normal e increíble cantidad de atracción). Seungmin, obviamente, no pensaba en su beso. Es obvio que no estaba causando ningún conflicto interno para Seungmin. Bastardo con suerte.

Pero él era un estúpido atractivo bastardo con suerte y, por supuesto, eso acababa de pasar a ser la suerte de Chan. Podría haber sido peor.

Con Seungmin sentado frente a él ahora, Chan pudo respirar un poco más fácil porque no se había dado cuenta de lo asustado que había estado por lo que el beso pudiera cambiar en su relación (y, tristemente, no de la manera que él realmente quería cambiar) para peor. La idea... era insondable. Claro, él había sido cautivado por Seungmin incluso antes de llegar a conocerlo, perfectamente cómodo con adorarlo a distancia; pero ahora que eran amigos, que en realidad hablaban y reían juntos, Chan no podía volver a las formas en que las cosas eran. No lo haría.

Corazones Sobre Hielo |Chanmin|Where stories live. Discover now