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Cuando al fin nuestros corazones recuperan su frecuencia, Taehyung me tira mis calzoncillos y empieza a vestirse.

Lo observo mientras me coloco los pantalones y busco mi camisa. Tiene un cuerpo precioso. Muy diferente al de Jungkook, pero lleno de belleza. En Taehyung todo es más compacto, como si su baja estatura hubiera comprimido su potencial, agrandando los músculos, volviéndolos más denso. Lo que en Jungkook es sensualidad, en él es evidencia.

Mientras salimos por la puerta del establo pienso en que debo ducharme de nuevo antes de que nadie regrese, porque debo oler a semen y a sexo y, si la lujuria tuviera un aroma particular, me olfatearían a leguas.

—Vamos a bañarnos en el arroyo —parece que mi nuevo amante ha leído mis pensamientos.

Me parece muy buena idea. Si el agua es tan fresca como la del lago me va a venir de maravilla.

—Lo que hemos hecho hoy —me dice por el camino—, era lo que pretendía que hiciéramos ayer, tras la cena, pero Jungkook se me adelantó.

—¿Tú y él..? —por algún motivo no termino la pregunta.

Taehyung tiene unos ojos preciosos, y su forma de mirarme, de adorarme, me genera sensaciones que me gustan tanto como me ponen nervioso.

—Él y yo empezamos al poco de venir a trabajar.

Me los imagino a los dos en la cama. Debe ser una de las cosas más sexys que se pueden contemplar.

—¿Fue él quien dio el primer paso? —me atrevo a preguntar.

Taehyung sonríe, parece que hablar de Jungkook le gusta. Noto cierta fascinación, creo que se parece mucho a la que yo siento por el mismo hombre.

—Lo hubiera dado yo. Ese cabrón me tiene loco desde que apenas levantaba un palmo del suelo y venía a la tienda de mi padre a comprar semillas. ¡La de pajas que me he hecho pensando en él, joder!

Suelta una carcajada que yo acompaño. Su forma desinhibida de contar sus experiencias sexuales me resulta muy íntima, casi entrañable. Yo y mis amigos jamás hablamos de estas cosas. Ni siquiera de las pocas chicas a las que hemos besado.

—¿Y cómo fue? —me da pie a proseguir.

Él suspira. Creo que si le hubiera preguntado a Nayeon qué sintió la primera vez que nos besamos sus ojos no brillarían tanto.

—Yo lo seguía a todas partes y supongo que le lanzaría miradas que no había manera de malinterpretar —me dice—. Una noche, tras la cena, me dijo que me quedara, que quería enseñarme algo. Los chicos se despidieron porque al día siguiente partíamos al valle a llevar a pastar el ganado, y yo me quedé.

—¿Y qué pasó? —noto que mi pulso se acelera. No sé si es la manera que tiene Taehyung de contarlo o que los dos implicados, Jungkook y él, han estado desnudos entre mis brazos, y me hago una idea muy clara de los acontecimientos.

—Cuando lo recuerdo aún me empalmo.

—No hagas que te lo ruegue —le suplico.

Mi amigo se toma su tiempo. El arroyo ya está cerca y escucho el fresco sonido del agua.

—Se sentó en el butacón mientras yo no lograba apartar los ojos de él y —se detiene un instante—, muy, muy despacio, se abrió la portañuela y se sacó el pene.

La boca se me llena de saliva al imaginarlo.

—Joder —se me escapa.

Taehyung sonríe y continúa.

—A mí se me secó la garganta, tengo que reconocerlo. Nunca antes había estado con un hombre, tampoco con una mujer, era un chico de campo enamoriscado de un vaquero. Creo que me temblaban las manos. Cuando vi aquella polla enorme, aún no dura del todo, con esa gruesa vena que la recorre.

Un amigo de la familia |KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora