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Después de la confesión, Roier quedó sin articular palabra. ¿Cómo podía decir todo aquello sin inmutarse? Así de sencillo, así de sincero. No leía mentira en sus ojos, y precisamente ese fue el motivo por el que no decidió salir corriendo. No era necesaria una explicación, porque ese brasileño poseía el don de persuadir, de hacerlo sentir tan increíblemente seguro que, por un segundo, creyó de forma ingenua que empezar una relación con él era la siguiente puerta que debía tocar. Debía serlo.

Por otro lado, era absurdo creer que los sueños se hacen realidad. Ya había sido iluso al creer que su ex esposa era la mujer de su vida, ¿y en qué había resultado? En un desastre. Le habían roto el corazón de forma tan cruel, que el miedo a aceptar a alguien más entrar en su corazón ganó. Cellbit era un perfecto desconocido aún, sin tomar en cuenta su modo de imponerse. ¿Quién le aseguraba que no lo estaba seduciendo únicamente con la excusa de obtener la ciudadanía inglesa?

Estaba a punto de refutar todo, pero debió callarse. Escuchó pasos acercándose hacia la cocina.

—Hablaremos de eso luego —dijo Roier. —Puedes dejar la maleta de Lía subiendo las escaleras, yo me encargo de llevarla a su habitación al rato.

Sin mediar más palabras, el castaño salió. No espero a que Cellbit regresara, de todas formas, solo tenía que subir las maletas.

El brasileño obedeció, y al llegar al segundo piso escuchó la inconfundible risa de su hija. Le dio curiosidad y entró al cuarto de dónde provenía. Encontró a Lía y Bobby haciendo un fuerte con almohadas en el piso. La habitación de Bobby le pareció de ensueño: tenía varias figurillas de aviones colgando del techo, una mesa llena de modelos escala de barcos y naves espaciales, un poster gigante de Spiderman con figuras de acción en un baúl de madera y fotos de él con su padre. Le pareció especialmente tierno un dibujo enmarcado con la leyenda: "Mi papá es el mejor".

—¡Pai! No te acerques mucho o el fuerte quedará hecho trizas —dijo Lía, saliendo entre varias almohadas.

—No, cielo. Vine a decirte que ya voy a casa. Recuerda que si quieres que venga por ti, no tengo problema

—Pierda cuidado, señor Scherbius—dijo Bobby al otro lado de la pila de almohadones. —Yo la cuidaré

—Ja, yo sé cuidarme sola

—Sí, pero eres una niña, y las niñas deben ser protegidas por los niños. Eso siempre me dice mi papá

—Pero Nessa siempre cuida de mi pai y de mí, y es mujer, ¿verdad, pai? —volteó Lía hacia el rubio, sonriendo.

—Porque Nessa es astuta.

—¿Una persona astuta puede proteger a todos aunque sea mujer? —preguntó Bobby.

—Hombre o mujer, si una persona está interesada por conservar la seguridad de alguien quien aprecia, hará cosas para lograr su objetivo

Lía y Bobby se miraron. No entendieron nada de lo que dijo Cellbit.



...



Media hora después, Cellbit había tenido una conversación amena con la familia de Roier, sorprendiéndose de la química en general. El único que no parecía darle cachas era el mismísimo Roier. No esperaba que hubiera un "sí" repentino de su parte, después de todo, él mismo había descubierto que sus sentimientos no eran broma. Es decir, ¿Qué pasa cuando toda tu vida has estado convencido de algo y al final llega una persona, la correcta, para cambiar tu paradigma? Cellbit no había caído en cuenta de esto último. Roier había sido el parteaguas para toda su vida desde la muerte de su esposa. Quizá por eso se había permitido confiar de nuevo, sin fijarse en que fuera hombre... Simplemente sentía que era lo indicado. Sin preguntas.

Niños, mejores consejeros |GuapoDuo|Onde histórias criam vida. Descubra agora