Cap.7

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La peliroja subía las escaleras con gran velocidad. Hasta llegar a la habitación dónde se encontraba su madre. Intento abrir la puerta. Está estaba cerrada.

—¡Mamá! Habré la puerta, por favor— pedía la peliroja intentando abrir la puerta sin tener éxito alguno. —Mamá. ¿Me escuchas? Todo va a estar bien. ¿Si? Solo habré la puerta— la peliroja se desesperó al no escuchar respuesta. Comenzó a buscar las llaves de repuesto. Una vez las encontró, se dispuso a abrir la puerta. Entró a la habitación en busca de su madre. No la encontraba por ningún lado. Entró al baño, y su madre estaba en aquel cuarto. En la tina. Y sangre escurriendo de sus muñecas.

La peliroja rápidamente tomó a su madre en brazos. La envolvió en una toalla. Pues a pesar de que tenía ropa. Estaba húmeda. Bajo como pudo por las escaleras.

—¡Entren al auto!— les ordeno la tailandesa.

El par de castaños obedecieron. Iban de camino a el hospital más cercano. Iban lo más rápido qué el acelerador le podía permitir a Lisa. Cinco minutos pasaron para que estuvieran frente a un hospital. Lisa bajo del auto y cargó a su madre nuevamente para entrar a toda prisa a aquel lugar.

—¡Un doctor, por favor!— pidió cómo pudo.

La vista de la peliroja se comenzaba a nublar. Sus piernas fallaban y el aire le faltaba a sus pulmones. Dos enfermeras pusieron a la señora Manobal en una camilla llevándola rápidamente a urgencias. Lisa al ver desaparecer a las enfermeras con su madre, calló al piso.

—¡Lisa!— escuchó con sus últimos segundos de conciencia. Todo se volvió oscuro.

Habían alrededor de 4 horas. Una luz impedía la visión de la peliroja. Sus ojos intentaban acostumbrarse a está. Una vez lo logró. Miro a su alrededor. ¿Una habitación de hospital? Los recuerdos de hace algunas horas llegaron a su mente.

—¡Mamá!— dijo alterada. Intento quitar la vía que tenia en su vena. Quería saber dónde estaba su madre. Por la puerta iba entrando una castaña.

—¡Lalisa! No toques esa vía— le dijo y se acercó hasta ella impidiendo que se la quité.

—Quítate, Kim. Necesitó saber dónde está mi mamá— intentaba quitar a la castaña.

—Lalisa. Ya cálmate. Tú madre está bien, ella está bien— dijo logrando que la peliroja se tranquilizara. —Eres una tonta. Ya te lastimaste— dijo viendo las gotas de sangre que salían de la mano de la peliroja. —ahora vengo— dijo quitándose de encima de la peliroja. Se había subido en su regazo ya que la peliroja no se calmaba.

Antes de que pudiera quitarse, sintió unos brazos rodear su cintura. La tailandesa la estaba abrazando. Y podía jurar que su corazón estaba a punto de salir. No sabía qué hacer, sus manos sudaban. Simplemente correspondió el abrazo. Pues realmente lo necesitaba.

—Lisa, te vas a desangrar si no le hablo a la enfermera— dijo la castaña cariciando el pelo corto de la tailandesa.

La tailandesa la soltó con lentitud. Y la miro directamente a los. Los ojos de la peliroja estaban cristalinos.

—¿Qué pasa? ¿Te duele?— dijo levantándose para ir por la enfermera.

La tailandesa la miro con una sonrisa, y negó. No le dolía en lo más mínimo, quizá sea su mano entumida o la pérdida de sangre. Pero no sentía algún dolor.

—Iré por la enfermera, ahora vuelvo— dijo la castaña sin esperar respuesta.

No paso ni un minuto y la castaña ya estaba con una enfermera en la habitación de hospital. Le quitaron la vía a la tailandesa y curaron la herida que se había ocasionado. La castaña estaba sentada en una silla junto a ella. Una vez la enfermera terminó. Salió de la habitación.

—Y es por eso que debes de dejar tú impulsividad— dijo la castaña en tono burlesco, ganándose un gruñido de parte de la peliroja.

—Jennie— llamo la tailandesa a la castaña.

—¿Si?— dijo la coreana en respuesta.

—Acercate— la castaña la miro raro y se acercó un poco. —Acércate más, quiero decirte algo— la castaña se acercó un poco más. —Eso... un poquito más— dijo la peliroja. La castaña se acercó a tal punto que sus respiraciones chocaban. —Y-yo...—

Justo cuando la tailandesa iba a decir algo, entró una rubia acompañada de la pelinegra y la pelirosa. Haciendo que el par se alejará.

—Lalisa— dijo la rubia lanzándose a los brazos de su amiga. —¿Estás bien? ¿Te duele algo? Eres una idiota, debiste decirme que pasaba— le reclamaba la rubia con lagrimas rodando por sus mejillas.

—Ya, Rosie. Estoy bien. No pasa nada Ardilla— dijo la peliroja acariciando la espalda de su chillona amiga.

—Lamento interrumpir— dijo un doctor entrando. —Señorita Manobal. Qué bien que ya despertó— dijo el señor con una perfecta sonrisa. —Veo que tiene buena compañía— dijo al ver a las chicas en aquella habitación. —Bueno... su madre está fuera de peligro, y ya está estable. Lo que les recomendaría es qué busque ayuda. Se qué acaba de perder al señor Manobal... y es por eso que yo le recomiendo que busque ayuda profesional. Normalmente las personas al sentir la ausencia de un ser querido, se sienten vacías— explico el doctor con calma.

—Entiendo. Muchas gracias por su ayuda, Doctor. Y claro que buscaré ayuda para mi madre. Se que será difícil superar la muerte de papá. Pero espero que con ayuda de mi hermano y la mía, ella pueda superarlo— dijo la peliroja.

—Perfecto. Y hablando de usted... debo decirle qué le hicimos algunos estudios. Debería de comenzar a comer bien, está baja a su peso ideal. Señorita Manobal. Le daré una serie de alimentos que puede ingerir. Espero poder hablar con usted más tarde, a solas— dijo el doctor. —Eso es todo. Con su permiso—

El doctor salió de aquella habitación.

—¿Lo vez? Te dije que tenias que comer más— se quejo su amiga. Haciendo rodar los ojos de la peliroja.

Un trío de chicas se fueron. Dejando a Jennie y a Lisa nuevamente solas. La castaña se estaba quedando dormida en aquella silla. Pues se negó a irse sin qué dieran de alta a la peliroja.

—Jennie— la llamó de manera suave la peliroja. La castaña abrió un poco los ojos, viendo a la peliroja frente a ella. —Ven, acuéstate aquí— le pidió la peliroja a la castaña, haciéndose a un lado para dejar un espacio.

La castaña se levantó adormilada de la silla. Quito las pantuflas que llevaba puestas y se acostó a un lado de la peliroja. Aspiró su olor. Seguía usando el mismo perfume de siempre. La castaña se abrazo a la peliroja, sintiendo su calor. Ambas chicas poco a poco fueron quedándose dormidas. Sus respiraciónes eran tranquilas y suaves.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now