Capítulo 9

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Ezra


La noche del cotillón es hoy. Este es uno de los eventos en donde la gente va vestida de la manera más elegante que puedas imaginar, usando atuendos de los más reconocidos diseñadores. Es como una pasarela donde personas de la alta sociedad se hacen presentes para presenciar el debut de dieciocho jovencitas. La verdad yo esperaba quedarme en el pent-house, pero mis hermanas me han exigido asistir, así que no tengo otra opción.

—¿Vas a estar en el evento? —le pregunto a Dimitri mientras estamos en mi habitación y termino de arreglarme.

No hay gran novedad con lo que voy vestido, es el clásico smoking negro que usan los "caballeros" para esta clase de eventos. Lo que me molesta es la pajarita, la detesto.

—Voy a estar afuera, no puedo acceder así nada más —responde desde el umbral de la puerta, viendo que ya estoy casi listo—. Vas a acomodar tu cabello, ¿cierto?

—Tengo que hacerlo. —Bufo y comienzo a acomodar mi cabello hacia atrás.

No estoy acostumbrado a llevarlo así, aunque debo admitir que me veo bien. No usaré algún gel fijador porque me veré ridículo, natural se ve bien, con algunos mechones que caen por los costados. Doy media vuelta y le muestro a Dimitri cómo me veo para que me dé su opinión. Él asiente viéndome de pies a cabeza.

—Pareces uno de esos muñequitos que ponen en lo más alto del pastel de seis pisos. —Se ríe y le muestro el dedo medio—. Te ves bien.

—Con eso es suficiente. —Le indico que salgamos.

Mis padres y mis hermanas se han ido hace un par de minutos ya que estaba recostado procesando lo que pasará en esta noche, solo espero no arrepentirme.

—¿Pasarás por Hilary? —inquiere en cuanto nos detenemos en la encimera de la cocina.

—No, ella va con su familia. —Bebo un vaso de agua porque siento que me deshidrato.

—Oh, lo entiendo.

—Solamente estamos esperando a la estrella de esta noche —le digo mientras veo mi reloj—. ¡Roma, apúrate!

Grito el nombre de mi hermana desde mi lugar y resuena en todo el piso, no hay respuesta de su parte, cosa que me desespera. Hace tres horas que comenzó a arreglarse y no puede ser que todavía no termine. Pero escucho el sonido de unos tacones que se aproximan a donde nos encontramos.

—Qué molesto eres —expresa con molestia, se reacomoda el cabello y toma su bolso—. Ya estaba lista.

—¿Y por qué no salías?

—Porque no me decidía por el color de mi pintalabios. Al final decidí por uno natural.

—¿Tanto para eso? —Niego y ruedo los ojos—. No puede ser.

Inolvidable desastre [En proceso]Where stories live. Discover now