Cap.4

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La pelinegra ignoro las quejas de castaña, volviendo a sentarse a un lado de la pelimorada. Está última estaba en su burbuja, por lo cuál no prestaba atención a su alrededor.

La comida con los Kim había terminado, se retiraron agradeciendo amablemente por la invitación. Pasaron los días, y las bromas y rivalidad entre la pelinegra y la castaña estaba yéndose muy lejos. Disfrutaban de alguna manera, hacer enojar a la contraria.

Era un sábado por la noche, Lisa caminaba por las calles de Francia con tranquilidad, la verdad es que no quería llegar a su casa, ya que sus padres habían hecho una fiesta con todos esos señores "refinados" y malhumorados. Entro a una tienda de conveniencia, tomó una botella de agua, unas cuantas gomitas y un té helado, pago todo lo que iba a consumir y siguió su camino, con calma.

A lo lejos, en un callejón, veía una pareja pelear, el chico discutía con la chica y viceversa, hasta que el chico cruzo la raya y le dio un golpe a la chica en el pómulo, si había algo que la pelinegra no toleraba, era a los machitos cómo el. La pelinegra se acercó con cautela hasta dónde estaba la pareja, el tipo volvió a propinarle un golpe más a la chica, haciendo que su nariz sangre. La pelinegra detuvo el brazo del chico, quien iba a seguir golpeando a la más baja.

—¿Y tú quién eres? Más te vale qué no te metas, idiota— dijo el chico de manera agresiva.

La pelinegra dio un golpe en las costillas del chico, haciendo que este se quejara del dolor y callera al piso, la tailandesa le dio algunas patadas en el estomago y rostro dejando al chico inconsciente. La pelinegra se acercó hasta la chica quién estaba llorando en el pisó.

—Oye ¿Estás bien?— pregunto la tailandesa suavemente.

La chica al reconocer esa voz alzó la mirada, encontrándose con la mirada color miel de Lisa, la tailandesa se sorprendió al ver quien era la chica.

—Kim...— pronunció la tailandesa. Tomó los brazos de la chica y le dio un abrazo, tratando de consolarla, la castaña no dudo en aferrarse a está. —Creí que estarías con tus padres en la fiesta— dijo la tailandesa.

Solo recibió unos sollozos como respuesta, la tailandesa cargó a la castaña, quien parecía un koala, ya que estaba muy aferrada a ella.

—¿Quieres que te lleve a tú casa?— pregunto la tailandesa.

—N-no...— contestó la castaña en un suave susurro.

—¿Te llevó a la mía?— volvió a preguntar.

—No quiero ver a mis padres— dijo la castaña, y es que horas antes había tenido una discusión con ellos, digamos que sus padres son un poco bastante violentos con ella.

La tailandesa suspiro y fue en busca de un hotel, con la castaña en sus brazos. Ha decir verdad, no se sentía incomoda al tener tanta cercanía con la coreana.

Después de caminar alrededor de 10 minutos, encontró un hotel, entró a recepción y pidió una habitación con dos camas, para su desgracia, solamente tenían disponible una habitación con una sola cama. La tailandesa al no ver otra opción, decidió aceptar la habitación.

Tomaron el ascensor, llegaron al piso número 5, dónde se encontraba la habitación, al parecer la castaña se había quedado dormida en sus brazos, ya que su respiración era tranquila. Entró a la habitación y recostó a la castaña en la cama, vio su rostro maltratado.

La tailandesa bajo nuevamente en busca de una farmacia. Compro alcohol, algodón y unas curitas. Al ir de vuelta al hotel, se encontró con un establecimiento de comida rápida que abría las 24 horas del día. Decidió comprar unas hamburguesas, ya que no sabia si la castaña había comido.

Regreso a la habitación del hotel. Se sentó en el sofá qué estaba a un lado de la cama, observando con detenimiento el rostro de la castaña. ¿Quién era ese chico? Se pregunto a sí misma mientras abría el bote del alcohol y sacaba un poco de algodón, comenzó a limpiar el pómulo de la castaña, ya que tenia una leve abertura.

Limpiaba con delicadeza, ya que no quería que la castaña despertara. Una vez terminó, puso una curita con dibujo de un gatito en el pómulo. Tomó un poco más de algodón y comenzó a limpiar la nariz ensangrentada de la castaña, al parecer, se le había hinchado un poco debido al golpe. Terminó de limpiar las heridas de la chica y sonrió al ver su rostro tranquilo.

Habían pasado los minutos, la tailandesa veía la televisión mientras que una castaña iba despertando con un dolor en su pómulo y su hinchada nariz. Abrió sus ojos con lentitud, acostumbrándose a la luz. Una vez pudo abrir bien sus ojos, vio a la pelinegra en el sofá, justo a un lado de ella. La tailandesa al sentir la mirada en ella, volteó hacia la castaña y le dedico una sonrisa.

—¿Cómo te sientes? ¿Te duele mucho?— le pregunto intentando no hacer contacto directo con sus ojos.

—Y-yo... s-si, me duele un poco— contestó la castaña, se sentó en la cama viendo a su alrededor.

—Te quedaste dormida antes de llegar así que... ¿Tienes hambre?— le pregunto ofreciéndole una hamburguesa de las qué había comprado.

La castaña la miró de manera extraña, pues... ¿Era la misma Manobal que conocía?

—Si...gracias— contestó la castaña. Comenzó a comer con lentitud, su pómulo le daba algunas punzadas algo fuertes. Antes de terminar aquel alimento, fue al baño de la habitación viéndose en el espejo.

Observo su rostro. Su nariz estaba hinchada, y su pómulo también, observo la curita que llevaba ¿era eso un gatito? Río ante esto. ¿La pelinegra la había curado mientras dormía? Dio un suspiro y lavó sus manos. Salió del cuarto de baño y se volvió a sentar en la cama, continuo comiendo la hamburguesa que había dejado a medias.

—¿Qué horas son?— pregunto la castaña, pues no llevaba su celular con ella.

—Son las 4 a.m., creó que deberías de dormir un rato más— contestó la tailandesa.

Ha la coreana se le había ido el sueño. La tailandesa comía un paquete de gomitas de gusanito, aquellas jaleas con azúcar eran la debilidad de la pelinegra.

—¿Quieres?— ofreció la pelinegra. La castaña negó rápidamente, su madre no la dejaba comer ese tipo de dulces. Pues decía que solo la haría engordar y no conseguiría un buen marido.

—Lisa... ¿Por qué me ayudaste? Es decir, pudiste suponer qué no pasaba nada e irte— dijo la castaña. La pelinegra la había ayudado sin pensarlo a pesar de que ella siempre se portaba de manera cruel con ella.

—No lo sé. Supongo que no es algo que yo quisiera que me hicieran, y por eso actúe— dijo sin dejar de ver la televisión, las caricaturas eran muy entretenidas.

La castaña veía con detenimiento los gestos de la tailandesa, de vez en cuando hacia pucheros mientras comía esos trozos de dulce, o sus ojos se achacaban debido a que no podía ver bien.

—Lisa— llamó la castaña a la pelinegra.

—Dime— dijo la pelinegra volteando a ver a la castaña.

Lo qué no se esperaba, era que la castaña estaba a sólo unos cuantos centímetros de su rostro, ambas se observaban haciendo contacto directo. La castaña se sentó en el regazo de la pelinegra, está acomodo sus manos en las piernas contrarias. La coreana se acercaba con lentitud a los labios de la tailandesa, y la tailandesa veía con detenimiento los labios contrarios.

Estaban a punto de juntar sus labios. Si no fuera por el celular de la pelinegra que comenzó a sonar, rápidamente se separaron y la castaña fue a recostarse a la cama, tapándose de pies a cabeza.

—He... ¿si? ¿Diga?— contestó la llamada una sonrojada pelinegra. Era su padre.

—Hola hija ¿de casualidad no está Jennie contigo? Sus padres ya intentaron comunicarse con ella, pero no atiende el teléfono— dijo del otro lado de la línea el señor Manobal.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now