Parte 10 Cumpleaños Parte 1

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No he dormido demasiado bien porque aún tenía el miedo metido en el cuerpo, pero cada vez que me despertaba veía a Josh y a Peeta conmigo, lo que me bastaba para volver a tranquilizarme. Abro los ojos a las cuatro y media de la mañana, estoy cansada pero sé que no voy a poder a volver a dormirme, así que me levanto sin hacer ruido y me meto en la ducha; hoy hay muchas cosas que hacer y pienso hacerme cargo de todo. Estoy preparando el desayuno cuando Peeta baja alterado sobre las siete.

- Buenos días –digo con una sonrisa, él me mira preocupado.

- ¿Estás bien? Me he asustado al no verte...

- Sí, estoy bien, no te preocupes –Peeta baja los hombros, relajado.

- Me alegro.

- Veo que hiciste la compra ayer –digo mirando la nevera. De nuevo no me creo que dejase a Peeta solo con todo esto.

- La hizo Haymitch, le obligué a hacerla –dice con una sonrisita. Eso me preocupa.

- ¿Sabe él que yo...? –Peeta asiente con solemnidad.

- No me atrevía a dejarte sola ni tampoco a los niños, así que tuve que pedirle el favor –asiento. Llevamos contando con Haymitch desde que le conocemos y sigue sin fallarnos hasta día de hoy.

- ¿Mamá? –Dandelion aparece en la cocina, dejo todo lo que tengo en las manos para acercarme a ella, abrazarla y darle un sonoro beso en la mejilla.

- Has madrugado hoy, ¡feliz cumpleaños mi amor!

- Gracias, ¿te encuentras bien? –me pregunta preocupada. Odio cuando mis hijos se preocupan por mí así que esbozo una gran sonrisa.

- Sí, estoy muy bien, ¿nos ayudarás a tu padre y a mí a preparar la fiesta de cumpleaños?

- ¡Sí! ¡Iré a vestirme!

- ¡Espera! –Peeta la intercepta antes de que llegue a les escaleras– ¡Feliz cumpleaños tesoro! –le coge en brazos y empieza a dar vueltas con ella.

- ¡Bájame! ¡Ya soy mayor! –dice entre risas y Peeta la baja. Le da un último beso antes de irse escaleras arriba.

- Que "ya es mayor" dice –Peeta niega con la cabeza– pero si no mide más que medio palmo –de repente recuerdo a Rue, solo tenía un año más que Dandelion cuando murió. Trato de alejar ese pensamiento.

- Ya verás qué divertido será cuando pase la pubertad –me rio. Él me mira alarmado.

- ¿Pubertad? ¿Y eso qué es? Yo no pasé por eso –dice de broma aunque en cierto modo tiene razón, a Peeta y a mí nos robaron la infancia y la adolescencia.

- Oh sí pasaste por eso, te echaste novia, ¿recuerdas? –Peeta hace como si de repente se acordara.

- Sabes, estoy contento de que tengamos ese arco tuyo en casa. A ver quién es el listo que se atreve a emparejarse con Dandelion –no puedo evitar reírme ante la perspectiva de Peeta como padre celoso.

- Tuviste suerte que el mío no estuviera, él sí habría dado uso al arco –espero que Peeta se ría, pero no lo hace. Al parecer sí cree que le hubiera disparado.

Dejamos dormir a Josh un rato más y desayunamos. Nos ponemos de inmediato manos a la obra y los cuatro nos vamos a la casa de Peeta para habilitarla para los huéspedes. Mientras Peeta enciende la toma de corriente y comprueba que la caldera funciona, Dandelion y yo nos ponemos a barrer y a limpiar el cuarto. Al principio Josh está con nosotras, ayudando a traer las sabanas y las toallas limpias hasta que se cansa del trabajo, coge su cochecito y se va al patio a jugar. Por suerte las ventanas de estas habitaciones dan al exterior y puedo ir echándole un ojo. Peeta nos deja para ponerse a cocinar y Dandelion y yo terminamos de barrer y de pasar el polvo. El tiempo apremia.

Los Everdeen-Mellark (Los Juegos del Hambre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora