CAPÍTULO 12

444 75 43
                                    

Salgo corriendo por las escaleras sin mirar atrás y cierro la puerta de un golpe. Todo se apaga y ya no escucho nada, solo el compás de mi respiración agitada. Mi corazón parece querer salir de mi cuerpo, me agarro el pecho mientras me siento en el suelo apoyando la espalda en la puerta para que no pueda subir nadie.

Soy un mar de lágrimas, me acurruco y me hago un ovillo contra mis rodillas mientras lloro sin parar, y me pregunto, ¿cuántas lágrimas puede derramar un ser humano?

No entiendo nada, ¿quiénes eran todas esas personas? ¿qué hacían en mi sótano y por qué estaban vestidas así? Y por sobre todo... ¿por qué vi a mi hermano de pequeño? ¿era él, o me confundí con alguien más?

De ninguna manera voy a aceptar que eso fue producto de mi imaginación, porque fue muy real. No puedo contárselo a nadie, ni siquiera a Marco, porque va a llegar en dos segundos y no me va a dejar viajar.

Quiero salir rápido de esta estúpida casa, quiero dejar atrás toda esta mierda y empezar de una vez por todas en un nuevo lugar, alejado de todo lo que me hace mal.

Salgo de casa cargado con mi maleta y sin mirar atrás me subo a un taxi que me lleva hasta la terminal de ómnibus, ahora que tengo un poco más de dinero en mi cuenta bancaria no me parece tan mala idea gastar un poco en un taxi.

Ya en la terminal, voy al andén que me indica el boleto. Para variar, el ómnibus que me llevará hasta el pueblo de mi tía, está demorado. Nunca van a ser ellos los que nos esperen a nosotros anticipadamente ¿no?

Me distraigo cuando veo pasar frente a mi a un joven y a una muchacha que van a saludar a otra que llega corriendo. Escucho un poco de la conversación, le preguntan por qué llegó tarde pero no alcanzo a oír la conversación, solo que se llama Luana. Bonito nombre. Los tres parecen muy jóvenes y entusiasmados por viajar en su ómnibus inmenso color gris que sí ha llegado a tiempo. Los envidio un poco.

Camino de un lado a otro, me desespera esperar. Cuarenta y cinco minutos más tarde aparece mi transporte. Al menos no se ve mal. Estaciona y todos los pasajeros que estaban esperando se ponen de pie para ingresar. Me tocó en el piso de arriba, asiento treinta y tres.

El viaje resulta bastante cómodo, son dieciocho horas sin paradas intermedias pero me paso la mayoría del tiempo durmiendo tan tranquilamente que pienso viajar más seguido para ver si de esta forma puedo conciliar el sueño más a menudo. A veces miro por la ventana, pero no veo mucho en el medio de la oscuridad, solo un poco de niebla.

Tengo las manos y los pies más congelados de lo normal, ¿por qué siempre ponen el aire acondicionado a todo lo que da? Por suerte en el viaje no tocó ningún bebé llorón o un compañero de asiento que ronque, de hecho tengo una señora mayor que ha intentado hablarme varias veces pero le he respondido con monosílabos. En una ocasión me ha tocado el brazo sin querer y he sentido su soledad. Quizás es demasiado cruel de mi parte pero no puedo hacer nada. He aprendido que no me puedo involucrar en todos los asuntos.

Llego al pueblo de Tildstun en plena mañana. Aun no amaneció y solo bajamos dos personas. Estoy todo acalambrado y mientras me estiro el viento helado acuchilla mi rostro. ¿Por qué nadie me avisó que haría tanto frío? Froto mis manos buscando calor.

Lo que la gente se podría imaginar como una terminal, pues no lo era. La parada era simplemente una garita al costado de la ruta, con un foco que titila cada ciertos segundos siguiendo un patrón que amenaza con apagarse.

Más adelante, estacionado pero en marcha, está un auto con sus balizas encendidas. Baja alguien y me pongo nervioso hasta que me doy cuenta que debe ser el esposo o algún familiar de la señora que se bajó conmigo.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 21, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Estudiante por accidenteWhere stories live. Discover now