Epílogo

484 39 7
                                    

**ATENCIÓN LEER**: Capítulo con contenido muy sensible. Si te has quedado con una buena sensación al leer el capítulo anterior, me veo obligada a recomendarte que NO LEAS ESTE, al menos no ahora, porque la sensación que tendrás será totalmente distinta cuando leas este final; va a romperte (no exagero).

Sigue estando escrito con todo el cariño del mundo, pero también con todo el dolor de mi corazón. Lloré. Por eso digo que puede que NO estés preparadx para leer esto.

Si a pesar de todo te atreves, aquí lo tienes:

"El final"

Cierro los ojos y dejo que el viento me meza el pelo. Inspiro profundamente por la nariz para que me inunde el aroma de los abetos. Mi oído ya no es tan agudo como solía ser pero aún puedo oír algunos animales corriendo entre la maleza, aunque no a todos, el último conejo que me he encontrado me ha dado un buen susto porque no lo he oído acercarse. Abro los ojos y veo mi bosque, porque es mío, lo ha sido durante casi ochenta años y aún y así, hay árboles más viejos que yo. Ellos me conocen bien. Me levanto de la roca con bastante esfuerzo y me ayudo de mi bastón para andar. Nunca suelo cogerlo porque aún puedo moverme bien, pero hoy estoy haciendo un recorrido largo así que me lo he llevado conmigo como precaución y ahora me alegro de haberlo hecho; eso me hace el camino a casa más cómodo. Cuando llego al linde del bosque me detengo y entono la canción de cuatro notas de Rue, la que indica que estamos a salvo. A pesar de mi cansado oído puedo escuchar como los Sinsajo repiten la melodía. Rue está bien esté donde esté. Estos no son los mismos Sinsajo que cantaban con mi padre, sino sus descendientes, esos buenos pájaros se aparearon entre ellos y aprendieron a sobrevivir; ahora los Sinsajo ya son prácticamente una especie autóctona. Me despido de mi bosque y de mis pájaros y emprendo el camino a casa con buen ánimo.

- ¡Abuela! –mi nieta Rose viene corriendo cuando me ve– ¿Dónde estabas? ¡Todo el mundo te busca! –Rose es la hija pequeña de Dandelion, tiene veinte años.

- ¿Todo el mundo? ¿No teníais nada mejor que hacer? –me rio y ella sonríe también; le caigo bien.

- Anda vamos, mamá está hecha una fiera –me coge del brazo y deja que me apoye en ella mientras avanzamos.

- No me da miedo –digo riéndome.

- Lo sé, y ése es el problema; nada te da miedo.

Dandelion se fue a estudiar al Capitolio y volvió con un chico, Jack, y con un anillo de compromiso. Aparentemente ambos se conocieron en la facultad de bioquímica. De algún modo Dandelion era demasiado aprensiva como para estudiar medicina pero tampoco podía obviar la vertiente sanadora que había en ella, así que terminó siendo una versión moderna de mi madre; en lugar de elaborar ungüentos a base de nieve y hierbas, se preparó para fabricar medicamentos en sofisticados laboratorios del Capitolio. Los dos se quedaron un tiempo ahí hasta que se quedó embarazada de Mike, el mayor, y decidieron volver aquí donde empezaron a trabajar como farmacéuticos para poder pasar tiempo con su hijo y para que básicamente tuvieran a alguien quién les ayudase, es decir, nosotros. Peeta y yo hemos criado prácticamente a Mike, Emily y Rose, lo cual nos ha encantado a decir verdad. Me he encargado personalmente de que todos ellos sepan moverse por el bosque pero cada uno ha destacado en algo distinto: Mike ha ganado varios campeonatos deportivos, Emily se ha convertido en una excelente repostera y Rose canta como los ángeles. Los cinco han vivido en la antigua casa de Peeta hasta que mis nietos empezaron a desaparecer para ir a estudiar o a trabajar.

Mike se casó con Julia, una chica del Distrito y empezaron a vivir en la casa de Haymitch cuando él murió (el bueno de Haymitch, pienso en él prácticamente todos los días). Técnicamente la casa de Haymitch pasaba a disposición del gobierno una vez él muriese pero digamos que nadie se opuso a nuestra iniciativa de quedarnos con la casa (es parte de nuestra indemnización por todo a lo que nos sometieron, ¡alguna ventaja tenía que haber por tener nuestro nombre en una placa de la plaza!). Pagamos una cantidad simbólica (aunque relativamente alta) y Mike y su familia se fueron a vivir ahí. Soy bisabuela de unos mellizos encantadores que, al igual que sus padres, los hemos criado básicamente Peeta y yo.

Los Everdeen-Mellark (Los Juegos del Hambre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora