Cap.11

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Los tailandeses comían aquella pizza que tanto les gustaba. Estaban viendo una película de terror. El castaño comía lentamente sin dejar de prestar atención a la película. Eran las 10:30 de la noche. La castaña minutos atrás había ido a darle comida a su madre. Pues ella estaba en su habitación.

La tormenta comenzó a hacerse presente. Las ramas de los árboles daban golpes en las ventanas. Y fuertes truenos caían. El menor de los Manobal se abrazaba a su hermana. Pues le tenía miedo a los rayos.

—¿Quieres acompañarme por Jennie?— pregunto su hermana. Pues sabía que si lo dejaba en casa con esa tormenta, no acabaría muy bien.

El chico asintió levantándose del sofá. Se puso su suéter y esperó a su hermana. Quien salió de su habitación y bajo rápidamente ya con una sudadera puesta.

—Usemos el viejo auto de papá. Nunca lo uso, por lo qué será difícil que descubran de quien es— sugirió el castaño menor.

—Eres un pequeño genio— halago la tailandesa. Tomó las llaves de aquel auto. Un clásico de los 90's. Lo sacaron de la cochera y se dirigieron a la mansión Kim. Eran las 12:26, ya habían llegado a aquel lugar. —Préstame tú celular— pidió la tailandesa a su hermano, este rápidamente se lo dio, tecleo el número y llamó a la castaña.

—¿Hola?— contestó la coreana.

—Más vale que bajes antes de que la tormenta empeore— dijo la peliroja. La castaña se asomo por la ventana, viendo el automovil.

—Enseguida voy— la castaña colgó la llamada. Tomó las dos maletas que había hecho.

No estaba segura si el plan de la peliroja resultaría. Pero si estaba segura de que, haría cualquier cosa que la tailandesa le diga, aunque sea la cosa más absurda posible. La castaña bajo las escaleras con sumó cuidado. Abajo, se encontraba la Kim mayor, quien ya sabía todo sobre el plan.

—Te veré por la mañana, iré a casa de Lisa, y más te vale que me llames cuando esté en la oficina— dijo la pelinegra, abrazo a su hermana y dejo un beso en su frente. —No sabes como extrañare nuestras salidas a los club's nocturnos— dijo la mayor haciendo reír a la castaña.

—Tranquila, Chu. Prometo llamarte todos los días, además, sabes dónde vive Lisa, y te aseguro que si fuera por ella harían pijamada a diario— dijo la castaña escondiéndose en el cuello de su hermana. —Me tengo que ir, Lisa está esperándome—

—Debiste ponerte un suéter. Esta lloviendo Kim— dijo la pelinegra dándole un zape a su hermana.

—¡Oye! No pasa nada— dijo la castaña sobandose. Abrió la puerta, y se encontró con aquella peliroja que tanto amaba.

—Hola— saludo la tailandesa. —¿No traes suéter?— la castaña negó, la tailandesa se quito su suéter y se lo puso a la castaña. Le quedaba realmente grande, pero no se quejaba, pues, tenía el olor de la tailandesa. —Ahora, vamonos— dijo la pelinegra. —Prometo cuidar bien de Jennie—

—Más te vale así sea, Manobal. O te quedas sin hijos— la peliroja se pego internamente en la frente.

—¿Sin hijos?— respondió una castaña confundida.

—Jisoo, que cosas dices— dijo la tailandesa apretando los dientes. La pelinegra rápidamente entendió y esquivo la mirada. —Vamonos—

La pelinegra dio un último beso en la mejilla de su hermanita. La peliroja tomó las maletas de la castaña y las subió a la cajuela. Se subieron al coche y se dirigieron de vuelta a la mansión Manobal, pero por otro camino. Por si intentaban buscar el auto.

—¿Quieren algo de cenar?— pregunto la peliroja.

—Lili ¿Podemos ir por hamburguesas?— pidió el castaño acercándose al asiento de su hermana, pues el iba en la parte de atrás.

—Está bien— dijo la peliroja con una sonrisa. —¿Tú quieres algo, Jen?— la castaña volteó hacia la tailandesa y tomó su mano.

—Si supieras que es lo que quiero— dijo la castaña sonriendo. —Una hamburguesa está bien—

La tailandesa tenia un ligero rojo en sus mejillas. Llegó a un establecimiento de comida rápida, pidió 5 hamburguesas dobles, papas, nugets, y sus postres. Paso a la siguiente ventanilla, pago y le entregaron su pedido. Manejó nuevamente hasta su casa. Una vez llegaron, el castaño se adelanto a entrar a la casa con las cosas. La tailandesa estacionó el auto en la cochera. Solo quedaban ella y la castaña.

—Tengo que hacer esto antes de entrar, porque con Bambam presente no podre— sin esperar una respuesta de la castaña. La tomo de la cadera y la cargó haciendo que se sentará en su regazo. Tomó sus mejillas y junto sus labios. Sus labios se movían en sincronía, sus lenguas se acariciaban y los chasquidos producían tranquilidad. No solo era un beso, se expresaban cuanto se habían extrañado durante todos esos años alejadas. Se decían sin palabras cuanto se aman. Pero aveces el amor no es suficiente para poder estar juntos. ¿Cierto?

—J-jennie— nombro con dificultad la tailandesa. —S-si no paramos Bambam vendrá a buscarnos— dijo la peliroja, poniendo de excusa a su hermano. La castaña rodó los ojos.

—Sinseramente no me importa si viene a buscarnos— la castaña bajo sus besos al cuello de la castaña, dejando una leve marca en su clavícula. Daba besos, lamidas y suaves mordidas.

—J-jennie~— un gemido se le escapo a la tailandesa. La castaña gruñó y quiso subir la camiseta de la peliroja. Pero un Bambam se acercó al auto a tocar la ventana.

Las dos se separaron con rapidez, acomodaron su ropa e intentaron regular su respiración. La peliroja abrió la puerta de el auto. Y la castaña salió con las mejillas totalmente rojas. La tailandesa le siguió y cerró la puerta del auto, tomó la mano de la castaña y entraron a la casa.

El trío de chicos se sentaron en el sofá. La castaña en una esquina, la tailandesa en medio, y el tailandes del otro lado. Comían mientras veían la película. La tailandesa le robaba pequeños besos a la castaña sin que el menor estuviera viendo. Pues sabía que si el chico se daba cuenta le haría un cuestionario sin fin.

La hora de dormir había llegado. La peliroja dejó a su hermano en su respectiva habitación. Dejó un beso en su frente y salió de esta. Tomó la mano de la castaña y fueron hasta su habitación.

—Tú habitación sigue igual— dijo la castaña. Observaba todo con detenimiento.

—Si... digamos qué siempre me gustaba mantener todo en su lugar— dijo la peliroja. —Quiero cambiar mi color de pelo ¿Qué color piensas que me quede bien?—

—Si tan solo supieras que cualquier color que te pongas te hace ver jodidamente caliente— murmuro la castaña en voz baja. Pero no tan baja como para que la peliroja no la escuchara.

—¿Eso crees?— dijo la peliroja con voz ronca cerca de su oído.

La castaña palidecio. No esperaba que la tailandesa la escuchara.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now