4 | Galería de arte

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Terminé de almorzar y fui en busca de Fernanda a nuestra habitación. Hoy no había venido al comedor porque se sentía ligeramente mal, así que decidió no alimentarse hasta un poco más tarde cuando se sintiera mejor.

En cambio, yo sí fui. Comí junto a Diosito y no me sentí tan sola por eso. Sin embargo, en el camino de regreso, vi una enorme cartelera que colgaba en la puerta de la cafetería, una de la que no me había dado cuenta antes gracias a que tenía tanta hambre que no pensaba en nada más que comer.

La cartelera promocionaba una galería que los estudiantes del club de arte expondrían a las cuatro y media. Abajo de esas palabras, estaba el pequeño conjunto de letras que decía "Hoy no hay clubes!".

Los estudiantes verán si irán o usarán el tiempo libre de la tarde para algo más, pero yo sí necesito ir, aunque no sola. Entiendo bien el idioma y ya no tengo tantos problemas al ubicarme en este castillo, sin embargo quería que Fernanda me acompañara. Sé que será difícil convencerla por su poca convivencia con las demás personas, pero al menos trataré de hacer algo al respecto.

Sí, mi relación con Fernanda había mejorada a tal punto que ella ya me saludaba en las mañanas y a veces íbamos juntas a comer cuando no me quedaba dormida. Puede que no sea la gran cosa, pero para el primer y el segundo día que me ignoró por completo, es un avance.

Casi tumbé la puerta al ingresar y me dejé caer en las suaves colchas de mi cama. Levanté mi cabeza un momento y miré a mi alrededor para ver si había rastro de Fernanda, pero no veía nada que podría significar que ella estuviera aquí. No creo que haya salido, ¿O si?

Cuando me iba a poner de pie para comprobarlo, la puerta del baño se abrió, mostrando a Fernanda del otro lado con una cara no muy convincente. Tenía la nariz levemente roja. Ayer en la noche la había escuchado estornudar varias veces. Eso me preocupó.

—¿Estás bien? .—Le pregunté. Ella solo me miró y asintió sin mucho interés.

—Sí, tengo alergia al polvo y ayer mientras entrenaba esgrima entré en el ático. Ya sabes le que debió pasar después.

Asentí, comprendiendo. Luego formé una sonrisa. Al verla mal, me estaba resignando sobre la idea de llevarla conmigo a la galería de arte, pero ella me dijo que está bien y aparte se ve bien, así que reconsideré la idea sin pensármelo dos veces.

—Oye, ¿Quieres ir a la galería de arte conmigo? Es a las cuatro y hoy no hay clubes porque los estudiantes estarán ahí.

Fernanda se sentó en el borde de su cama y estornudó de nuevo. Tal vez no era una idea tan decente pedirle esto cuando ella ahora debía estar un poco cansada o abatida por esa alergia que le dio de repente. Hice una mueca y empecé a negar con mis manos, de manera muy rápida.

—¿Sabes qué? Mejor...—

—Estoy bien, en serio. —Cortó mis palabras, poniendo su mano enfrente—. Pero que me encuentre bien no significa que quiero ir a esa galería de no sé qué . —Se acostó en su cama y miró el techo, como si fuese lo más interesante de esta habitación. Abrí mi boca con ofensa y me acerqué a ella.

—¡Si estas bien, acompáñame por favor! .—Supliqué—. No quiero ir sola y tú eres la única a quien conozco.

—No. Sabes que no me gustan los lugares donde hay mucha gente.

Rayos, debo hallar una forma de convencerla. Agarré mi mentón con mis dedos, pensando qué podría usar a mi favor para convencer a Fernanda de que me acompañara. Mi mirada recorrió rápidamente el dormitorio, hasta que se detuvo en los dibujos que ella tenía pegados en su pared.

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