Capítulo 7

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Nasya

Sábado.

En tan sólo en una semana habían pasado muchas cosas. La situación económica de mi familia cambió, mi padre estaba en problemas legales, Vladimir se casaría, me entregué a Artem, conocí a Dimitrio y mi madre me pidió acercarme a él.

He estado tan confundida, la cabeza no para de darme vueltas y cada vez más me siento más perdida. Entiendo que la situación por la que estamos cruzando es muy complicada pero no puedo llegar a esos extremos y es algo que mi mamá debe entender y aceptar. Pero, maldición, estos días he visto la preocupación pura en el semblante cansado de mi padre. Solamente él hace que piense y piense a cada minuto lo que me propuso su esposa.

No soy tonta. La única forma de salir de esto se llama Dimitrio Ferrara y aunque me duela tendrá que ser un sacrificio que daba hacer.

Termino de pintar mis labios con gloss y doy un largo suspiro tratando de procesar lo que haré esta noche. Me pongo de pie y tallo la tela rosada de mi vestido para que no se arrugue, acomodo mi cabello sobre mis hombros, me he hecho una media coleta que recogí con un moño blanco, el mismo blanco que tiene los bordes de mi vestido hecho por mis manos. Mi maquillaje es natural, muy sutil que me hace parecer una niña y más con las mejillas sonrojadas y los labios con brillo.

Tomando valor salgo de mi habitación. Con cada paso que doy escucho más el murmullo de los invitados, el salón principal está lleno de esas personas que gritan dinero por todas partes. La decoración es elegante, todo en colores neutros que hace que todo se vea sofisticado. Fue mi madre quien organizó esto y admito que tiene buen gusto aunque para mí sea aburrido.

Detengo mi andar antes de bajar el primer escalón y de inmediato mis ojos conectan con los ojos grises de Dimitrio. Desde la distancia noto como estos, sin ningún descaro me recorren y un escalofríos se apodera de mí cuerpo poniéndolo tenso.

—¿Qué esperas para ir con él?— la voz de mi madre llegó a mis oídos por detrás mientras me tomaba del codo.

—¿Qué quieres mamá?— la miré.—¿Qué baje corriendo las escaleras y que salte en sus brazos?— inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Claro que no, niña estúpida— sonrió, fingiendo su desagrado.—Pero míralo, no te quita los ojos de encima. Por lo menos saluda.

—Lo haré por cortesía— soporté mis ganas de llorar y me solté sutilmente se su agarre.—No porque me interese.

—Ya sabes lo que te conviene— empecé a bajar, dejándola atrás.

Una vez más nuestros ojos conectaron pero no tuve la valentía suficiente para acercarme. No estaba solo, estaba hablando con otros hombres incluyendo a mí padre y no me atreví a ir. Si mi padre se enteraba de lo que mi madre y yo queríamos hacer no nos iba a perdonar.

Caminé entre las personas regalando saludos y sonrisas cuando me hablaban hasta que por fin pude salir del alboroto y llegar hasta la cocina que sinceramente no sabía donde había más gente. En ella había meseros y cocineros que trabajaban duramente para cumplir esta noche, así que salí por la puerta de servicio que daba al jardín.

Cuando estuve afuera pude respirar tranquila. Hasta acá no podía oír nada y eso me gustaba. El evento era bueno para mí, el anuncio de compromiso de mi hermano y cuñada era importante, pero no tenía cabeza para eso ni para nada.

Caminé por el jardín hasta llegar a una de las bancas que mi madre mandó a poner en la última remodelación hace tres meses.

¿Qué estaría haciendo Artem en estos momentos?

Cadenas de Mentiras Where stories live. Discover now