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—Puse tu cepillo de dientes en la bolsa de a lado, llevas tres mudas de ropa extra, hay un paquete de galletas por si te da hambre y te da pena pedir comida, anoté el número de la casa y mi celular en la libreta de Hello Kitty por si necesitas que vaya por ti en la noche, revisé el clima y aparentemente no habrá tormenta, la lámpara de noche está en una bolsa de plástico sellada, tu peluche favorito...

Lía se había aburrido de oír las indicaciones de su padre después de las primeras diez frases, pero comprendía su preocupación, después de todo, era la primera vez que pasarían la noche separados. No tenía miedo de dormir lejos de su cama, irónicamente, temía que fuera el cenizo quien se pusiera sensible durante el fin de semana.

—Pai, ¿podemos irnos? —preguntó de la forma más tierna que pudo.

Cellbit entendió la indirecta, bajando con ella por las escaleras hasta la camioneta. Le dijo a Nessa que no tardía en regresar y arrancó.

Si era sincero consigo mismo, era un absurdo lo que estaba haciendo a pesar de que la idea fue de Lía. No podía dejar de pensar en la estupidez de su comportamiento con respecto a Roier. Si, parecía tonto darle tantas vueltas al asunto, pero la nana había mencionado una verdad durante la semana: si le das mucha importancia a un asunto que "no te interesa", debería preguntarte entonces porqué sigues aferrado a ello. Quizá ser indiferente no resultaba, porque si su corazón tuviera que hablar en su nombre, diría que sus sentimientos no eran normales; en general haberle dado un beso ya sobrepasaba los estándares de una "amistad", pero, dioses... Que confusión.

No había notado que llevaba la mitad del camino recorrido. Soñar despierto no era benéfico, y menos cuando intentaba adaptarse aún a la ciudad. El semáforo cambió a verde y finalmente llegaron hasta la finca de lujo donde vivía Roier. Cellbit aparcó frente al jardín, ayudándole a Lía a bajar las maletas sin problemas, cargándolas con un solo brazo, mientras que su otra mano tomaba la de su hija.

Después de tocar el timbre, la puerta se abrió.

Cellbit pensó que lo primero que vería serían los ojos agua del pelinegro, pero en lugar de él, vio a una mujer más joven y rubia, con rasgos fenotípicos parecidos a los de Roier, que les sonreía.

—Hola, ¿puedo ayudarlos?

—Ah, sí. Estoy buscando a...

—¡LÍA! —se oyó a lo lejos la voz de Bobby, quien rápidamente corrió hasta la puerta, notablemente emocionado. —¡Viniste!

—¿Lía? —preguntó la mujer. —¿Es la Lía de la que me hablaste, cielo?

—Sí, tía Samy. Es ella, y él es su papá

Cellbit sintió un alivio al oír la palabra "tía", por un momento creyó que se trataba de la madre del muchacho; pero su felicidad duró poco porque si ella estaba ahí, eso quería decir que...

—Lo siento mi falta de modales. Soy Samy, hermana de Roier. Tú debes ser Cellbit—se presentó extendiéndole la mano.

El brasileño devolvió el saludo. —Un placer. Perdona, ¿se encontrará Roier? Se supone que Lía pasará el fin de semana con Bobby.

Samy sonrió de nuevo, mirando hacia su sobrino. —Cielo ¿por qué no le dices a tía Jaiden que les dé un plato de pudín a ambos? Pueden jugar en tu habitación

—¿En serio? —respondió Bobby entusiasta. —Iré a decirle

—Vamos, pasen. Bienvenidos —dijo Samy, llevando a Cellbit e hija hacia la sala principal.

Al entrar, Cellbit sintió como si le hubieran lanzado un balde de agua fría. Por Odín, se hallaban los padre y la otra hermana de Roier ahí, incluyendo a éste último de paso. Al percatarse de su presencia, cruzaron miradas inevitablemente, con un sonrojo amapola.

Niños, mejores consejeros |GuapoDuo|Where stories live. Discover now