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Transcurrió una semana antes de que Cellbit pudiera pasar los momentos más críticos que definirían su pronóstico. Debido a la naturaleza de su estado, era dependiente de un ventilador artificial, por lo que había permanecido intubado hasta su actual evolución; tenía colocada una férula inmovilizadora en su hombro, un collarín y un catéter por debajo de clavícula derecha cuya función era administrar suero y medicamentos. Por precaución, las visitas habían sido restringidas mientras se hallará así, pero comenzó a dar datos de recuperación prematuramente.

El doctor Maximus pensaba que el periodo para comenzar a notar actividad cerebral más enérgica sería de catorce días. Cellbit había acortado ese tiempo a la mitad. Esto le valió un pase a otra sala de hospitalización, sin embargo continuaba con un tubo en la garganta. Las heridas que había sufrido, sumado a la intervención quirúrgica le habían provocado una inflamación facial tan importante que su nariz era incapaz de inhalar y exhalar por sí sola. El bolo de antiinflamatorios era lo que bajaba un poco su apariencia de boxeador recién salido de una pelea de cinco rounds.

Estar en esa nueva habitación tuvo la ventaja de poder ser apto a recibir visitas. La primera en llegar a verlo fue Nessa, quien, gracias a su experiencia previa en hospitales consiguió un permiso especial de parte del subdirector para que Lía pudiera pasar, dado que a los menores de edad solían ponerles restricción de acceso.

Esos últimos días habían sido particularmente duros para la pequeña rubia, y a manera de retribución, Roier ofreció su casa para alojar a la niñera y la niña, dado que sin Cellbit en su hogar, no podían subsidiar los gastos al menos de manera temporal. No podía evitar sentir culpa con respecto a su familia, si no hubiera corrido esa noche... Nada más ocupaba sus pensamientos, y por ser el indirectamente responsable, se había prometido a sí mismo no exponer a nadie más en peligro, incluyendo a quienes fueran cercanos a Cellbit.

Increíblemente la mayor ayuda vino de Baghera, conjuntamente con Samy y Jaiden las hermanas Alt, al igual que los abuelos de Bobby. Al enterarse de la tragedia del cenizo habían ido a hacer rondas de visita para poder cuidar de Bobby y Lía, así como turnos para que los niños no perdieran clases. Roier no se había separado un segundo del ala de cuidados intensivos, excepto para ir a casa por ropa limpia, dormir o ducharse, pero siempre procuró no estar lejos por más de tres horas.

Por eso, al habilitarse el horario de visita con Cellbit, él esperó que Nessa y Lía terminaran de pasar tiempo con el cenizo para poder acercarse. Mientras esperaba a que el guardia diera su pase de entrada, Jaiden había llegado a sentarse a su lado con un vaso de té caliente.

—Toma

—Gracias —dijo Roier, cabizbajo.

—¿Es cierto lo que le has dicho al doctor?

—¿A qué te refieres?

Jaiden se encogió de hombros. —Es que cuando no estás presente, el doctor Maximus sale a preguntar por la pareja de Cellbit...

Mierda, es cierto.

Roier alzó una ceja y soltó un suspiro grande. Realmente tenía una justificación "válida" para ese título, pero cada que los días pasaban, empezaba a creérselo más. Y al parecer Jaiden no estaba enojada de su pequeña mentira piadosa.

—Necesitaban un familiar en esa noche. No me hubiera creído si solo me hubiera presentado como su amigo —respondió el castaño.

—¿Y estás seguro que son solo amigos?

Ella lo vio con esa mirada inquisidora que lograba sacar la sopa a cualquiera que se cruzara con ella. Si bien Jaiden no solía entrometerse en la vida personal, no tanto, de sus hermanos, le interesaba que Roier se comportara así de atento. Ella entendía que podía ocultarle algo, aunque no era tiempo de interrogarlo; en esa situación, conocía tanto a su hermano como para predecir que lo que fuera que pasara por su cabeza, lo sacaría a la luz eventualmente.

Niños, mejores consejeros |GuapoDuo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora