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Le tendí mi brazo caballerosamente y lo tomó, sentí el temblor de su mano. La dirigí a los elevadores, una vez que entramos la miré de reojo, ella miraba el suelo, estaba más que nerviosa, seguro era la primera vez en toda su vida que hacía algo así, ¿por qué lo estaría haciendo?, me pregunté. Caminamos por el pasillo hasta la habitación, le cedí el paso y entré detrás de ella encendiendo la luz.

—¿Cómo me contactaste? —pregunté inusualmente, pero desde la llamada todo había sido un poco extraño.

—Una... amiga me dio tu número —respondió no muy segura, no supe si creerle.

—¿Te explicó las reglas? —inquirí aunque adivinaba la respuesta.

—No... sólo me dijo la clave —contestó girándose.

—Bien, regla número uno: no nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío;
regla número dos: no preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en realidad,
¿entendido? —expliqué minuciosamente, pero como estaba nerviosa decidí guardarme la tercera regla para después.

—Sí, no nombres, no preguntas personales...

Me acerqué a ella, le quité el abrigo, comenzando a acariciarle suavemente uno de sus brazos con el dorso de mi mano, dándole confianza. Cerró los ojos y entonces acaricié su otro brazo con mis dedos, veía como subía y bajaba su pecho por su acelerada respiración. La tomé por la cintura y le fui besando el cuello de a poco, ella colocó sus manos sobre mi torso y las subió hasta mi cuello, un fuerte suspiro se le escapó, yo deslicé las mías hasta encontrar el cierre del vestido que fui bajando lentamente, acariciando su tersa piel. Su aroma era exquisito, subí dándole cortos besos en su mentón y la besé delicadamente, pero ella me respondió un tanto desesperada uniendo su lengua a la mía para rozarlas.
Su sabor era único.

Sentí como me quitó el saco y comenzó a desabrochar mi camisa en tanto yo
bajaba su vestido. Ella separó sus manos para terminar de quitárselo por completo, con nuestras bocas unidas, después me quitó la camisa y la tiró al suelo. Rompí el beso para colocar mis labios sobre su hombro y besárselo mientras desabrochaba su sostén, cuando la libere de él, besé uno de sus senos suavemente, succionando su pezón en tanto acariciaba el otro, ella tenía sus dedos entre mis cabellos y jadeaba con cada toque.

Después fui subiendo por su cuello hasta volver a besarla en los labios más apasionadamente que instantes antes, haciéndola caminar hacia la cama. Una vez ahí, la coloqué encima y me subí en ella, dispuesto a que disfrutara como quizá no lo había hecho antes.
Volví a besarle el cuello, presionándolo ligeramente con mis labios, luego bajé por en medio de sus senos, pasé por su abdomen y me detuve en su ombligo en tanto mis manos bajaban su monte de Venus para dejarla completamente desnuda.

Sus gemidos eran más intensos y de su boca escapó un grito ahogado cuando sintió mi lengua en su intimidad, la fui recorriendo, saboreándola, concentrado en hacerla vibrar, mi lengua se abría paso entre sus pliegues y llegó a todos y cada uno de sus rincones. Cuando sentí que estaba a punto de terminar sustituí mi lengua por dos dedos y la miré cuando llego al orgasmo. Tenía los ojos cerrados, apretaba el edredón y su frito casi fue ensordecedor.

Me levanté para quitarme lo que me quedaba de ropa, estaba demasiado excitado y necesitaba con urgencia estar dentro de su cuerpo. Me puse el condón y caminé de vuelta a la cama, me tendí sobre ella y fui deslizando mis dedos por sus piernas hasta llegar a la pelvis que fui apretando suavemente hasta que encontré el punto exacto que la excitaría de nuevo.

Abrió sus piernas dándome la bienvenida a la gloria de su cuerpo, así que entré en ella y el gemido no se hizo esperar al sentirme, comencé a comerme sus senos alternadamente mientras ella me sujetaba fuertemente por la espalda y yo me movía constante, pero lento, prologando el momento, sus fuertes gemidos me indicaban como lo estaba disfrutando y esa era una razón más para que yo lo disfrutara de igual manera que ella. Sentí como tensaba los músculos de su intimidad, aprisionando más mi miembro para lograr un roce más exquisito, entonces, puse mis manos sobre la cama para tomar más impulso y moverme con más rapidez en tanto sentía sus manos recorrer mi espalda.

La expresión de placer en su rostro era incomparable, las gotas de sudor en su frente brillaban y se mordía los labios sin quitarme la mirada, suplicaba por más con la voz entrecortada y yo fui aumentando paulatinamente la velocidad de mis movimientos hasta que ya no podía controlarme más y se volvieron delirantes, ansiosos por lograr aquel maravilloso éxtasis que alcancé instantes antes que ella, que me apretó fuertemente la espalda mientras su cuerpo parecía convulsionarse. Me dejé caer sobre ella, rendido y satisfecho, después me acosté a su lado.

—¿Te vas ya? —preguntó cuando me vio levantarme de la cama.

— Sí, pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada —respondí antes de entrar al baño.

—Espera... tú... —exclamó y supe que era momento de decirle la regla que faltaba.

—Regla número tres: no lazos afectivos.

Abrí la regadera, mientras caía el agua me retiré el condón y lo tiré en el bote de basura. Me metí a ducharme, esta experiencia había sido diferente y estaba desconcertado, tenía muchas preguntas en mi cabeza, por primera vez. Todo en ella era diferente, su forma de entregarse, sus palabras, me dio la impresión que no había estado con muchos hombres en la intimidad y lo que más me inquietaba era saber la forma en que ella había dado con esta sociedad. Salí de la ducha, me sequé y salí con una toalla enredada en la cintura.

La vi acostada boca abajo, abrazando la almohada. Tomé mi ropa y me vestí, me acerqué a la cama y la miré unos segundos, dormía profundamente, su rostro lucía tranquilo, sereno, pacífico, pero de pronto su ceño se frunció.

—Sí, ya sé que nunca tienes tiempo —exclamó dormida.

Me pregunté con quién estaría soñando mientras salía de la habitación.

Al día siguiente fui a la oficina por la mañana y en la tarde fui a visitar a Britanny que estaba muy contenta viendo televisión en la enorme pantalla plana de su habitación. Cuando salí de ahí Grace me llamó a mi iPhone, estaba llorando desconsolada, así que de inmediato subí a mi auto y me dirigí a su departamento. Al llegar apagué el otro celular, mi amiga estaba primero, antes que cualquier noche de pasión.

En cuanto me abrió la puerta se lanzó a mis brazos.

—¿Qué paso? —pregunté preocupado cerrando la puerta tras de mí.

—Jason se fue, sólo me dejó una nota —apenas y pudo responder entre el llanto tan intenso.

—Cálmate, ese infeliz no merece que estés así, te ha hecho un favor con irse.

—Es que eso no es todo, acaban de entregarme el reporte de la investigación y sí me engañaba.

—Maldito, pero te juro que esto no se va a quedar así, lo voy a buscar y voy a hacer que se arrepienta.

La llevé al sillón y ahí nos sentamos, la seguí abrazando mientras seguía llorando, en la mesa de centro vi que tenía un folder abierto con muchos papeles y fotos, tomé una y mis ojos se abrieron como platos, no pude creer con quién lo tomaron besándose al salir de un hotel, no podía ser eso cierto.

¿Estás libre esta noche? Parte ll (Joseph Quinn y tú ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora