Capítulo XI

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-¿¡Camila?!- Gritaba aquella voz, con desesperación, mientras bajaba las escaleras.

La puerta se abrió de golpe y de una manera un tanto brusca, lo cual hizo que mi frágil agarre en el pomo se desvaneciera y me cayera al vacío. No obstante, mi mano fue velozmente atrapada por Dexter quién, sin mucho esfuerzo, me levantó, me puso al otro lado de la puerta para luego cerrarla.

Seguía sin soltar mi mano cuando empezó a subir las escaleras, iba tan rápido que tenía que saltar los escalones de dos en dos para poder seguirle el ritmo, algo me decía que estaba molesto.

Sin decir ni una palabra siguió el recorrido por la inmensa mansión hasta llegar al dormitorio donde desperté. Soltó mi mano con brusquedad y cerró la puerta poniendo el seguro. Luego se volteo a verme con una mirada extremadamente seria, definitivamente, estaba enfadado.

Me senté en la cama y luego continuó sentándose a mi lado. Levantó la vista hasta encontrarse con mis ojos, los cuales aparté, al no poder soportar mirarle a aquellos orbes que tanta seriedad y hermosura reflejaban.

Él suspiró como método de relajación para luego volver a mirarme, subió un brazo hasta mi hombro y me abrazó con fuerza, como si tuviese miedo de que fuera a desaparecer.

Le correspondí el abrazo y estuvimos por un largo tiempo con nuestros cuerpos pegados, siendo el apoyo el uno del otro. Por una vez en un tiempo sentí que algo estaba bien en mi vida.
Su abrazo era muy cálido y protector, sus brazos rodeaban todo mi cuerpo mientras yo apenas le llegaba a agarrarme de sus hombros.

Tras unos minutos se separó y al fin inició una conversación.
-Realmente no te das cuenta del peligro que hay a tu alrededor, esto no es la tierra y teniendo en cuenta que ahí apenas sobreviviste, esto te será mucho más complicado de manejar. Por el momento, creo que lo mejor sería que te quedases en el cuarto mientras atiendo asuntos de trabajo, y solo salgas con mi compañía y supervisión.- Me relató muy serio.
-En términos claros, soy una inútil que mete la pata, la cual no ganaría ni la pelea contra un bicho palo, y tu idea es encerrarme en cuatro paredes y que esté esperando a que venga mi príncipe y me saque de paseo.- Respondí con un aire sarcástico.
-No lo veas de esa forma, estas cuatro paredes dan para mucho, y darían para más si  supieses hablar Dame o mínimo entenderlo, ya que aquí es lo que más se utiliza al hablar.
-¿Y por qué no doy clases de Dame?, seguro que lo aprendería rápido y así podría salir y hasta hablaría con gente del ext- Me cortó la palabra posando un dedo un mis labios.
Empezó a acercar mucho su cara a la mía, hasta el punto de que...diría que va a...besarme? Se paró a escasos centímetros de mi cara y me susurró al oído.
-No te pienso dejar con ningún otro demonio y menos a solas, estarás aquí y a salvo, ¿Entendido?- Susurró mientras se alejaba algunos centímetros de mi.
Mi voz parecía estar silenciada, de mi garganta apenas salían algunos balbuceos. Este hombre sabía cómo dejarme muda.
Deseaba con todas mis fuerzas que el mundo me tragara en ese preciso instante, podía notar que mi cara se había ruborizado lo cual me daba aún más puntos de desventaja.

Me sacó de mis pensamientos la risa risueña de aquel hombre que tan loca me volvía, me dió un pequeño beso en la mejilla y se despidió avisando que en aproximadamente hora y media volvería. Obviamente me echo la mirada de "como te muevas de aquí va a ir a buscarte quien yo te diga" para luego cerrar la puerta alegremente.

Tenía una hora y media para estar en posición de seta y mirar a la pared, la verdad es que las ganas de salir estaban, pero el miedo de desobedecer era mayor. Empecé a ojear el cuarto a fondo, en particular, el armario. Al abrirlo me encontré con montones de ropas oscuras y trajes elegantes. Ahora que me paraba a pensar ya llevaba casi dos días con la misma ropa y sin ducharme, así que tuve una "fantástica" idea. A decir verdad no era tan mala, pero algo podría salir mal. Mi idea fue coger ropa e ir a ducharme al baño que había al lado de la habitación, creo que el único sitio del cual me conocía el camino, la verdadera pregunta era,¿De donde saco yo ropa de mi talla?
Por muy bonita que fuese la de Dexter me veía gigante, aunque vista la situación, no creo que me pueda poner muy quisquillosa con la ropa. Dicho y hecho cogí la ropa que (según yo) era la más pequeña, la cual constaba de ropa interior de hombre, una camisa blanca de suave tela y unos pantalones anchos.

Amontone toda la ropa y silenciosamente salí del cuarto, literalmente era la puerta de al lado, no tenía mucha pérdida.
Al entrar al baño cerré la puerta con pestillo y me relaje, la verdad es que el baño era precioso, había dos lavabos juntos, de porcelana, decorados con madera oscura y con un gran espejo brillante en la pared. Luego había un inodoro impoluto, en una esquina, junto a una estantería llena de papel higiénico, toallas, geles, jabones y algunas plantas decorativas. La guinda del pastel era la enorme ducha que había a un lado de la sala, su cristal era enorme y su suelo era de piedra, dentro había una especie de asiento, del mismo material que suelo, el cual estaba pegado a la pared, a su vez, hacía una pequeña estantería de madera llena de productos de belleza como cremas y demás, junto a shampoo, acondicionador, y algunos potingues raros que nadie sabía lo que eran.
Deje de pensar en la maravilla de baño y seguí a lo mio, deje bien colocada la ropa que me iba a poner encima de una banqueta, cercana a la ducha, y amontoné a su lado la ropa que me iba quitando, cuando ya estaba como mi madre me trajo al mundo, cogí una toalla blanca grande y la deje a un lado de la ducha.

Me metí en la ducha, cerré de nuevo la gran puerta de cristal y procedí a encender el agua.
Al principio estaba helada, y, siendo sincera, me costó bastantes maniobras que ni me quemase la piel, ni me hiciera sentir como en el polo norte, pero desde luego, el esfuerzo valió la pena.

Comencé a mojarme todo el pelo y cuerpo, disfrutando del relajante momento. El agua arrastraba mis preocupaciones y me hacía disfrutar del momento. Podría ser que todo en mi vida este patas arriba, y que en las últimas 24 horas nada haya tenido sentido, efectivamente, podría ser, pero ahora me daba igual.

Me puse algún que otro producto en el pelo, y lo que suponía que era gel en el cuerpo, tras esto, me lo aclaré bien todo, asegurándome de que no quedaran restos burbujeantes en mi pelo.
Una vez terminado, cerré el grifo y salí de la ducha, cogí la toalla blanca y empecé a secarme el cuerpo.

Una vez terminado, me dispuse a ponerme la ropa, y aquí vino el desastre.

La ropa interior me quedaba bastante grande por razones obvias, los calcetines parecían medias, y mis piernas eran palillos si lo comparábamos con las suyas, lo peor fue al ponerme el resto de la ropa. La camisa me inundaba completamente, parecía más un vestido extraño que una camisa, y los pantalones ni hablar, los tenía que sujetar con la mano para que no se cayesen, y encima me hacía tropezar, ya que parte de la tela estaba siendo arrastrada por el suelo.

Después de probar varias combinaciones opte por no llevar ni el sujetador que traía de antes ni los pantalones, la camisa era blanca pero opaca, así que mis casi inexistentes pechos no daban problemas, por otro lado, la camisa actuaba a su vez de vestido, y dejaba asomar mis patas de pollo por debajo de ella.

Intentando recomponer la poca dignidad que me quedaba, recogí toda la ropa, y me paré enfrente de la puerta. Necesitaba ser rápida y silenciosa.

Abrí la puerta con rapidez y la cerré, haciendo el menor ruido posible, corrí hasta el dormitorio, entré y cerré la puerta del mismo modo.

-Lo conseguí- Me dije a mi misma, mientras me giraba, y ahí estaba Dexter el cual me miraba serio. -No lo conseguí- Me corregí.

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Mi debilidad 🥀Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu