Capítulo III: Venus (Parte 2)

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Rodeada por el abrazo etéreo del cielo estrellado, la luna llena bañaba la noche con una luz deslumbrante, un fulgor de majestuosidad inigualable, en todo su esplendor, pintaba con su luz el castillo de Aly-Drania

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Rodeada por el abrazo etéreo del cielo estrellado, la luna llena bañaba la noche con una luz deslumbrante, un fulgor de majestuosidad inigualable, en todo su esplendor, pintaba con su luz el castillo de Aly-Drania. Venus Cleopatra, la reina indomable, yacía en su lecho, sumida en un sueño profundo. Su cuerpo, en reposo, parecía una escultura de mármol delicadamente tallada, su belleza etérea brillando incluso en el abrazo del sueño.

En las profundidades de su sueño, una visión profética la envolvía. Los dioses gemelos Soluna y Fyris danzaban en un vals eterno, sus cuerpos celestiales describiendo un juego de poder y pasión. En su danza, el Águila de las Estrellas desgarraba el cielo con sus alas ardientes, y a su paso dejaba una sombra ominosa que cubría Aly-Drania. La sombra crecía, su avance lento pero inexorable, devorando todo a su paso. El Lobo de las Sombras, sus ojos brillantes con una promesa de caos y devastación, surgía del abismo, su aullido resquebrajando el silencio de la noche.

Despertó con un sobresalto, su corazón retumbando como un tambor de guerra y un sudor frío que recorría su frente. Venus se sentó en la cama, luchando por recobrar su aliento, el eco de la profecía aún resonaba en su mente. Empujando el temor que amenazaba con arrastrarla, decidió que requería consejo. Solo había una persona en quien confiaría un asunto de tal magnitud. Artheo Van Pazzo, su confidente, su aliado... y posiblemente algo más.

Se levantó de la cama, su vestido de seda se deslizó por su piel como una cascada de luna líquida. Iluminada por la luna, buscó a Artheo. Las sombras danzaban en las paredes de piedra del castillo, pero Venus no temía a la oscuridad. La oscuridad era su aliada, su guía, la transportadora de sus sueños proféticos.

Finalmente, localizó a Artheo en sus aposentos. A pesar de la hora tardía, Artheo la recibió con cortesía, aunque su expresión revelaba preocupación.

—Artheo— comenzó Venus —he tenido un sueño, un sueño que presagia desgracias para Aly-Drania—. Le relató sobre el Águila de las Estrellas, la sombra, el Lobo de las Sombras y su aullido inquietante.

La información pareció golpear a Artheo como un martillo de guerra, su rostro perdiendo color ante las implicaciones de la revelación. Pero Venus ella era la reina de Aly-Drania, y haría cualquier cosa para proteger a su gente, incluso si eso significaba desafiar la norma y el orden. Si su religión, la Luz Celestial, exigía un sacrificio, ella estaba dispuesta a ofrecerlo.

Artheo guardó silencio por un momento, su mente procesando la revelación de Venus.

—Nymira... la Hija de Soluna. ¿Crees que ella está detrás de tu sueño, Venus? —La voz de Artheo revelaba una mezcla de temor y respeto hacia los dioses, consciente de que su influencia podía cambiar el destino de un reino entero —.

La luna, espejo celestial, inundaba la habitación con su luz argéntea, envolviendo a Venus Cleopatra en un aura de serenidad deslumbrante. Sus ojos, oscuros y feroces, eran el reflejo de un alma indomable y resuelta.

Entre máscaras y Cuervos (Re-editando/Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora