Cap.9

470 49 0
                                    

Aún le quedaba un largo camino. Y la botella que iba tomando se iba acabando poco a poco. No sabía cómo, ni porqué. Pero había llegado a la casa de cierta castaña que la volvia loca. ¿Sería prudente tocar su puerta? No, no lo era. Pero a estás alturas ya nada importaba. Solo quería decirle a Jennie cuánto la amaba y todo lo que sentía por ella.

Toco el timbre de aquella casa. Al ser ya noche la servidumbre no estaba. Jennie bajaba las escaleras. Sin ganas. Una vez llegó a la puerta la abrió. Encontrándose con la tailandesa. Con la ropa mojada. Sus ojos hinchados y rojos. Y aliento alcohólico.

—Santo dios— dijo al ver el estado de la peliroja. —Ven— hizo que la peliroja entrará a su casa. Rápidamente la llevó hasta su habitación sin importar que dejará agua regada por dónde quiera. —¿Qué haces a estás horas en la calle? Y peor estando borracha— regañaba la castaña.

—J-jennie— dijo la peliroja calmando su llanto—Quiero hablar contigo—

—Yo también quiero hablar contigo. Pero lo haremos cuando te hayas bañado. No quiero que te de un resfriado— dijo la castaña buscando una pijama para la tailandesa. —Quítate la ropa—

—¿Ni un café al menos?— dijo la tailandesa con un sonrojo en su rostro—

—P-para qué te bañes. Lalisa— dijo la castaña con la cara roja.

La peliroja se metió al baño de la habitación de la castaña. Quitó su ropa mojada y se metió a la regadera. De está caía agua caliente. Se sentía bien a decir verdad.

Paso un rato. Y finalmente acabó de bañarse. Se envolvió en una toalla y salió de aquel baño.

—No sé si quieras que te de uno de mis calzoncillos. Son nuevos— dijo la castaña.

—No creó que me sirvan de mucho— dijo la peliroja.

—¿A qué te refieres?— pregunto confundida la castaña.

—Olvídalo— dijo la peliroja.

La tailandesa se cambió con cuidado. La castaña se había dado vuelta para darle privacidad a la peliroja. Una vez terminó de vestirse. Le dijo a la castaña que ya podía voltear.

—¿Ahora podemos hablar?— insistió la aún borracha peliroja.

—¿No crees que sería mejor hablarlo mañana? Lisa, estás alcoholizada— dijo la castaña. —Ven. Acuéstate— le pidió la castaña a la peliroja.

Está hizo caso enseguida recostandose. La castaña se acostó a su lado. Rápidamente la menor se aferro a su pecho. La castaña acariciaba el pelo húmedo de la menor, con cuidado. Dejó un beso en su frente y se acomodo para dormir.

A la mañana siguiente. La primera en despertar fue la castaña. Veía el relajado rostro de la tailandesa. Dormía plácidamente sobre su pecho. Su respiración calmada y un leve pucherito en sus labios. Sonrió ante tan hermosa escena.

Salió de entre los brazos de la tailandesa como pudo. Le acomodo una almohada a un lado para que la abrazara en su ausencia. La castaña bajo las escaleras de su casa hasta llegar a la cocina. Dónde se encontraba la cocinera.

—Hola Nana. Buenos días— saludo la castaña.

—Buenos días mi niña. ¿Quieres que te haga el desayuno?— pregunto amablemente la señora.

—No... quisiera poder prepararlo yo. ¿Puedo?— dijo la castaña sonriendo.

—Es tú casa. Puedes hacer lo qué tú quieras— dijo la señora.

La castaña le dio una amable sonrisa. Sin más, la señora se retiro de aquella cocina. La castaña puso manos a la obra. Comenzó a mezclar la harina, huevo, leche, y mantequilla. Hacía todo muy rápido. Finalmente terminó. Hizo unos panqueques con miel de maple. Un omelete con champiñones, y un jugo de naranja. Puso todo en una bandeja y subió las escaleras con cuidado, llegó a su habitación y puso la bandeja en su mesita de noche.

—Lisa— le hablaba a la peliroja. —Lalisa, despierta— volvió a llamarla. Movía los brazos de la peliroja. Sin embargo, está no se levantaba.—Lalisa, maldita sea, despierta— dijo la castaña tapando la nariz de la peliroja. Y cómo por arte de magia la chica se levantó buscando aire.

—¡Oye! Pude haber muerto— se quejo la pelinegra de mala gana.

—Pero no lo hiciste— dijo la castaña contraatacando. —Ahora cállate y come— le ordeno poniendo la bandeja en sus piernas.

La peliroja veía atentamente la comida. Se veía muy bien, a decir verdad. Corto un pedazo de omelete y lo llevó a su boca, deleitándose por el sabor de este.

—Dios mío. Esto está muy bueno— dijo la tailandesa. Continuó comiendo tranquilamente hasta acabarlo todo. Hacía mucho tiempo que la peliroja no comía así de mucho.

—Vaya, te lo acabaste todo— dijo la castaña sonriendo. —Bien... ahora, hablemos— dijo dándole paso a lo que la peliroja quería decirle.

La tailandesa limpio sus labios con la manga de la pijama que traía puesta. Se acomodó en la cama y miró directamente a la castaña, haciendo qué está le prestara mayor atención.

—Y-yo...— la peliroja suspiró intentando tomar valor. —Jennie, yo realmente no quiero que te cases. Pensé que alejandote de mi vida iba a poder olvidarte, pero solamente seguiste apareciendo en mi mente a todas horas, estuviste siempre presente en mis pensamientos. Pasé mucho tiempo sufriendo por ti. Y joder, de verdad que dolía no poder tocarte o si quiera verte cuando iba a la universidad. Espere todos estos años intentando sacarte de mi, y cuando creí que lo había logrado. Vuelvo a Francia y lo primero que siento al verte son las malditas mariposas que pensé que había ahogado. Espere todos estos putos años para poder decirte de frente, que te amo. Te amo y no puedo vivir sin ti — en este momento de su desahogo, la peliroja ya tenía lágrimas en los ojos. Mientras que la castaña tenía un nudo muy grande en la garganta. Por las mejillas de ambas caían lágrimas.—Jennie Kim, te amo, y lamento no poder habértelo dicho hace 7 años antes— la peliroja terminó de decir una cierta parte de cómo se sentía.

Con la manga de la pijama limpio sus lágrimas, se acercó a Jennie y con sus dedos limpio las lágrimas que caían de sus regordetas mejillas.

—Lalisa. ¿Por qué no me dijiste de tus sentimientos antes de irte? Pude haberte esperado. —dijo la castaña reclamándole. —Pude haberte esperado, Pude haber pasado todos estos años con la maldita esperanza de que volverías. Pude haber ido hasta ti, simplemente para decirte que también estaba enamorada de ti, y que te amaba. —decía la castaña. Realmente le dolía el hecho de la peliroja nunca dijo nada. —Eres una idiota— la insulto. Se lanzó a sus brazos. Rápidamente la peliroja abrazo a la castaña. Se aferro a ella cómo si se la fueran a arrebatar, o si fuera a desintegrarse.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now