CERO - ANTES (I)

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ANTES.

Hank ha sido el único apoyo que he tenido des de que mi madre decidió abandonarnos el día de mi cumpleaños. ¿Lo más triste? Es que ni siquiera compartimos lazos de sangre. No es mi padre, es mi padrastro.

Observo como se lleva la quinta botella de whiskey, de la semana a la boca, sin despeinarse, no entiendo en que momento había ido en aumento esta obsesión con el alcohol pero ahí estaba. Bebiendo como si no estuviese delante de él.

De todas las desgracias que puede haber en este mundo, la mía probablemente se lleve el óscar, que tu décimo-octavo cumpleaños sea el recuerdo de que tu madre exactamente una década atrás decidiese abandonarte en medio de las Vegas con un alcohólico no es algo que le pase a todo el mundo, pero digamos que Aba Muldano, no es una chica común, aunque no se si es en el buen sentido.

Mi tutora en la primaria solía decir que tenía mucha imaginación y así lo demostraba cuando era capaz de inventar historietas de la nada a mis compañeros de clase en la hora de la comida, en la secundaria perdí un poco de esa popularidad. No es que sea un bicho raro. Tengo a mis dos mejores amigos, Agnes e Ilay, aunque ellos se lleven a matar, lo son todo para mi.

Mi mirada vuelve a Hank. Este gime molesto limpiándose la comisura de los labios, sus ojos afilados como el peor de los cuchillos, me dedican una mirada letal que interpreto como que no debería haberme quedado a observarlo. Pero no podía evitarlo, Hank es todo lo que tengo en este mundo, todo lo que me queda de mi madre. Él y esta casa que se cae a pedazos, literalmente hablando, probablemente un día de estos se nos caiga el techo encima... Esto, me guste o me guste menos, es lo único que puedo considerar mío.

Aunque soy optimista, mis notas no son mediocres. Con suerte conseguiré entrar a Brown o a Yale, con suerte conseguiré alejarme de Black Sea, Hank y de todos.

Obviamente Ilay y Agnes vendrían conmigo, siempre conseguimos una forma de estar juntos.

Lo que me dolía más es que era la degeneración, pructo de estos tres últimos años, Hank ya no era ese borracho inofensivo que había sido, ahora era más un viejo verde. Me dolía porque había sido para mi lo más cercano a un padre y ahora cualquier día de esos...¿Quién sabe? Podría acabar en algo muy feo. No me gustaba la forma en la que había acabado todo. En el fondo me dolía abandonarlo.

Si tan solo dejara de meterse toda esa bazofia que se mete probablemente tendría solución pero eso no pasara. Las personas no cambian del día a la noche pero si pueden derrumbarse. Pueden cambiar hasta el punto de que dejes de reconocerlas. Estos tres años habían sido un infierno, sobre todo cuando volvía tarde, se volvía histérico, se había hecho con el salón, ahora era su guarida. Un terreno prohibido para mi.

—¡Aba!—grita yendo a por mi, se levanta del viejo y putrefacto sillón, que probablemente estaría ahí des de que llegamos a Black Sea, hará ya diez años mientras yo lo miro con los ojos como platos.

—Tengo turno de tarde en la librería—explico intentando escapar lo antes posible pero él ya está delante mío, prácticamente a cinco centímetros. Siento su repulsivo aliento y ese olor de podrido y pis de adulto, el alcohol barato solo empeoraba el estado del salón.

—Por favor Hank no tengo tiempo para esto—añado intentando que desista fuese lo que fuese que estuviese rondando por la mente.

Él me dedica una mirada lasciva mientras se señala su miembro. Yo blanqueo los ojos justo como llevo haciendo estos últimos tres años donde todo ha empezado ir a peor. No entiendo porqué todo estaba yendo así. No entiendo porque no puede volver a ser el borracho gracioso que me cuidaba con toda la bondad de su corazón... Era desesperante saber que el viejo Hank estaba dentro del nuevo Hank, aunque siendo honesta el nuevo Hank, de Hank tenía muy poco.

—Me voy—susurro sin esperar si quiera una reacción por su parte, siento mi pulso subido y el corazón latir con fuerza. Cada vez iba a peor, cada vez se atrevía más, cada vez sentía más miedo.

No dudo en echar a correr fuera de mi casa y no paro de hacerlo hasta estar lo suficientemente lejos, me llevo una mano al pecho intentando controlar mi respiración cuando llego finalmente a un paso de cebra. Espero a que el semáforo se ponga verde para continuar mi ruta y llegar al centro de la ciudad, finalmente llego frente a la plaza.

Voy sonriendo, o al menos eso intento, en el trayecto a la verdulera, al carnicero, a la quiosquera y al del supermercado, ellos me devuelven la sonrisa. En Black Sea todos nos conocíamos. Poco después llego a mi destino, la librería del señor Willow, mi puesto de trabajo favorito. Uno de los pocos sitios donde me sentía a salvo.

—Buenas tardes—susurro haciendo sonar la campana al entrar.

—¿Otra vez, Hank?—pregunta con agilidad la señora Willow al verme en la puerta, mira hacia su marido con preocupación. Yo intento esconder mi nerviosismo con una sonrisa pero es completamente en vano.

—Le he dicho que tenía turno de tarde—me sincero—De nuevo—añado, no era la primera vez que soltaba esa mentira—Esta vez ha sido peor, se ha atrevido a insinuarse de forma explicita—finalizo mientras la señora Willow no duda en dejar los libros que tenía en manos en un estante y envolverme con dulzura.

—Por favor, Aba. Sabes bien que eres bienvenida aquí—añadió—Ilay debe estar a punto de llegar del entrenamiento, que raro que ya no este aquí—finalizó ella poco después con una gentil sonrisa.

Y como si el moreno la hubiese escuchado en menos de un minuto mi mejor amigo entra en la tienda con fuerza, tiene la respiración agitada, como si hubiese venido corriendo. El hecho de que hubiese venido con el uniforme del equipo de futbol me revela que efectivamente así era.

—Eres mi ángel de la guarda—sonrío con sinceridad cuando el saca una tableta de chocolate aun con la respiración acelerada.

—No tienes porque volver ahí, en mi casa tienes una habitación libre—afirma con una sonrisa.

—Ilay, suficiente hacéis dándome trabajo como para que encima os incomode ocupando vuestro hogar—afirmo.

—No es molestia, además mañana toca instituto, debéis descansar—habló esta vez el señor Willow cerrando la caja registradora para finalmente mirarnos con seriedad.

La verdad es que siendo honestos no me hacia mucha gracia volver a casa con Hank en ese estado pero tampoco quería aprovecharme de la bondad de los Willow. Seguramente eso vaya a enfurecerle mañana pero hoy por hoy no pensaba volver a casa, el simple hecho de sentirlo cerca hace que me den arcadas en todo el cuerpo.

Hechos de fuego y luzWhere stories live. Discover now