Cap.8

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Estaba amaneciendo. Una luz se colo en aquella habitación de hospital, dando justo en la cara de la peliroja. Se levantó poco a poco acostumbrando sus ojos a la penetrante luz. Sus ojos finalmente pudieron ser abiertos. Vio a la castaña en su pecho, aferrándose a ella. Cómo si estuviera escondiéndose de algo.

Su ceño levemente fruncido. Un pequeño puchero en su boca, y lagrimas callendo de sus ojos. La peliroja acaricio las mejillas de la castaña, intentando despertarla sin asustarla.

-Jennie- susurro suavemente la tailandesa.

La castaña poco a poco fue abriendo sus ojos. Con su mano restrego su ojo un poco. Sus ojos se encontraron con unos lindos ojos miel.

-Buen día- dijo la peliroja.

-Buen día- le contestó la castaña.

Todo estaba sucediendo muy rápido. ¿Cómo es que en aquella comida no pudieron ni hablar, y en aquel cuarto de hospital habían dormido juntas? Muchas preguntas surgían en la mente de ambas chicas. Preguntas que quizá no tendrían alguna respuesta. Pero de algo estaban seguras. No querían alejarse. No querían volver a perderse.

Y sabían que para eso tendrían que tener una platica. Una dónde tenían que confesar sus sentimientos. Dónde tenían que decir finalmente lo qué tuvieron años reteniendo.

-L-lisa- llamó la castaña a la peliroja- tengo que decirte algo- dijo llamando la atención de la chica. -Y-yo... yo voy ha...- la castaña no sabia que palabras usar para describir lo que tenia que decir. -Lisa. Voy a casarme- dijo la castaña.

La peliroja veía con rostro inexpresivo a la castaña. ¿Escuchó mal? Por un momento creyó haber escuchado a la castaña decir que iba a casarse. ¿Fue real?

-¿Vas a casarte?- dijo la peliroja en un susurro. Las lágrimas amenazaban con salir. Sin embargo logró retenerlas.

¿Cómo le explicaba a la castaña que llevaba años queriendo decirle cuanto la amaba? ¿Cómo le diría que todos esos años que estuvo lejos de Francia, la había extrañado tanto? ¿Cómo le decía al amor de su vida qué cada noche peleaba consigo misma para no llamarla? La peliroja no creía lo que le dijo la castaña. Su mente daba vueltas. Solamente le quedaba aceptarlo. No podía hacer nada al respecto.

-¿L-lisa?- logró articular la castaña, al no resivir alguna reacción de la peliroja.

-Muchas felicidades por ti, Jennie. Estoy feliz que hayas encontrado a alguien que te ame, y qué tu ames. Espero sean muy felices- dijo la peliroja.

La tailandesa se levantó de la cama de hospital. Ya no tenía la vía puesta. Pues antes de que despertaran una enfermera había ido a retirarla.

-L-lisa... y-yo...- intentaba explicar la castaña.

-Tengo qué irme. Jennie- dijo la peliroja saliendo de la habitación.

-Señorita Manobal. Su madre fue dada de alta hace un rato. Su hermano Bambam la llevó a casa- dijo el doctor. -Y no se preocupe por los gastos. Su hermano dejó pagado todo-

La peliroja solo pudo asentir. Necesitaba salir de aquel lugar. Corría por las calles de Francia. Sin algún rumbo. Sólo iba a dónde el viento la guiaba. Su corazón dolía. Y sus sentimientos seguirán reprimidos. Pues ¿Qué caso tenía decirle a Jennie lo que sentía, si ella se casara de igual manera?

No sabía cuanto había corrido. Había llegado a un parque. Alejado de aquel hospital. La tarde estaba nublada. Y la lluvia amenazaba con caer.

¤

Una castaña se encontraba en la habitación de su hermana. Siendo consolada por está.

-A ver. Le dijiste que estabas comprometida. ¿Le dijiste con quien?- la castaña negó sin apartar su cara del cuello de si hermana. Su lugar seguro. -Creó qué tenían que haber hablado con seriedad y mayor calma antes de darle esa noticia tan derrepente-

La pelinegra acariciaba el cabello de su hermana. El llanto de esta no disminuía. La castaña soltaba sollozos un tanto fuertes. Ella realmente no quería casarse. Pues ese compromiso fue planeado por sus padres, no por ella. La castaña no pensó bien en cómo reaccionaria la tailandesa al soltar eso tan derrepente.

-N-no sé qué hacer. Jisoo- confesó la castaña a su hermana. -S-sabes qué n-no puedo decirle q-que no a nuestros p-padres- dijo la castaña saliendo de su escondite.

La pelinegra se quedó pensando. Y una idea extraordinaria se le vino a la mente. Haciéndola sonreír.

-Hermanita. Tengo la solución para tú problema- dijo con una sonrisa de lado.

¤

Una rubia prestaba atención a todo lo que cierta pelinegra le explicaba. Aunque casi no prestaba atención al estar viendo aquellos lindos labios que la volvían loca.

Cuándo Lisa estuvo en Bangkok. La Kim mayor y Rosé comenzaron a salir para conocerse mejor. Y aunque eran totalmente diferentes. Había algo en ellas que las quería juntas. Al cabo de 4 años finalmente la rubia le pidió a la pelinegra que fuera su pareja. Lo que no sabía era que la pelinegra tenía planeado hacer la misma pregunta ese día.

-Sólo puedo decir que estás totalmente demente si piensas que haremos eso- dijo la rubia sin dejar de observar esos hermosos labios.

-Rosie, por lo qué me contaste. Lisa te dijo mientras estaba en Bangkok que extrañaba a Jennie, y que sin pensarlo desarrollo sentimientos hacia ella. Y te consta el decir qué esos sentimientos no se hicieron más fuertes cuándo se volvieron a ver- dijo la pelinegra sentándose en el regazo de su novia. -Se que suena loco. Pero es la única opción que veo para que mi hermana y Lisa puedan estar juntas- dijo la castaña a solo centímetros de los labios de la rubia.

-Luego hablaré con Lisa. Ahora deja de jugar y bésame- dijo la rubia humedeciendo sus labios.

El par se fundió en un dulce y acalorado beso. Últimamente no habían podido verse mucho debido a que la pelinegra se la vivía dirigiendo el cargo en la empresa de su padre.

-Sabes qué si seguimos no podremos detenernos. ¿Verdad?-dijo la pelinegra acomodándose entre las piernas de la rubia para abrirlas, y subiendo lentamente su falda.

-¿Y a caso eso es problema?-respondió la rubia sin despegarse de aquellos labios que tanto deseaba.

Sería una larga tarde para ambas. Y para la asistente de la pelinegra también.

¤

Una peliroja caminaba bajo la lluvia de camino a su casa. Pues había corrido bastante lejos. Su teléfono se había mojado. Y no funcionaba. Sinceramente no le importaba. Solo quería llegar a casa. Tomar algo y acostarse en su cama.

Llego a una tienda de conveniencia que se le atravesó en el caminó. Tomó una botella de alcohol. El más fuerte y puro que pudo encontrar. Pagó con su tarjeta y siguió con su camino. Iba tomando de aquel líquido que le quemaba la garganta. Y lagrimas camufladas con la lluvia bajaban por sus mejillas.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now