Capítulo I: Jensen (Parte 2)

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El grito desesperado de la joven Kathars resonó en el aire estéril del desierto, un lamento crudo que arrancó un suspiro de Jensen

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El grito desesperado de la joven Kathars resonó en el aire estéril del desierto, un lamento crudo que arrancó un suspiro de Jensen. Desde lo alto de su poderoso corcel, la figura de Shaco lo observaba con una serenidad casi siniestra. En respuesta, Jensen descendió de su montura y se dirigió hacia la angustiada chica. Su campeón Aydan y la fiera guerrera Arthisa siguieron su ejemplo, desmontando para mantenerse vigilantes a su espalda.

La voz de la Kathars temblaba en el límite del llanto —¡Por fin! ¡Alguien se dignó a ver a Tao! Llevan horas arrastrándolo y no para de sangrar ¡Y ustedes luciéndose sobre sus caballos como si no valiera nada!

Aydan y Arthisa miraban sin pestañear la situación sorprendidos de que Jensen estuviera actuando por su cuenta, sin los mandatos de Shaco, el rey Izofel II o su madre Venus. Jensen se acercó al joven Kathars, lo miró en el suelo con todo el rostro embarrado en arena y rasmillado por completo, lo ignoró y se acercó a la muchacha. Extendió su mano hacia su mentón, atrapándolo entre sus dedos, paralizando sus palabras en un susurro silencioso. Atrapándola en su mirada, Jensen la besó, un sabor agridulce que la dejó estupefacta.

—Calladita te ves más bonita —murmuró con gravedad, clavando sus ojos verdes en los de ella.

El beso había sido inesperado y su primera experiencia, así que dejó a la Kathars con un sentimiento de desencanto, como si la mano de la diosa Dragh'Nas, le hubiese quitado el aliento.

—Interesante —susurró Arthisa, buscando la atención de Shaco, a lo que él le devolvió una sonrisa amable y juguetona.

El grito de indignación de la mujer rompió el tenso silencio —¡¿Qué te crees?! ¡No Horkan Tharok!

Jensen no se dejó amilanar —Todo en este reino nos pertenece, incluida tú. Tu parloteo resultaba molesto, era hora de que te callara.

El reclamo de la chica se elevó, audaz e imponente como una tempestad —¡El reino no pertenece a sus Reyes, los Reyes se deben al pueblo! ¡Ustedes están para protegernos, no para abusar de nosotros!

Un brillo frío cruzó la mirada de Jensen-

—Parece que necesitas otro recordatorio de tu lugar —advirtió, silenciándola de inmediato.

Los ojos astutos de Shaco evaluaron a los recién llegados.

—¿Quiénes son ustedes? Y ¿Cómo es que están vivos?

—Él es Taurino y mi nombre es Juno... —se apresuró a responder la muchacha, y luego volvió a callarse al cruzar una breve mirada con Jensen.

—¡Levántate! ¡Tu príncipe ha hablado! —gritó Aydan enfurecido, mientras recogía a Taurino desde el ropaje que colgaba en su cuello.

Taurino logró mantenerse en pie, respirando con dificultad. —Somos extractores Dranios, descendientes directos de la antigua estirpe que una vez fue la espina dorsal económica de tu imperio, antes de su famoso teatro. Los mismos que creías extintos. ¡Ustedes nos traicionaron!

Aydan le apretó el cuello, lanzándole al suelo.

—¡No pongas en duda los actos del rey!

El tono de Shaco era glacial.

—Suéltalo, Aydan. No derroches energía. Serán juzgados justamente ante la corte de Los Cuervos. Su destino se decidirá allí.

Jensen golpeó a Taurino con la parte trasera de su espada, con un porrazo tan rápido y conciso, que lo dejó noqueado en un instante. Luego lo tomó y lo subió sobre la montura detrás de Aydan, quedando con la mitad del cuerpo colgando. Tironeó a Juno del brazo y la empujó para que se subiera en su caballo. Desató sus manos y le hizo un gesto para que ella se subiera. Entendiendo la situación ella acató sin decir nada. Cuando ella estaba sentada, se le notó un rostro de complicación. Seguramente pensaba que si se iba cabalgando podría sacar ventaja y arrancar, pero dejaría a su acompañante en el suelo. Eso si es que Arthisa no la atravesaba con su lanza antes. Jensen hizo un sonido con su boca, para indicarle que era su turno y se subió al caballo delante de ella, tomó las manos de la muchacha y las arrastro por su cintura y las ató delante de él.

Shaco, sin embargo, anunció su orden para continuar. El silencio se instauró de nuevo, salvo por el ruido constante que Aydan producía con su boca, una mala costumbre surgida de la sed provocada por las largas expediciones en los desiertos que rodeaban la ciudad. Sin duda, extrañaba desde sus entrañas los bosques y la vegetación húmeda de su querida y amada Anarión, su ciudad natal.  

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Taurino Khyn

Entre máscaras y Cuervos (Re-editando/Re-subiendo)Where stories live. Discover now