CUATRO- DESPUÉS (I)

3 2 1
                                    

Mi móvil vibra y automáticamente se que es ella, Agnes. Probablemente ya tendría hasta el grupo sanguíneo de sus nuevas victimas. Ignoro mi móvil y continuo mi camino cruzando el gran edificio. Iría a casa y probablemente le diría a Hank que hoy me tocaba turno de tarde en la librería del señor Willow. A eso no diría nada porque alguien debe encargarse de que en su nevera haya cervezas.

Camino hasta llegar casi a las afueras de Black Sea, veo el edificio en ruinas que solía ser un hogar para mi.

Llego, saco las llaves, las meto en la puerta, y entro. El ruido de la tele me advierte que Hank ya estaba ahí. Escucho disgustada los gemidos de la peli porno que tenía puesta mientras él tira una botella contra la pared para darme la bienvenida. Observo asqueada como esta totalmente desnudo.

—¡Aba!—grita yendo a por mi.

—Tengo turno de tarde en la librería—explico intentando escapar o hacer que cambie de opinión. Había pasado una semana en la que no nos habíamos chocado, que había sido precavida, pero era insostenible, sabía que en algún momento volvería a atacarme.

Ahogo una arcada al sentir su olor, una mezcla de cerveza, pipi y suciedad.

—Por favor Hank no tengo tiempo para esto—añado intentando que desista, como siempre aun sabiendo inútil.

Él me dedica una mirada lasciva mientras se señala su miembro.

—Hazme una mamada—afirma con una sonrisa.

Mis ojos se salen de órbita pero él acorta las distancias aún más.

—Hoy te ves más bella de lo normal—susurra mientras pone una de sus asquerosas manos en mi culo.

—Por favor, Hank...Eres como mi padre—intento hacerlo razonar.

—Me imagino lo que será hacerte mía—añade, mientras de lo único que soy capaz es de darle un rodillazo en su miembro mientras aprovecho para salir corriendo aprovechando la puerta del jardín trasero. Sabía que esto me costaría caro pero mi cuerpo es incapaz de tolerar más.

Él fuera de si, corre detrás mío sin reparo. No entendía como a pesar de los litros y las drogas que llevaba encima corría como un auténtico deportista.

—Tu te lo has buscado—suelta después de una tétrica carcajada.

Salto la vaya del jardín como puedo no es que fuese atlética ni nada por el estilo pero en momentos como ese una descubre nuevas facetas, él corre detrás mío, sabe que no tenemos vecinos excepto un bosque abandonado. Genial.

Corro como puedo en medio del bosque, odiaba esta época del año precisamente por eso, eran las seis de la tarde y parecía que ya fuese de noche.

Entonces en medio de mi caos, el chico de la chaqueta de cuero aparece en medio de esos árboles oscuros, y Hank, desnudo, y en plena forma está igual o más sorprendido que yo.

—¿Qué es lo que te pasa?—pregunta Hank al chico nuevo.

Este sonríe pausado.

Mis ojos se salen de órbita. Esto no terminaría nada bien.

—¿Te gusta ir por ahí desnudo?—pregunta él con burla—Será una nueva invención—añade eso último más para si mismo que para nosotros.

—¿Qué te importa? Estoy jugando con mi pequeña niñita—afirma Hank, lo miro con los ojos como platos.

—En un juego los participantes se lo pasan bien y te aseguro que yo no—interpelo yo en un hilo de voz—Hank, por favor, dejame en paz. Ibas a violarme...

—¿Te iba a violar?—pregunta sobresaltado Archie.

Yo soy incapaz de levantar la mirada, tomo aire con fuerza mientras entrecierro los ojos cansada. Hank perdiendo todo atisbo de paciencia salta encima del chico con una de sus navajas, este con una fuerza increíble con un simple empujón hace que Hank termine con el culo en un árbol no muy cercano a donde estábamos precisamente. Observo con los ojos fuera de órbita la escena incrédula.

—Me se proteger sola gracias—eso es lo único que soy capaz de pronunciar, sigo sin ser capaz de que mis ojos se encuentren con los suyos, me sentiría demasiado avergonzada y expuesta, él camina hacia mi.

—No te conozco, aun asi no me cabe duda, a pesar de ello a veces necesitamos una ayudita—sonríe—¿No crees?

—Gr-gracias—consigo articular, mientras me doy cuenta de que Hank dormiría unas horas.

—¿Qué piensas hacer?—pregunta él ahora serio mirando hacia el cuerpo moribundo de Hank.

—¿Perdón?

—No pienso dejar que vuelvas a esa casa—afirma mientras señala con el dedo mi apreciado hogar, una casa que se caía a cachos en medio de la nada. Al parecer eso se apreciaba incluso con los metros de distancia que llevábamos.

—¿Tienes una idea mejor?—pregunto divertida poniendo mis ojos en los suyos por primera vez, supuse que llevaba mucho más tiempo del que pensaba observando mi huida, en ese viejo y salvaje césped de un bosque que ya nadie pisaba.

—Sí—afirma convencido.

—¿Cuál?

—Vivir en mi casa—responde sonriendo como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

Hechos de fuego y luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora