Capítulo 5

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Nikolay

Ver la cara de mis estudiantes mientras van ingresando al aula es algo que me deja pensando si se los pongo muy difícil o ellos son demasiado vagos.

—Buenos días —saluda una voz bajita, pero que logro escuchar perfectamente.

Al alzar mi mirada me encuentro con la señorita Mancini, quien ha estado rondando mi mente desde ayer que la fui a dejar a su casa, con esa actitud y carácter demandante solo me hace ver que somos similares, me parece un tanto fastidiosa.

Claro, fastidiosa...

—Buen día, señorita Mancini —le devuelvo el saludo.

Ella solo camina a paso lento hacia el lugar en el que siempre toma asiento, me quedo viéndola fijamente notando que tiene las mejillas rojas, hace una mueca de fastidio cuando sus compañeros hacen ruido y se refugia entre sus brazos.

—A sus lugares —hablo para todos alzando un poco la voz. Toman sus respectivos lugares pareciendo asustados de lo que les tengo preparado el día de hoy, Velika alza la mirada y se queda viéndome con los ojos algo entrecerrados.

No se siente bien, cualquiera podría notarlo.

—El día de hoy los que tengan un puntaje bajo deberán hacer dos talleres, aquellos que tengan una buena nota no deberán realizar esta tarea —hago una pausa—, pero, si les voy a pedir que se sienten del lado derecho y los que deben hacer el trabajo del lado izquierdo.

Procedo a dictar todas las notas y cuando llego a su apellido, la sonrisa de satisfacción que pone al escuchar que tiene una de las mejores notas me hace medio sonreír por lo buena que es siendo fastidiosa hasta en eso, cualquiera le diría arrogante, yo lo llamo saber que es excelente en lo que hace.

Una vez he terminado de decirles las notas, todos toman sus lugares y ella se queda quieta con su rostro oculto entre sus brazos.
Las horas pasan rápido en comparación a otros días, todos van entregando sus trabajos a medida que salen del aula, hasta que solo queda una estudiante.

—Hasta mañana, profesor —se despide, después de bajar las escaleras con el mismo paso lento que usó para subirlas.

—Velika —la llamo por primera vez por su nombre aquí en la universidad—. Ven —ordeno, ella hace una mueca de disgusto, pero no se niega y acata lo que le digo viniendo hacia mi escritorio.

—¿Estás bien? —pregunto, levantándome de mi silla para verla fijamente.

Su expresión cambia un poco, pone sus brazos a ambos lados de su cintura y me mira fijamente.

—Sí, ¿por qué la pregunta? —Trata de sonar como en el carro, retadora, pero sigo notando que algo no anda bien con ella.

—Es muy mala mintiendo, señorita Mancini —murmuro, ella se ríe y después hace una mueca.

—Usted no me cae bien, sabe cuándo miento y eso no juega a mi favor —responde, para después irse deslizando poco a poco hasta quedar sentada en el suelo.

—Velika —la llamo, no alza la mirada.

—N-no me siento bien —se queja.

No me digas, genio.

Me pongo en cuclillas para estar más o menos a su altura, mis manos van a su frente, mejillas y nuca.

—Tienes fiebre y tensos los músculos —le digo, ella hace cara de fastidio—. Pudo ser la lluvia o el frío, hoy también está helando —susurro, más para mí mismo que para ella, queriendo saber por qué se ha descompensado así.

Forbidden Love ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora