Cap.5

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—¿Jennie? Ah si, si, ella está conmigo— respondió la tailandesa a su padre.

—Oh ¿Podrías traerla a la casa? Los señores Kim ya van de camino a su casa, y ya es algo tarde para que ella vaya su casa, enviare a Wang por ustedes, mándame la ubicación— dijo el señor Manobal, para después cortar la llamada.

La pelinegra fue a echarse agua en la cara, pues su rostro estaba rojo. Salió de la habitación y comenzó a poner todas las cosas que había comprado, en orden en una bolsa.

—J-jennie... Wang vendrá por nosotras, acompáñame abajo, por favor— le pidió la pelinegra a la castaña.

La castaña se levantó con lentitud, apagaron la televisión y bajaron a recepción, le entregaron las llaves la señorita que las atendió y salieron de aquel lugar. Pasaron alrededor de 3 minutos, y Wang llegaba a recogerlas. Ambas chicas entraron en el auto. En el camino, la castaña se quedó dormida, se recargo en el hombro de la pelinegra, haciendo que ésta también se recargará.

Wang las observaba desde el retrovisor con una sonrisa. Ambas estaban dormidas, una contra otra. Al pasar los minutos llegaron a la mansión Manobal, bajaron de aquel automóvil ya que Wang las despertó al decirles que habían llegado.

—Oh por dios ¿Qué te pasó en la cara?— dijo la señora Manobal, acercándose a la chica quien tenía el rostro maltratado.

—Es una larga historia— dijo Jennie intentado no hacer larga aquella conversación.

—Jennie, esto fue de imprevisto y no nos dio tiempo de arreglar una habitación para ti. ¿Te molestaría dormir con Lisa?— dijo el señor Manobal.

Jennie negó con un poco de duda, pues no sabía si la pelinegra estaba molesta con ella por lo ocurrido en aquel cuarto de hotel. Los señores Manobal fueron a recostarse a su habitación, pues ellos tendrían un viaje de negocios por la tarde y tenían que descansar. Lisa guío a Jennie hasta su habitación.

—Puedes acostarte en la cama. Yo no tengo sueño— dijo la pelinegra prendiendo su consola.

La castaña se sentó a un lado de la pelinegra, pues tampoco tenía sueño y sería algo aburrido esperar.

—¿Quieres jugar?— le pregunto la pelinegra a la castaña.

—No soy mucho de jugar video juegos... así que no se como jugarlos— dijo la castaña viendo como Lisa jugaba con facilidad.

—Es fácil, ven, siéntate aquí— le dijo la pelinegra palmado un lugar entre sus piernas.

La castaña se sentó con timidez dónde la pelinegra le había dicho. La tailandesa puso el control entre sus manos y las de ella, comenzando a guiarla para así poder derrotar al monstruo final del video juego. Lisa quitó sus manos dejando que Jennie jugará por sí sola. La castaña había logrado aprender a jugar, era muy entretenido.

La castaña se divertía jugando. Sintió un par de manos en su abdomen, su piel se erizó al sentir un aliento en su cuello. Lisa estaba muy cerca de ella. Trago grueso y siguió jugando, pues le faltaba poco para derrotarlo.

—L-lisa~— dijo en un suave susurro. —M-me harás perder—

La pelinegra soltó un gruñido y finalmente junto sus labios contra la piel delicada de su cuello. Dejaba besos húmedos y suaves mordidas que lograban sacarle algunos jadeos a la mayor.

El calor comenzaba a inundar la habitación de la tailandesa. Jennie dejó el video juego de lado y se dio vuelta encontrándose con aquellos lindos ojos color miel. Se sentó sobre su regazo y paso sus manos por el cuello de la pelinegra. Puso sus dedos en la nuca contraria acariciando aquella parte. Se acercó al rostro contrario con lentitud, su respiración estaba un poco acelerada debido a los besos en su cuello. Junto sus labios contra los de la pelinegra en un glorioso beso, finalmente había besado aquellos deseosos labios.

Sus bocas se movían al compás, marcaban un ritmo lento, entre mordidas, lamidas y suaves roses. No sabían cuánto necesitaban aquel beso, hasta que lo probaron. Aquí la pregunta era... ¿Todo esto estaba bien?

La tailandesa se despegó a duras penas de aquel beso, su respiración estaba agitada, le faltaba el aire. Su cuerpo se sentía caliente y sus labios estaban rojos he hinchados. La castaña veía con detenimiento a la pelinegra.

—Lo siento... esto no debía pasar— dijo la pelinegra quitando de su regazo a la castaña. La castaña la veía sin poder entender.

—¿N-no debía pasar?— dijo la castaña tratando de captar que quería decir la tailandesa.

—Lo siento, Jennie— se disculpo la tailandesa, saliendo de aquella habitación.

Salió de la habitación, dejando a una herida castaña. La coreana solo veía un punto fijo. No sabía qué decir o hacer. Simplemente se abrazaba a sí misma.

Tal vez esos sentimientos que estuvo desarrollado, fueron un error, y simplemente no debía tener sentimientos hacia la pelinegra, es su rival, y nada más que eso. No debía de enamorarse de aquellos ojos color miel. Ni de esos labios tan lindos. Ni de aquella voz chillona que tanto le gustaba escuchar.

Iba amaneciendo, y Jennie agradeció a los Manobal por su hospitalidad, salió por aquella puerta sin poder ver a la pelinegra.

Los días pasaron, y Jennie dejó de ver a Lisa por los pasillos de la universidad, solo veía a su hermano, pero ella no estaba. Siguieron pasando los meses, y no volvió a ver a aquella pelinegra que hacía que su corazón se acelerada. Decidió enterrar sus sentimientos por aquella boba tailandesa.

Bangkok.

Hacia ya 7 años desde que se había mudado de Francia a su país natal. Lalisa vivía en Bangkok. Con sus abuelos, ríos y primos. Era el momento ya de regresar a Francia. Pues su padre había fallecido de un paro cardíaco y ella tenía que estar presente en aquel funeral.

Empaco sus cosas en cuanto recibió aquella noticia. Ni tiempo le dio de despedirse una última vez de su padre. Viajo durante varias horas en el primer vuelo a Francia que encontró. Llegó nuevamente a dónde había crecido.

Llegó al funeral de su padre. Se destrozó al ver su rostro sin alguna expresión. Se veía tan tranquilo. Las lágrimas no tardaron en salir. Callo de rodillas aún sin poder creerlo. Su padre ya no estaba con ellos. Ya no estaba con ella.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now