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El sol se coló demasiado temprano por las ventanas de la cabaña. El calor ya era amenazante desde esa hora, lo que presagiaba que el día rozaría lo insoportable. Se escuchaba el canto de varios pájaros estridentes y su cuerpo reclamaba por más descanso. Sin embargo, Zoe no podía sentirse más feliz. Sólo escuchaba el palpitar pausado del corazón del hombre que amaba debajo de su oído. Se había quedado toda la noche, o al menos las cortas horas que le siguieron a aquel efusivo tercer asalto.
Sin querer despertarlo aún, intentó librarse del pesado brazo, que yacía sobre su cintura, pero no le resultó sencillo. Entonces oyó ese bufido de fastidio que comenzaba a adorar. Noah no abría sus ojos, pero parecía quejarse haciendo más presión sobre su cuerpo.
-Buenos días, dormilón.- le dijo ella divertida y cuando iba a besar sus labios él la hizo rodar para ubicarla justo sobre su cuerpo. Era una cama pequeña en la que apenas cabía él solo, pero eso no les impidió disfrutar de la primera vez que habían dormido juntos.
-Noah, tenemos que comenzar las rondas y hoy se va tu hermano, tenes que llevarlo al aeropuerto.- le dijo Zoe, mientras él, aún con los ojos cerrados, comenzaba a acariciar su piel desnuda, debajo de la sábana.
-Los animales están bien, pueden esperarnos unos minutos más.- le dijo y aún con ganas de demostrarle cuánto la deseaba comenzó a presionar su cuerpo excitado contra el de ella.
Zoe también cerró sus ojos, que hermoso era despertar junto a él. Iba a ceder a sus deseos cuando golpearon su puerta.
-Zoe, buen día. ¿Estás despierta?- la voz de Bernardo al otro lado de aquella delgada madera los sobresaltó.
Noah por fin abrió los ojos, la vio tan hermosa como la estaba imaginando y sonrió.
-Sí, Bernardo, ya voy ¿Pasó algo?- le preguntó levantándose de la cama para dejar a un Noah algo sediento de lo que apenas había podido comenzar a probar.
-Nada grave, pero hay unos ingresos y no encuentro a Noah. ¿Podrías revisarlos vos? - le preguntó sin saber lo que ocurría dentro de la casa.
-Si, por supuesto, dejame darme un baño y voy al consultorio.- le anunció mientras se cubría los pechos con su mano y destapaba a Noah para que también se levantara.
-Noah, dale, hay que levantarse.- le dijo en voz baja con una sonrisa entre dientes.
-¿Así que vas a bañarte?- le preguntó él alzando sus cejas con un gesto que lejos de verse provocador le resultó demasiado divertido a Zoe, quien no pudo contener la risa.
-Zoe, una cosa más. - dijo Bernardo luego de una pausa.
-Acá está Aaron y quiere saber si puede acompañarte.- le preguntó el hombre mientras observaba la mirada expectante del niño a su lado.
La expresión de los amantes cambió de repente, como si hubieran recordado que aún tenían asuntos por resolver, pero Zoe volvió a sonreír enseguida.
-Por supuesto que puede, de hecho me encantaría que lo haga.- dijo en voz alta sin dejar de mirar a Noah.
-Serías una gran madre.- le dijo Noah poniéndose de pie para pararse frente a ella y tomar su cintura.
Entonces Zoe miró hacia el piso, no estaba tan segura de eso, pero recordó que era momento de contarle la noticia.
-Noah… tengo que decirte algo…- comenzó a decir, pero Noah no la dejó terminar. La levantó con sus fuertes brazos y la llevó hasta la ducha sin escala.
-Va a tener que ser después de que te haga el amor, hermosa.- le dijo y como si el deseo los gobernara, comenzaron a darse placer bajo las refrescantes gotas que recorrían sus cuerpos sin pausa, volviendo a olvidarse de todo menos de ellos mismos.

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora