2 | Llegada

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No supe cuándo, cómo o por qué, simplemente mi mente analizaba la situación mientras veía a un hombre gigante y corpulento llegar delante de mí y tomar mis cosas para guardarlas en la cajuela de un carro negro. Parecía un gorila o un animal de esos grandes y fuertes.

Antes que nada, sí, le pregunté quién rayos era y en mis adentros estaba preparada para comenzar a gritar si ese señor terminaba siendo un secuestrador o algo así, pero él me calmó y me informó que venía de Rumania High School en nombre de la directora y que él sería el encargado de llevarme al plantel estudiantil, incluso me mostró una placa y un montón de cosas más para ganarse mi confianza.

La verdad, no me lo esperaba. Por un momento se me olvidó que no estaba en uno de esos países donde usan el robo de menores y la extorsión como un pasatiempo más en el diario vivir. Hasta mi bate había sacado para defenderme.

Unas ganas de que esa gente malvada se pudra en el infierno. No pueden ni soportar el calor del ambiente y peor sería el de la llamas de ese lugar. Pero bueno, no da al caso.

—Suba, por favor. —Amablemente, el Gorila me abrió la puerta trasera del carro, dando la apariencia de un guardaespaldas o de esa gente que cuida a la realeza.

Encogí mis hombros e ingresé apegando mi mochila de espalda a mi pecho. Tomé asiento en el lado derecho del carro y me arrimé a la puerta poniéndole seguro, por si acaso se le ocurra abrirse y tirarme en pleno acantilado.

A los segundos el Gorila también subió y se sentó en el asiento de adelante. Se acomodó un poco y comenzó a conducir en silencio, prendiendo la radio a la vez que yo vagaba por mis pensamientos y miraba el paisaje a través de la ventana.

Hice un escándalo y todo antes de venir, pero tenía que admitir que este lugar es hermoso. Los árboles eran enormes y frondosos, rodeados de plantas e infinito pasto verde. Las arquitecturas que se ubicaban alrededor estaban preciosas, como esas que existían en la Edad Media. Las viviendas de las personas parecían esas casitas de duendes que muestran en las películas, pequeñas pero a simple vista acogedoras.

Rebaños de animales pastaban acompañados de campesinos que salían a sembrar o a hacer un último trabajo en sus tierras antes de que la noche cayera completamente.

Miré el cielo, el cual comenzaba a ponerse oscuro y dejaba proyectar la luna que también tenía ganas de aparecer, mientras el sol se ocultaba de fondo y daba un atardecer perfecto para el maravilloso entorno.

Entonces mi celular vibró. Lo saqué de mi mochila y abrí la notificación que sobresalía en la parte superior de la pantalla.

Mom
Hija, ¿Cómo te fue?, ¿Ya llegaste?, ¿Comiste?, ¿Descansaste?, ¿Ya leíste un versículo bíblico?

Puse mis ojos en blanco.

Mi mamá era una excelente madre, pero a veces se preocupaba de más y era un poquito paranoica. Le escribí una corta y breve respuesta, contestándole ese bombardeo de preguntas que me había hecho. Ella así se quedó más tranquila y me dijo que la llamara a la hora que me vaya a la cama.

Sonreí y apagué mi celular para guardarlo, pero en eso me llegó otro mensaje.

Federico
Oye, ¿Ya llegaste? Si es así, ¡ENVÍAME UNA FOTO!

Ese Frederick se pasa de chismoso. Solté un pequeño bufido y tomé algunas fotos al paisaje desde la ventana, para después enviárselas a ese chico y finalmente guardar mi celular.

Claro, el trato era que él también me enviara fotos de New York, pero el condenado todavía no salía del aeropuerto por el ajetreo de personas que iban y venían con equipajes y cosas como esas. A Frederick le había tocado un sitio muy concurrido para estudiar, lo cual era algo difícil por las constantes visitas de gente y su población numerosa. Gracias a Dios en Rumania, o al menos en este pueblo, apenas se ve un corderito caminando.

Rumania High SchoolΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα