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Algunos días después, Noah recibió la  convocatoria de la intendencia de parques nacionales. Era el encargado del refugio y cada año se reunía para actualizar la situación de cada región y proponer nuevos objetivos. Ese año la convención se realizaba en un hotel del centro y duraría tres días. 

Como cada año buscaba excusas para no asistir, sentía que dejar el refugio por tantos días no era conveniente. Aunque ahora contaba con Zoe, quien había demostrado ser muy idónea, debía admitir que cada vez le gustaba más compartir tiempo con ella. 

Luego de dar miles de indicaciones a cada uno de los que trabajaba allí, finalmente no tuvo más opción que partir. Lamentó no llegar a despedirse de ella, había acompañado a María a la ciudad junto con Lucía.

Al enterarse de su partida, Zoe, se sintió algo decepcionada, había comenzado a soltarse y sentía que de a poco conseguía atravesar aquel escudo que Noah se empeñaba en levantar entre los dos. Por eso dejar de verlo, aunque sea por tres días, supuso un sabor amargo, que no estaba dispuesta a admitir. 

Pasó el primer día como era habitual, Bernardo había insistido en llevarla a hacer la recorrida matutina, aunque ella se creía capaz de manejar por aquel camino y todos los animales se encontraban en perfecto estado. 

A la mañana siguiente se disponía a repetir la rutina, cuando un jovencito de cabello negro con varios collares en su cuello llegó al refugio. 

-Hola Caraì.- lo saludó Bernardo con un gesto a modo de reverencia de su cabeza.

El jovencito imitó el gesto y comenzó a hablar en una lengua que Zoe no comprendía. 

-Caraí pertenece a la Comunidad Yasi Porá, uno de los cuatro asentamientos indígenas que habitan Puerto Iguazú.- le explicó Bernardo a la atenta veterinaria. 

-Hola.- lo saludó ella intentando imitar el modo en que lo había hecho Bernardo. 

-La comunidad Yasí Porá forma parte de la población Mbya Guaraní, viven en el monte, se dedican a la agricultura y la pesca.- continuó diciendo el hombre, mientras lo invitaba al joven con un mate. 

Luego de beberlo Caraí continuó hablando en guaraní.

-Dice que hay una familia de coatíes en el norte que comenzó con síntomas raros, temen que sea una infección que pueda alcanzar a su comunidad, ya que prácticamente conviven con ellos. - le tradujo Bernardo a Zoe.

-¿Qué síntomas tienen?- le preguntó ella interesada.

-Al parecer notaron un color extraño en la piel de las manos y pies y algunas ampollas en los dedos, también modificaron un poco sus hábitos, sustituyendo los tiempos de paseo y recolección por siestas más largas. Noah fue a verlos hace unos meses, creía que era una infección resuelta por lo que me contó, pero ahora él no está. Vas a tener que esperar a que regrese. Caraí, lo lamento.- le dijo al indígena que se lamentaba con expresión de alarma.

-Yo puedo ir.- dijo Zoe, intentando ayudar al afligido joven.

-No Zoe, no creo que sea prudente, es una caminata de un día. Noah me mataría.- le dijo Bernardo, a quien su amigo le había pedido explícitamente que cuidara de ella. 

-No pasa nada, en serio, dejame armar mi mochila y voy. Acá está todo en orden, no creo que pase nada.- insistió ella señalandose a sí misma para mostrarle a Casaí que estaba dispuesta a acompañarlo. 

Bernardo intentó persuadirla una vez más, pero al parecer era más terca que el mismísimo Noah y sin lograr su cometido se resignó a ayudarla para la partida. 

Le dio un teléfono satelital, un mapa, provisiones y un maletín de primeros auxilios. Intentó darle todas las advertencias y sugerencias que pudo, pero al verla partir detrás de aquel joven, cuya lengua ni siquiera comprendía, sintió que aquella no era una buena idea y sobre todo que Noah lo mataría si se enterara.

Un sendero hacia tiWhere stories live. Discover now