31- Puente

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Sentía ganas de verlo, no sé los voy a negar, quería salir a abrazarlo y fingir que nunca nos habíamos separado.

Quería dejar atrás toda esa hipocresía y abrazarlo con demasiada fuerza. Pero no podía, no podía porque ahora mismo lo único que nos mantendría unidos era esa hipocresía.

Comienzo a caminar por aquel enorme puente decorado, supuse que por los niños, con muchas florecillas amarillas.

Más allá de él podía ver e incluso escuchar que me habían preparado una bienvenida.
Pero no me importaba nadie más. Ni bienvenidas, ni siquiera las florecillas, solo me importaba esa mirada penetrante y por qué no, amenazante.

Si tanta rabia tenía hacia mi, ¿por qué carajos salió a recibirme?

Mis pasos eran pesados y el crujir del puente y sus tablas me recordaban a cada respiración que esto no iba a ser bueno, pero ¿que haría? ¿correr? no, yo quería tenerlo cerca aunque eso resultara ser una cruda batalla.

-Dos años- me dice cuando llego a su lado y piso la hierba verde y mojada por el rocio.

La luna está demasiado clara, y la juzgaba por ello, por permitirme  ver qué el no había cambiado en nada, solo... solo estaba más triste.

-Vamos dentro- es lo único que le digo y le dejo mi maleta para que la lleve.

Claro que quería abrazarlo, besarlo, tocarlo... pero ¿recuerdan que les hable de hipocresía?
eso estaba siendo yo ahora, una perra hipócrita.

Comienzo a caminar y su mano se cierra en mi muñeca con la única intención de lastimarme.
"Me lo merecía"

-¿Y ahora qué?- suelto con un nudo en la garganta pero incapaz de mostrarme débil.

La culpa había sido mía ¿por qué carajos me portaba como si fuese la víctima?

-Las cosas han cambiado- lo dice con algo que por más que quise no pude identificar.

Me sentí mal porque... ¿podría... ¿podría ser que ya no fuera la misma persona que deje hace dos años?

-Lo sé. No es algo nuevo.

Se ríe como queriéndome decir: a la mierda hablar contigo.

-Se llama Ela- agarra mi maleta y comienza a caminar.
Sentí celos, una rabia me carcomió en instantes así que intento soltar con ironía y dolor, demasiado dolor para mi jodido gusto.

-Asi que no lo has pasado...- se gira a mirarme.

-Esclerosis lateral amiotrófica- me petrifico.

-¿Cómo...?

-Me ha hecho compañía cada noche en la que quería tenerte a ti- me desnuda el alma con la mirada- así que supongo que solo la tengo a ella.

Historias de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora