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La cena ha sido animada, como la de anoche, aunque esta vez Mae nos ha acompañado todo el tiempo.

Está sentada junto a Jungkook. De vez en cuando se toman de la mano y, ocasionalmente, se dan un ligero beso en los labios. Hacen una pareja de revista: guapos, atractivos y muy sexys. Me pregunto qué habrá querido decir Jungkook con eso de «quédate esta noche, cuando Mae acuda a la habitación».

La cabeza se me ha llenado de ideas que van desde que duerma en el suelo para no desairarla, a que juguemos un Scrabble hasta conciliar el sueño.

Echo de menos a Nayeon, sus caricias y sus besos. El próximo año se largará a la universidad y ya se sabe lo que sucede entonces con las parejas. Si a mi padre no le hubiera entrado esta jodida idea en la cabeza de encerrarme aquí, con quien me hubiera bañado desnudo hoy en un lago hubiera sido con ella y, posiblemente, se hubiera convertido en la primera vez que hiciera el amor.

—Me voy a la cama —digo cuando ya hemos tomado el postre, unas natillas deliciosas.

—¿Por qué no te quedas? —me dice Taehyung—. Podemos ir después a la charca. Allí anidan las luciérnagas.

Hemos hablado de eso esta tarde, y se lo agradezco, pero estoy cansado. Para él una jornada como la de hoy será algo habitual. Para mí... jamás he trabajado tan duro en toda mi vida.

Jungkook me da permiso para retirarme, algo que no esperaba tener que pedir, y Mae me lanza un beso desde lejos.

Me meto en la cama con el bóxer puesto y no me quito la camiseta, para estar presentable por si es cierto que la novia de Jungkook nos hace una visita. ¿Pasará revista por si no tengo ordenada la ropa en el armario, o se asegurará de que mis zapatillas de deporte están limpias? Miro el móvil, está sin batería, y me pregunto si podré sobrevivir dos meses alejado de Instagram y de las noticias de mis amigos.

Solo me despierto cuando oigo las voces apagadas, y es cuando me doy cuenta de que me he quedado dormido.

—Lo-lo siento —murmuro entre velas, sentándome en la cama torpemente.

Junto a la puerta cerrada están Jungkook y Mae, aunque no sé cuánto tiempo llevan ahí. No me prestan atención y se están besando, lo que alternan con algunos murmullos al oído, que le levanta una risa muy seductora a la mujer.

—¿Te hemos despertado? —me pregunta ella, mientras Jungkook le pasa la punta de la lengua por el cuello.

—Yo-yo... —apenas atino a decir.

—Jungkook tenía razón. Estás hecho un hombrecito.

No sé cómo reaccionar. Me sudan las palmas de las manos y siento que el sueño ha desaparecido de un plumazo. Cuando el amigo de mi padre le mete la mano dentro del escote y agarra con firmeza uno de sus sólidos pechos, tengo que tragar saliva.

—Ven —me dice ella con una sonrisa—, no tengas miedo.

Titubeo, pero le obedezco.

Salgo de la cama, temiendo que tropiece con la alfombra, porque no recuerdo haber estado tan nervioso nunca antes en mi vida.

Ella me tiende la mano. Sus ojos brillan con la luz que entra por la ventana, aunque los míos se van al pezón ligeramente erizado que ha escapado de su escote. Es oscuro y grande, y parece duro. Los de Nayeon son pequeños y sonrosados, tan breves que todo el pecho me cabe en la mano.

Cuando llego a su lado, ella me toma la mano, me sonríe, y la lleva justo allí, a la lujuriosa contundencia de su mama, muy despacio, a aquel pecho tierno, denso y excitantemente caliente, mientras sus labios impactan contra los míos.

Un amigo de la familia |KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora