Parte 4 El Vídeo

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Por la mañana me siento con las energías renovadas. Hacía tiempo que no intimábamos, quizás demasiado. Siempre tan ocupados con los niños y nuestras responsabilidades... mientras desayunamos, Peeta me va lanzando miraditas y yo hago ver que no lo veo, aunque la verdad es que me hace un poco de gracia.

- Quiero llevarme las fotos al colegio –dice Dandelion de repente, eso me devuelve a la realidad.

- ¿Por qué? –pregunto.

- Quiero enseñárselas a mis amigos –responde como si fuera obvio.

- Pero puede que se ensucien o se rompan si te las llevas al colegio, y no quieres eso, ¿no? –dice Peeta. A mí francamente me da igual que desaparezcan, pero sabiendo cómo las adora Dandelion, sería un verdadero drama que les pasara algo.

- ¡No dejaré que nadie las toque! Solo lo haré yo, tendrán que ponerse en cola y verlas uno a uno –dice con suficiencia, está hecha una marimandona. Peeta me pregunta con la mirada.

- Si Dandelion se encarga de ello, está más que claro que nadie tocará las fotos –digo tranquila–. Eso sí nada de llevarte las pancartas ni los vídeos.

- Solo las de la boda y las de los carruajes –ha dicho "solo" pero eso ya son como una veintena de fotos.

- Cariño sé que te gustan las fotos, pero intenta no alardear mucho delante de los otros niños –le avisa Peeta–. Trata de... llevarlo con calma –le aconseja. Sería un buen consejo si no fuera porque sé que Dandelion va a hacer y decir lo que le dé la real gana.

Cuando pasan un par de días estoy casi segura que Dandelion ha enseñado las fotos a medio distrito. Simplemente no se cansa del tema. Me lo comentan algunos de los padres y veo que a los amigos de Dandelion les entra una vergüenza tremenda cada vez que me ven. Creí que no me importaría porque en su día todo el país vio esas imágenes (y siguen viéndolas de vez en cuando en repeticiones) pero se siente francamente raro. Insiste tanto con el tema que a Peeta y a mí no nos queda otro remedio que dejar de retrasarlo y mirar los vídeos de una buena vez. Así que los acostamos, limpiamos el comedor (esa tarde había tocado clases de dibujo con Peeta) y nos sentamos en el sofá.

- ¿Estás lista? –me pregunta. Me acurruco a su lado. Estoy tan cansada que con un poco de suerte quizás me duerma y pueda evitarme verlo.

- Sí –sin embargo, cuando el vídeo empieza sé que no voy a poder dormir.

Sé lo que va a suceder pero no puedo evitarlo, cuando escucho que sacan el nombre de Prim es como si me clavaran un puñal y verla avanzar entre los niños me deja fuera de juego. Prim, mi patito. La estoy viendo en la pantalla.

- Prim se habría vuelto loca con Dandelion y con Josh. Habrían sido inseparables –susurro. Peeta me coge la mano.

Me veo a mí misma gritando como una loca y a Gale llevándose a Prim. Es rarísimos vernos a todos ahí, tan jóvenes, tan ingenuos, tan indefensos... no sabían lo que se les iba a echar encima o quizás sí, porque veo el terror en nuestros rostros. Cuando dicen el nombre de Peeta cojo más fuertemente su mano. Su expresión de miedo e incerteza me duele. Sé que es un vídeo, pero no puedo evitar desear que esa versión de Peeta no sufra, y ahora mismo está sufriendo.

- Es como ver a Josh –digo notando un fuerte dolor en mi pecho. Puedo imaginarme con demasiada facilidad que ese chico rubio que sube temblando al escenario es Josh.

- Es demasiado cruel –dice él serio. Siempre supimos que lo era, nos atemorizaban año tras año con eso, pero ahora que somos padres el sentimiento es mucho peor.

Los Everdeen-Mellark (Los Juegos del Hambre)Where stories live. Discover now