Capítulo 2

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Nasya

—Esto es todo por hoy— habla la profesora de matemáticas.—Dejen la tarea sobre mi escritorio y pueden retirarse.

Me levanto de mi lugar y dejo mi tarea en el lugar indicado para después salir del salón con dirección a la cafetería. En el camino me encuentro con Marina, una de mis amigas que además, es mi prima por parte de mi madre.

—¿Cómo estuvo tu clase?— pregunta.

—Normal— me encojo de hombros.
—¿Y la tuya?

—Aburrida.

Llegamos a la cafetería y sonrío cuando miro que Galia y Jules ya están en nuestra mesa con nuestra comida.

—¿Ya dije que las quiero?— llegamos y nos sentamos.

—Conveniencia— contesta Jules.

—Yo también las adoro— agrega Marina, lanzado un beso al aire.—Por eso son mis mejores amigas.

—Somos las únicas— aclara Galia.

Miro con hambre la hamburguesa que Jules ha conseguido para mí pero todo mi apetito se va a la basura cuando las palabras de Marina llegan a mis oídos.

—¿De verdad te vas a comer eso?— pregunta con desagrado y todas en la mesa nos quedamos en silencio.

No soy capaz de levantar la mirada de la comida que está en mi charola mientras siento tres pares de ojos sobre mí, dos mirándome con pena y uno con reproche.

—Nasya, hemos hablado mucho de esto— suspira mi prima.

—Déjala comer en paz, Marina— réplica Jules.

—Tú, cállate. Lo dices porque puedes comer y comer y no subes ni un gramo, pero nosotros debemos cuidar lo que comemos para no engordar.

—No te metas con Nasya— advirtió Galia.

—Ustedes no se metan— dijo ella entre dientes.—Yo tengo más derecho porque soy su prima.

—Qué lo seas no te da derecho a escoger lo que comerá— ataca Jules y ella se queda callada.

—Está bien— dice lento y se levanta.—Pero si quieres estar gorda, come todo lo que hay en la cafetería— dijo contra mi oído y se fue.

Cerré los ojos al sentir como estos se llenaban de lágrimas por sus palabras y mordí mi labio inferior para no soltar un sollozo que lo único que haría era provocar lástima.

—Nasya...

—Me tengo que ir— dije en un hilo de voz y me levanté para salir de ahí.

Apreté mi mochila contra mi cuerpo para evitar que mis brazos temblaran, un nudo se formó en mi garganta y limpié con brusquedad una lágrima que se deslizó lentamente por mi mejilla izquierda.

Siempre era lo mismo. Marina era muy obsesiva con los alimentos, la figura de su cuerpo y el exceso de ejercicio que hacía para mantener un peso sano. Pero todo eso era una fachada, porque ella estaba igual o peor que yo, porque gracias a ella y nuestras madres estábamos igual de jodidas.

La hermana de mi madre era modelo y le inculcó a su hija que debía mantenerse delgada siempre, costara lo que costara aunque pusiera en riesgo su salud. La familia Andreeva siempre ha "cuidado" ese aspecto hasta el punto de contagiar a sus propias hija. Fue hace dos años cuando Marina y mi madre empezaron a decirme todo ese tipo de cosas que lo único que hacían era llenarme de inseguridad por cómo lucia.

Me di cuenta que mi prima vomitaba después de cada comida y me hizo jurarle que jamás diría algo porque si no le diría a mis padres la relación que tenía desde mis quince años con mi novio, pero tanto fue el impacto de las palabras hirientes de las dos, que terminé haciendo lo mismo cuando yo siempre he sido delgada.

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