8 | El Boceto

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—¡¿Son una banda?! .—pregunté con mis ojos brillando de emoción. Los seis chicos
delante de mí formaron muecas con sus labios y se lanzaron una mirada entre ellos, antes de volverme a ver y negar como si su vida dependiese de esa negación.

—¡Claro que no! .—exclamaron a coro, algunos desesperados y otros más calmados, pero todos negaron con un poco de exaltación. Crucé mis brazos sobre mi pecho y les
eché una miradita a los seis, con una ceja alzada.

Eran las diez y algo de la mañana. Los maestros tenían una junta a esta hora, así que los estudiantes teníamos algunos minutos libres. Decidí pasearme un rato por la escuela antes de volver a clases. Entonces me puse a pensar mis últimos días aquí. Mi vida se estaba volviendo una rutina diaria. Las clases de piano en las que me metieron mis padres me persiguieron hasta acá. Esos dos señores hallaron una forma de que los profesores me impartieran sus conocimientos en línea. Exacto, no me metí en ningún club, pero mis padres quieren que termine el conservatorio y no van a parar de insistir hasta que lo acabe, o sea, cuando me gradúe de la escuela... sí, en ese mismo tiempo.

Me enviaron el piano por correo, y ahora lo tengo a una esquina del dormitorio, más específicamente en mi lado. Fernanda se sorprendió el día en que llegó, pero entendió mi larga y extensa explicación, por lo que no preguntó más y solo me dedicó una sonrisa.

Ay, Dios mío.

Solo son dos añitos más, Ivanna. Dale que sí puedes.

Bueno, el caso es que yo estaba tranquila caminando, y en eso escuché la melodía de una guitarra eléctrica en el interior del auditorio. Creo que ya lo sabían, pero Artick Monkeys es mi grupo favorito y soy una de sus mayores fanáticas. Me encanta el rock y sus diversos ritmos estallantes y candentes. Por eso, mi curiosidad y mi amor por ese género en específico me incitaron a entrar al auditorio y toparme con ciertas personas que jamás me imaginé ver juntas, al menos, no con instrumentos musicales reposando en sus regazos o parados a sus costados.

Jorge, José Daniel, Sebastián, Mateo, Axel y Carlos estaban en el escenario, mirándome con sus ojos abiertos de una sorpresa no muy contenida. Ajá, y ahí me ven conversando con ellos mientras me fantaseaba y soñaba que tocaran canciones de los Monos Árticos, aunque me negaran rotundamente el hecho de que eran una banda.

—Simplemente quedamos en vernos aquí después de clases, es todo. —me explicó Jorge, carraspeando su garganta y desconectado el cable del teclado frente a él.

—¿No como una banda?

Él entrecerró sus ojos—. No, Ivanna.

—Tocamos instrumentos diferentes. —comentó Mateo, con sus típicas expresiones sinceras y amigables—. Jorge y Sebas los teclados, José Daniel y Axel las guitarras, Carlos la batería y yo el bajo.

Miré a Carlos, sorprendida.

—¿Tocas la batería?

Él me observó un momento, pero terminó asintiendo, mostrando su sonrisa egocéntrica.

—Sí, ¿Te gusta eso?

Rodé los ojos.

—Solo me pareció interesante, Carlos. —a veces su actitud era un poco irritante—. Bueno, pero, ¿Qué con eso de que tocan?

Matt suspiró—. Que decidimos experimentar y combinar los instrumentos.

—Eso es lo que haría una banda.

Rumania High SchoolWhere stories live. Discover now