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Sin lugar a dudas Maria se sentía la niña más afortunada del mundo. Zoe le había recogido el cabello en una media colita, liberando algunos rizos claros sobre su espalda, había aplicado algo de rimmel y una sombra clara en sus párpados y le había prestado un suave brillo labial que la hacía lucir aún más hermosa. Ni bien salieron de la casa todos comenzaron a aplaudir y silbar con aprobación. Sin dudas se comportaban como una gran familia, donde la alegría de uno se transformaba en la de todos. 

Doña Paula abrazó a su nieta y las lágrimas llegaron a sus ojos. Su hija había sufrido tanto en el poco tiempo que la habìa disfrutado, que sentía que aquella niña sólo debìa merecía felicidad de la vida, sin embargo, en su afàn por protegerla, se habìa vuelto temerosa y muchas veces la excluìa de las actividades de niñas de su edad. Que Noah y Zoe la acompañen era una gran alivio para ella y ahora que la veía tan parecida a su propia hija, la emoción no podía dejar de fluir en su interior. 

Mientras le daban un espacio a la conmovida abuela, Lucia se les acercó y acomodando la falda del vestido de Marìa le dio un largo beso en la frente.

-Divertite, hermosa. Y si en algùn momento te queres ir le avisas a Noah o a Zoe.- le dijo entregándole su propio teléfono celular. 

El hecho de escuchar su nombre lo devolvió a Noah a la realidad. Mientras todos miraban a la pequeña Marìa, èl no había podido sacar sus ojos de Zoe. Llevaba el cabello suelto por primera vez y sus enormes ojos delineados, con un sutil negro que los hacìa aùn màs hermosos. Se habìa puesto un vestido negro corto, que intentaba ser informal, pero dejaba sus piernas a la vista, sobre unas botas cortas con algo de taco que intentaba darles algo màs de longitud. Sus exuberantes pechos, ocultos debajo de la campera de jean, se asomaban por el escote del vestido, como si quisieran provocarlo, aun sabiendo que nunca serían suyos. Estaba diferente, pero al sonreír, confirmaba que no era más que la misma joven entusiasta y temeraria con la que había compartido los días previos. 

-Bueno, basta de consejos y aplausos. Vamos asì Marìa no llega tarde.- dijo Noah, intentando sonar indiferente, aunque en realidad comenzaba a dudar de su propio control al quedarse a solas junto a Zoe. 

Se acomodaron los tres en la camioneta y al cabo de pocos kilómetros ingresaron al pueblo, que era mucho más grande de lo que Zoe había imaginado. Contaba con varios negocios de artesanías locales, restaurantes y bares. La temperatura era agradable, la suave brisa que recorrìa las calles hacìa de aquella noche una tregua frente a las calurosas y húmedas tardes que solìan acontecer en aquel ecosistema.

Continuaron hasta la dirección indicada en la invitación y luego de estacionar acompañaron a Marìa hasta la puerta. Al verla temblorosa, Zoe entrelazò sus dedos con los de la niña y acercò los labios a su oìdo.

-Vas a estar muy bien. Sólo sé vos misma.- le dijo y Marìa sonrió justo cuando la anfitriona les abría la puerta. 

Con demasiada expectativa y algo de temor la vieron alejarse alegre por aquel inmenso jardìn y cuando Noah vio que Zoe apretaba sus labios fue èl quien hablò:

-Va a estar bien.- le dijo rozando su brazo para que comenzara a caminar junto a él. 

Zoe suspiró y lo miró para sonreír después. 

-¿Es muy loco que lleve sólo un mes aquí y ya la sienta como familia?.-  le preguntò sorprendiendolo un poco.

Él la miró, como si quisiera confirmar que debía responder, y finalmente lo hizo.

-No, para nada. Todos son muy amables en el refugio, tenemos suerte de compartir nuestros días.- dijo volviendo a mirar el camino.

-Hay una cervecerìa sobre el río, está a unas pocas cuadras ¿Vamos caminando?- le preguntò señalando la calle que descendía algo empinada. 

Un sendero hacia tiWhere stories live. Discover now