Capítulo VIII

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A los pocos minutos, los demonios estaban casi llorando y gritando hasta que la puerta fue abierta bruscamente en un golpe seco. Un hombre demonio entró, tenía sus cuernos sacados y las alas a su vez, se abalanzó sin tan siquiera mirarme y empezó a matar a cada uno de los demonios, muchos trataban de escapar, corrían, se escondían, y otros suplicaban por su vida, pero él,como si fuese la mismísima muerte, les arrancaba los brazos, piernas, ojos, manos, y cuando ya suplicaban por su muerte debido al inmenso dolor que sentían, les cortaba la cabeza.

Cuando salí de mi bloqueo, corrí rápidamente al sótano y me metí en el armario, tal vez no me había visto, tal vez podía vivir...

Estaba acurrucada en una esquina del armario, aferrándome a mis rodillas buscando calidez y protección, no podía dejar de llorar por la situación. Tenía algunas manchas de sangre en la ropa que me había sido salpicada en la masacre del piso superior, realmente no recuerdo haber estado tan asustada en mi vida, era una sensación horrible. Intentaba calmarme pero todo fue en vano al escuchar silencio en la parte superior, y por si no fuera todo, volví a escuchar esos malditos escalones de madera chirriante que indicaban que la muerte en persona se acercaba a mi. Me tape la boca lo más fuerte que pude y mi respiración se detuvo al ver como el crujido de la puerta se hacía paso, él ahora estaba dentro.

Poco a poco sus pasos se acercaban a mi posición, era más que obvio que sabía donde estaba, pero yo quería creer que no, necesitaba algo de esperanza, aunque siendo sinceros ya no la había.

El abrió con delicadeza el armario y se agacho para mirarme, yo estaba completamente encogida con los ojos cerrados y olvidando la palabra respirar. Esperaba con impaciencia que sus garras desgarrasen mi cuello, pero sorprendentemente eso nunca paso. 

Los minutos pasaron, uno más tenso que el anterior, no podía arriesgarme a mirar hacia arriba, pero tenía que hacer algo, así que alcé mi vista temblando y con lágrimas en mis ojos, las cuales no podían dejar de caer. 

Ahí vi al demonio, no era cualquier demonio, era el demonio que yo conocía, manchado de sangre, con unos cuernos aún visibles y las alas también, pero sus prendas y su boca eran las mismas, estaba salvada, hoy no moriría.

Sin importarme lo más mínimo el mancharme de sangre, o el hecho de que acabase de hacer una masacre, le abracé y me permití llorar en brazos ajenos. Le abrace con la muy poca fuerza que me quedaba, ya que mi hombro ni siquiera respondía a las órdenes de mi cerebro, él se agachó un poco, y sin romper el abrazo me cargó y empezó a subir de nuevo esas escaleras del diablo, pasó por el salón donde seguían inmóviles los cadáveres de todos aquellos hombres enmascarados que habían sido brutalmente mutilados. Cerré los ojos rápidamente, esa era una imagen que no quería ver.

Fue un largo camino, no quería abrir los ojos, solo deseaba morir en paz y dejar de existir, seguía en pánico y era incapaz de relajarme, solo me consolaba estar en brazos del mismo que me salvó.

El cansancio empezó a hacerse notar, el bajón de adrenalina, mi falta de sueño y la situación en general hizo que de un momento para otro me quedase dormida.

Abrí los ojos con pesadez y me empecé a incorporar, solté un pequeño grito al sentir el dolor de mi hombro, el cual ahora estaba vendado y sujeto a mi torso, me incorpore con ayuda del otro brazo y empecé a inspeccionar la habitación, era blanca, con las paredes grises, tenía un armario de madera y un sencillo escritorio junto a una cómoda. Mis pensamientos fueron interrumpidos abruptamente con el sonido de la puerta abrirse, otra vez vi a mi, ya se podría decir, amigo demonio, esta vez sin cuernos ni alas de manchas de sangre de por medio, aunque con una cara que desbordaba seriedad y enfado. Se acercó hacia mí y suspiró un par de veces antes de empezar a hablar.

Mi debilidad 🥀Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang