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⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ Magdalena miraba fijamente el boceto frente a ella sin estar segura de como terminarlo. Suspiro frustrada y paso sus manos por su cara, sintió como unas manos se posaban en sus hombros y apretaban estos ligeramente, lo que hizo que quitara sus manos de su cara y que mirara a la persona detrás de ella.
— Te ves muy estresada, gorda — le dijo Leandro a su novia mientras masajeaba suavemente los hombros de esta.
— No logro que me salga el diseño, Lean. Si quiero mostrar estos bocetos al mismísimo Valentino Garavani tienen que ser perfectos, no cosas mediocres y no se me cae una idea de como continuar el diseño.
— Pero te esta quedando hermoso.
Magdalena sonrió ante el halago de su pareja y dejo un besito en la mano de él, la cual seguía en sus hombros.
— Puede ser pero le faltan detalles y la parte de la falda no me termina de convencer.
— Yo se que vos podes, pero primero necesitas descansar un rato la mente y despejarte, dejar el estrés a un lado, ya sabes.
Leandro hizo que Magdalena se levantara y la llevo hasta la cocina, ahí la obligo a sentarse sobre la isla de esta misma y dejo un pico en los labios de la castaña para despues alejarse.
— Te voy a preparar algo de comer en lo que me cuentas que le vas a presentar al Valentino ese y cuando, en donde y que le piensas decir cuando lo veas.
Magda miro a Leandro con una sonrisa pensando en lo afortunada que era al tener al tener a un hombre como él a su lado.
Y pensar que la idea de dejarlo se le cruzo por la cabeza hace un par de días.
El resto de la tarde se paso volando con Magdalena contándole absolutamente todo a Leandro y Leandro escuchándola y dándole consejos sobre su futura reunión con el famoso diseñador de moda.
La pareja comió y en cuanto la noche cayo, Magdalena recogió todo lo que estaba desordenado en su estudio y decidió terminar el diseño en el que trabajaba después.
A la mañana siguiente Leandro tuvo que salir temprano ya que tenia entreno y Magdalena decidió salir a caminar un rato, agarro las llaves de la casa, su cartera y su celular y salió del lugar luego de verificar que todo estaba apagado.
Camino hasta el parque que quedaba a unos minutos de su casa y decidió parar antes en su panadería favorita, la única que vendía facturas y medialunas ahí en Italia.
— Buenos días, Miriam — saludo alegremente Magdalena a la señora que la atendía siempre, la cual también era argentina.
— Lenita, hola, hace rato que no te veía por acá.
— Estuve ocupada con unos bocetos que he estado haciendo, perdón.
— No te preocupes, nena. ¿Querés lo mismo de siempre?
