El arrepentimiento

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Había pasado el peor cumpleaños de mi vida. No sé cómo había tenido la fuerza para contestar las llamadas de felicitaciones. Yo no tenía ganas de hacer nada, el simple hecho de caminar por mi departamento y ver las cosas que había guardado para irme con Andrés me causaban punzadas en la cabeza y el estómago. 

El lunes llegó rápidamente. Me veía horrible, así que me maquillé un poco las ojeras y me dirigí al hospital. Tenía la esperanza de encontrar a Daniel fuera de mi departamento, pero no fue así. 

Llegué a San Ángel. Tenía que hablar con Sofía y preguntarle que sabía sobre el paradero de Andrés. Caminé rápidamente por el pasillo derecho del último piso y vi a Sofía hablando por teléfono con alguien. Estaba impaciente por cuestionarla.

—Buenos días —le dije a Sofía en cuento colgó el teléfono—. ¿Está el Dr. Sáez en su oficina?

—Buen día Dra. Robles. Me temo que el Dr. Sáez no se encuentra.

—¿Puedo entrar a su oficina y esperar? —fingí una sonrisa para intentar convencerla.

—No lo creo, doctora. La oficina está ocupada. Adentro esta la Dra. Natalia Ferrer. Ella se encargará por tiempo indefinido de los asuntos del Dr. Sáez, que tuvo que ausentarse de forma súbita del país —dijo Sofía un poco dudosa de la información que me brindaba pues no sabía si estaba metiendo la pata al hablar.

¿Por qué a ella?, Había dejado a cargo a esa mujer que tanto disgusto generaba en mí y de quien nada sabía. ¿Tan importante era ella que fue capaz de confiarle su trabajo?

—¿Se encuentra bien doctora?  —Sofía tenía cara de preocupada.

De pronto la puerta de la oficina se abrió y Natalia salió con galantería y con esa cara de odiosa que tanto me molestaba.

—Sofía por favor, me urgen los documentos que te pedí —se dirigió hacia la secretaria, quien rápidamente se puso a buscar entre unas carpetas que tenía en el escritorio. No tardó ni un segundo en darse cuenta de mi presencia.

—¡Vaya!, que sorpresa Camila —dijo con un toque burlón.

No tenía ganas de repetir la charla incomoda de la única vez que me topé con ella, pero sabía que quizás era la única que sabría en donde estaba Andrés. Así que me armé de valor y conseguí las fuerzas para hablar.

—Buenos días, Natalia. ¿Será posible que pueda hablar contigo un minuto?

Había perdido el completo respeto por ella después de nuestra conversación previa. Sabía que mi modo de hablarle era inapropiado pues ahora era la encargada del hospital, sin embargo, no quería verme sumisa ante ella. Levantó una ceja y se me quedó mirando antes de contestar. 

—Estoy muy ocupada, pero creo que puedo hacer una breve pausa. Adelante.

Se movió para permitirme la entrada a la oficina de Andrés que ahora era suya. 

—Toma asiento y dime en que puedo ayudarte —dijo mientras veía su teléfono móvil y se sentaba en la silla de Andrés.

No sabía cómo interrogarla sin parecer desesperada.

—¿Quisiera saber si sabrás en donde puedo localizar al Dr. Sáez?

Dejó su teléfono en el escritorio y curvó la boca en un tipo de sonrisa falsa.

—Me temo que esa es una información que no puedo proporcionar, pero si se trata de algo de trabajo, estoy segura que yo puedo serte de igual utilidad.

Me estaba orillando a que le contara el motivo por el cual necesitaba hablar con Andrés, pues sabía perfectamente que no era trabajo la razón por la que lo estaba buscando.

Los juegos del destinoWhere stories live. Discover now