Todo estaba negro.
Sentía su cuerpo enturmecido del dolor, los músculos tensos, el dolor en el pecho al respirar. Notó que no podía tocar el suelo y sus brazos se sentían extraños; ahí corroboró que estaba atada de las muñecas con sogas.
Abrió los ojos con cuidado, la luz cegadora le nublaba la vista. Cuando pudo acostumbrarse, allí la vió; Elkie.
-Despertaste.
Murmuró la mayor, mirándole en silencio. La taiwanesa quería hablar, confrontar a la rubia, pero no podía; su garganta rasposa y seca no dejaba que ningún sonido saliera de su boca.
-Cuando era una simple adolescente, era callada, tímida, silenciaba todos mis pensamientos, molestias, sentimientos. Años atrás, cuando tropecé y mis libros cayeron al suelo de la biblioteca, una chica de tez morena y ojos grandes me ayudó. Era tan dulce, tan hermosa... Tan tú, que todo fue diferente cuando te vi.
La menor le miró confundida: ¿Yo? Pensó.
-Sí, tú. Tenía dieciséis años, y considerando que eras tres años menor que yo, me había enamorado a primera vista. Tus facciones eran tan angelicales, tan puras... Pero nunca te volví a ver, hasta hace unos meses, en el bar. Me besaste entre tu borrachera, y tuve un sentimiento familiar... Supe que eras aquella niña que vi en la librería.
La castaña suspiró. Estaba intentando procesar toda la información de a bloques.
-Me conformé siendo la otra mujer, porque te amaba. Porque desarrollé sentimientos por ti, y mierda, es asqueroso ser la amante a la que todos tratan de abrirle los ojos. Yo te amaba, joder. Pero ya no más. Siempre he querido que te alejes de Sana para siempre, y finalmente lo conseguí.
La rabia comenzaba a acumularse en la castaña.
Pero ella misma se lo había buscado. ¿Cómo podía haber permitido que todo esto ocurriera? Si era tan feliz con su novia, ¿Por qué había buscado más? Son preguntas sin respuesta, porque ni siquiera ella podía comprenderlo.
El buscar cobijo en otra mujer. El buscar sus labios, su piel, su aroma y su cuerpo, cuando ya tenía a ese alguien.
Era una maldita escoria y lo sabía.
-Oh, ¿Y sabes qué más? Yo hice que tú y tu noviecita pierdan ese bebé. Una vez salieron a comer y allí estaba yo, entre las sombras, viéndote tan feliz. Bastó con unas pastillas en su bebida para que se genere aquel catastrófico final para el niño... Mejor dicho, niña.
Inmediatamente todo se derrumbó a su alrededor; sólo veía rojo vivo. Entró en un subidón de adrenalina y éxtasis demoledor, y con toda la fuerza y furia retenida en su cuerpo, pateó a uno de los hombres que estaba a su costado, tirándolo al suelo. Otro venía a detenerla, pero con su rodilla le golpeó la entrepierna, derribándolo también. Pronto, la sala se llenó de tipos queriendo detener la rabia de Chou Tzuyu.
Uno de los guardias tomó una jeringa con un líquido verde transparentoso y se la clavó en el cuello. Pronto, su vista comenzaba a tornarse borrosa.
En lo último que pudo pensar fue en Sana. En sana y todos los errores que había cometido con ella.
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Alguien tocaba insistentemente el timbre de su hogar.
-Tzuyu, si eres tú y te olvidaste alguna mierda tuya lárgate.
Ahora tocaban la puerta.
Se levantó de su lugar gruñendo y abrió.
Mina.
-¿Tú de vuelta? ¡Creo que dejé bastante claro mi postura! Vete, Sharon, no quiero volver a verte jamás.
-¡E-Espera, Sana! Hay algo que tienes que saber cuanto antes...
La pelinaranja le miró con desprecio.
-¿Qué esperas? Habla.
-Es Tzuyu. Elkie la secuestró y me lo dijo. Tienes que hacer algo, Sana, ella está en peligro. Y no soy quién para decírtelo porque me odias y lo sé muy bien, pero ya no soy la misma de antes; quiero ayudarte, ayudarlas. Pero no servirá de nada si seguimos con esta controversia. Por eso te pido que colabores conmigo, hagamos un equipo sólo por esta vez. Está en riesgo una vida, y esa vida es de tu exnovia que por más que no quieras admitir sigues amando, así que mueve tu trasero de aquí y salgamos.
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