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Con la caída de la tarde vuelven los muchachos y, cuando los veo aparecer, uno a uno, mi visión sobre ellos se transforma en algo muy distinto.

Aharon me parece suculento, con el mejor culo que he visto y que me saluda nada más entrar, buscando en el frutero una manzana que llevarse a la boca. Lleva el sombrero a la espalda y me pregunto si no será aficionado a eso, a hacerlo de espaldas. Cuando se gira me fijo en su paquete. No sé si son estos jodidos pantalones o que hay algo en el agua de esta finca, pero es tan abultado como los demás, lo que encierra la promesa de un buen pene.

Cuando pasa por mi lado me guiña un ojo y yo le sonrío, pero inmediatamente aparece Jedidiah, y lo hace recolocándose el delicioso manjar que tiene en la entrepierna, lo que provoca que mis ojos se vayan hacia allá. Sus dedos reubican el miembro, que se ve claramente que carga a la derecha y, cuando me fijo, hasta veo el borde marcado del glande en la dura tela vaquera.

Tengo que tragar para que el agua en que se está volviendo mi boca no me ahogue.

Jedidiah es más rudo, y más firme también. Su manera de moverse tiene cierta brusquedad, como si necesitara hacer público que es él quien cabalga.

Pasa por mi lado y me saluda con una palmada en el hombro.

—Te hemos echado de menos, pequeño Jimin.

Sus largos y gruesos dedos me hacen daño, a pesar de ser un golpe cariñoso. Me pregunto cómo debe ser que te monte un tipo así, un salvaje, que seguro es capaz de desgarrarte sin piedad. Y de nuevo tengo que tragar saliva, porque la idea me parece muy deliciosa.

Jedidiah se acerca a su amante y charlan sobre no sé qué problema con el rebaño. Le ha colocado una mano en la nalga, así, como si fuera casual, pero sus dedos trazan círculos, muy despacio, sobre la tela.

Me pregunto cómo no me había dado cuenta antes de que esos dos empapan cada noche sus sábanas de semen, mezclados el de uno con el del otro. Es tan evidente, sobre todo por la forma en que Aharon lo mira, con absoluto arrobo y entrega.

—¿Lo has pasado bien en tu día de libranza?

Quien acaba de entrar es Minho.

Su cabello blanco, así como su barba, pueden llegar a engañar, porque dudo que supere los cuarenta.

Es el más alto de los tres, también el de mayor envergadura de hombros, a pesar de que sus caderas son estrechas y sus nalgas llenan de maravilla el pantalón.

Hoy tiene puesta una camisa blanca, abierta hasta debajo del pecho, y deja ver unos pectorales que son todo un reto a la contención. Consigo apartar mis ojos de esos pezones tostados y oscuros, bordeados de una areola pequeña y consistente.

—He estado paseando —miento descaradamente, a menos que pasear sea un eufemismo de trabajarle el trasero a Taehyung.

Se me planta delante, con los pulgares dentro del cinturón. Muy cerca. Tanto que, si adelanto las caderas, nuestros paquetes se rozarán. ¿Cómo será sentir el tacto de esa polla consistente, que pude ver en el lago, sobre el mío? Imagino que ambos estamos en ropa interior y nos acercamos lentamente... tengo que dejar de pensar porque va a notar cómo lo deseo.

Minho es rabiosamente guapo, y sexy. El pañuelo negro que se ata al cuello está empapado en sudor, así como la zona de la tela debajo de sus brazos.

—¿Conoces las tierras altas? —me pregunta.

—No —atino a decir, porque la revelación que me ha hecho Taehyung provoca que su mera presencia llegue a excitarme.

—¿Montas a caballo?

«Te montaría a ti», suena en mi cabeza.

—Sí, me enseñó mi padre.

Mi respuesta parece complacerle. Me coloca una mano sobre el hombro, mientras sus dedos se desplazan por mi piel, encima de la tela. Son fuertes y enérgicos. Casi imagino su estilo de follar, llevando el control con tanta dureza como cuidado.

—Me gustaría llevarte algún día. Enseñarte un par de cosas.

De nuevo trago saliva. En el lenguaje de estos muchachos, «enseñarte un par de cosas» quiere decir que les vas a comer la polla antes o después.

Agradezco que se vaya, para unirse a la conversación de los otros dos sobre el ganado, porque si permanece un instante más cerca de mí se va a dar cuenta de que el volumen que esconde mi pantalón no es normal.

Cuando los veo juntos, un escalofrío me recorre la espalda.

Hasta hace un rato eran meros vaqueros, tipos rudos que vivían a la intemperie y se entretenían tocando el banyo y cantando canciones añejas.

Ahora son un misterio medio desvelado, casi una promesa, porque si soy lo suficientemente hábil, si actúo con cautela, es posible que alguno de ellos acabe en mi cama, o yo en la de ellos, y que el resto de fantasías que están empezando a anidar en mi cabeza se cumplan.

¿Cómo es posible que hasta hace un par de días no me hayan interesado los chicos y ahora fantasee con todos los que veo? Creo que son las hormonas, y mi profesora de Biología diría que la edad. Me da lo mismo. Quiero follar, follar todo lo que pueda, y parece que en esta finca se puede conseguir con facilidad.

Escucho el batiente de la puerta y cuando miro veo a aparecer a Jungkook.

Si los otros son para comérselos, Jungkook es el postre perfecto. Hoy me parece más guapo que nunca, con el sombrero también caído a la espalda y la camisa enjugada en sudor. Me entran ganas de ir hacia él, quitarle la camisa y llevármela a la boca, pero es solo una fantasía más.

—Veo que has hurgado en mi ropero —me dice, mirándome de arriba abajo.

Creo que me sonrojo.

—No sabía sí...

—Puedes hacerlo —me guiña un ojo—. Tu ropa de ciudad te sería incómoda en un sitio como este. Te sienta bien, y cuando acabe el verano, el trabajo duro habrá logrado que llenes los huecos con músculo.

Asiento, pero no añado nada, porque me está mirando directamente a los ojos, como si me analizara, y eso consigue bloquearme ya que toda mi cabeza se llena de Jungkook.

—¿Has aprovechado el día?

Me entran ganas de decirle que me he follado dos veces a su Taehyung, pero no lo hago.

—He descansado, pero estoy listo para... para hacer lo que me digas.

Entiende la indirecta, y me sonríe muy ligeramente.

—Me voy a duchar antes de cenar. ¿Quieres subir y te cuento mientras me enjabono lo que hemos hecho?

La polla me palpita dentro de los pantalones, y solo atino a asentir.

—Chicos —anuncia el amigo de papá—, Jimin y yo subimos un momento. Nos vemos en nada. ¿Alguien puede ir preparando la cena? Mae llegará en un rato.

Los demás asienten y, mientras nosotros dos subimos por las escaleras, se me ocurre girarme y entonces veo en sus ojos que saben lo que vamos a hacer, lo que Jungkook me hará. Degusto la lujuria de sus miradas, el deseo, incluso la envidia.

Yme parece delicioso, porque ya sé que, con solo insinuarlo, cada uno de esoshombres será mío.

Un amigo de la familia |KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora