Mi oficina

622 78 17
                                    

Nunca imaginé que fuera posible sentirme como ahora. Estaba recostada sobre su torso desnudo, sentía como su respiración calmada hacía que su pecho se elevara rítmicamente al mismo tiempo que escuchaba su corazón, jamás me cansaría de sentirlo tan cerca a mí. Me hacía sentir en paz, completa.

Habíamos pasado un fin de semana increíble. Jamás pensé que cuatro paredes podrían ser el escenario para momentos que quedarían como remembranzas grabadas en mi mente por toda la vida. Ese cuarto había sido espectador de nuestro reencuentro, de aquello que ahora sabía que ambos habíamos anhelado tanto.

Andrés se encargó de dejarme claro con sus besos y caricias que ansiaba estar conmigo tanto como yo deseaba volver a estar a su lado. Su dedo se deslizaba de arriba abajo por mi espalda desnuda, mientras yo acariciaba su barbilla que empezaba a ser rasposa por el crecimiento incipiente de su barba. Quería que el tiempo se detuviera, no quería dejar ir ese instante pues aún tenía un poco de miedo de que no volviera a repetirse, pero el domingo estaba terminando y necesitaba volver a casa.

—Es tarde y mañana es lunes —me apoyé sobre su pecho para ver su cara. Se veía tan guapo despeinado.

—Lo sé —esbozó una pequeña sonrisa.

—Debo ir a casa, mañana trabajo y no creo que mi jefe me dé el día libre —hice una mueca sabiendo lo irónico de mi frase.

—Creo que puedo arreglar ese detalle —unió su boca con la mía y me perdí en su beso por unos segundos.

—Si no tuviera pacientes que requieren de mi visita, aceptaría esa oferta —continué besándolo—, además tu teléfono no ha dejado de vibrar. También debes resolver tus pendientes.

—Nada que no pueda esperar un poco más— con un hábil movimiento giró su cuerpo sobre el mío para poder tener mejor acceso a mi cuello—. Quédate conmigo hoy —se detuvo para mirarme a los ojos.

Amaba tenerlo sobre mí, sentir su peso, oler su aroma, tocar sus brazos, pero sobre todo ver sus ojos, esa mirada que decía tanto de su estado de ánimo y que justo ahora solo demostraba felicidad. Felicidad que le causaba el estar a mi lado.

—No puedo negarme a esa petición —sonreí e hice una pausa suspirando profundamente—, te amo Andrés y estoy dispuesta a hacer todo porque esto funcione. Quiero ganarme tu confianza, quiero demostrarte que puedes contar conmigo y que estoy para ti. No quiero volver a perderte.

Necesitaba ser sincera con mis sentimientos por él, necesitaba que estuviera enterado que no estaba en mis planes dejarlo ir otra vez. Me miró y acarició mi mejilla para luego posar sus labios sobre los míos, en un beso suave y delicado.

—Confío en ti, mi amor —dijo en un susurro sin despegar mucho su boca, volviendo a cruzar su mirada con la mía —, y también te amo.

El alivio recorrió todo mi cuerpo. Conocía lo difícil que era para él confiar y entendía lo que significaban sus palabras, era un cambio para él, era salir de sus ideas y convicciones para probar algo nuevo. Volver a intentarlo, confiar nuevamente era un paso que jamás había dado y lo estaba dando conmigo. Una lágrima se me escapó sin poder detener su paso, estaba vulnerable ante él, completamente entregada a su persona como nunca lo había estado. Me sentí acogida por su demostración de afecto hacía mí.

No cuestionó mis lágrimas, se limitó a secarlas con su dedo pulgar y a atrapar mi boca con la suya enredándonos nuevamente en el juego del amor que no me cansaría de practicar con él.

♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠

A pesar de mis pocas horas de sueño de ese fin de semana, estaba más vivaz que nunca. Andrés me llevó temprano a casa para poder cambiarme y alistarme para el trabajo. Intenté hacer el menor ruido posible al entrar al departamento, pues mi madre seguía quedándose conmigo mientras continuaba con sus ejercicios de rehabilitación.

Los juegos del destinoWhere stories live. Discover now