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Aquel día fue una locura, los ingresos resultaron laboriosos para Zoe. Se trataba de unos cinco cerditos que habían sido rescatados de una vivienda en la que los maltrataban, llevaban heridas de todo tipo, aparte de encontrarse deshidratados y algo desnutridos.
Se centró tanto en su atención, que no notaba que las horas pasaban. Aaron la había ayudado durante un tiempo, pero al verlo hambriento y cansado le había sugerido que fuera a descansar.
Noah por su parte, había realizado la ronda habitual para luego llevar a su hermano y su familia al aeropuerto. Le había agradecido a su hermano su presencia y sus consejos. El propio Emanuel le había anunciado que se llevaba muestras del cabello de ambos y ni bien llegara a Posadas las haría procesar. Noah no estaba convencido de aquello, pero si quería la custodia de Aaron debía contar con alguna prueba de su paternidad.
Cuando regresó por la noche, Zoe dormía. Había hecho un gran trabajo con los cerditos, era profesional y dedicada, otras cualidades que le encantaban de ella. Decidió dejarla descansar. Aunque deseaba quedarse con ella, aún no había hablado con Carla y temía que si se enteraba de aquella incipiente relación se marchara llevándose a Aaron. Por eso regresó a su casa e intentó dormir y por primera vez en mucho tiempo lo hizo con una sonrisa en sus labios.
Al otro día lo esperaba un gran desafío, le había prometido a Aaron que lo llevaría a la reserva indígena de la que Zoe tanto le había contado, el calor continuaba siendo agobiante, pero el niño no quería cancelar el plan, llevaba días esperando aquella aventura.
Temprano en la mañana salieron los dos juntos. Con sus mochilas, agua, provisiones y un deseo creciente de que aquello que comenzaban a sentir el uno por el otro fuera real.
Zoe despertó y el vacío de su cama comenzó a recordarle que esa era su vida habitual. Lamentó no haber aguantado despierta el día anterior, le hubiese encantado volver a dormir junto a Noah. Con tanto trabajo ni siquiera habían tenido tiempo de cruzarse.
Llegó al comedor y desayunó junto a Lucía y Vicente. Bernardo había llevado a los niños al colegio y Noah se había marchado temprano junto a Aaron.
Con sólo recordarlo sonrío.
-¿Qué esconde esa sonrisa, Zoe? Últimamente estás más soñadora o ¿me parece a mi?- le preguntó Lucia, mientras despedían a Vicente, quien se había puesto de pie.
Zoe la miró sorprendida y volvió a reír. Le encantaba hablar con Lucía, la quería y la escuchaba, era lo más parecido a tener una madre y eso era más de lo que hubiese podido pedir.
-Digamos que estoy bien.- le respondió Zoe, intentando descubrir cuánto sospechaba de sus últimos eventos.
-Se te ve muy bien, incluso algo más hambrienta.- señaló mientras tomaba su taza de café.
-Es que ayer no cené, pasé todo el día con los cerdos, fue un trabajo duro, y cuando terminé me quedé dormida.- le explicó tomando un nuevo trozo de ese exquisito pan que preparaba Doña Paula.
-¿Y Noah?- le preguntó Lucía, disimulando que aquella era una pregunta casual.
-¿Qué pasa con Noah? No pasa nada, no hay nada entre nosotros.- se apresuró a responder Zoe, tomando un vaso de agua para no atragantarse.
Lucía lanzó una carcajada.
-No te preguntaba eso, quería saber si te había ayudado, pero por tu respuesta creo que pasa justamente lo contrario a lo que dijiste.- le dijo la mujer girando para mirarla a los ojos.
Zoe arrugó sus labios como si hubiese develado un secreto.
-¡Me parece fantástico! Son dos buenas personas, jóvenes, bienintencionados, auténticos. Me encanta que por fin se hayan atrevido a lo que todos veíamos desde hace mucho.- le dijo Lucía colocando una mano sobre su brazo.
Zoe miró a su alrededor deseando que nadie las hubiera escuchado.
-¿Tanto se me nota?- le preguntó con exagerada indignación.
Lucía asistió con la cabeza mientras sonreía.
-SI, pero tranquila, no es que te hayamos visto escabullirte hasta su cabaña…- agregó divertida.
Zoe se cubrió la cara con ambas manos.
-¡Qué vergüenza!- le respondió sin mirarla.
-Eso no, no es nada vergonzoso amar. Hasta donde yo sé son dos personas libres, no tiene nada de malo que se busquen.- le dijo volviendo a ponerse seria.
Zoe volvió a mirarla.
-Está Carla.- le dijo la joven curvando sus labios hacia abajo.
-No te preocupes por Carla, creo que Noah creció, maduró y es capaz de enfrentarla. Y eso es gracias a vos.- le dijo acariciando su mejilla con cariño.
-El pobre Aaron no tiene la culpa, no quiero quitarle la oportunidad de que tenga un padre. Yo crecí sin una mamá y es horrible.- le dijo Zoe, cuando una lágrima traviesa asomaba a sus enormes ojos marrones.
Lucía la abrazó y la escuchó llorar. Cuando sintió que la respiración volvía a calmarse se separó un poco.
-No tiene por qué perder un padre, a lo mejor gana otra mamá.- le dijo y Zoe sonrió.
-Eso es otra cosa que me tiene mal.- admitió, entregada a la confesión con la mujer más dulce que hubiere conocido.
Lucía colocó una mano sobre su vientre y Zoe la miró aún más sorprendida.
-También vas a ser una gran mamá del bebito que llevas en tu vientre.- le dijo.
-¿Cómo…? ¿Cómo te diste cuenta?- le preguntó Zoe secando sus lágrimas con prisa.
-Tranquila, cosas de madre, pero nadie más lo sabe. Es importante que hables con Noah, aquella mujer le ocultó su embarazo una vez, no creo que le guste pasar lo mismo contigo.- le aconsejó Lucía.
Zoe asintió con su cabeza y algo de temor la atravesó, debía contárselo y debía hacerlo cuanto antes.
Al otro lado del comedor, sentada sobre un banquillo alto con un pincel en la mano, Carla recibía, gracias al viento, una información que no iba a desaprovechar.
Noah ya no la obedecía, no la miraba, no la quería. Nunca había sido una mujer que se aferrara a nada, sin embargo, aquel despreció había herido su orgullo. Si Zoe creía que le dejaría el camino libre, estaba demasiado equivocada.

Un sendero hacia tiWhere stories live. Discover now