Capítulo I: Jensen (Parte 3)

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El fragor de las trompetas resonaba en el aire mientras el estruendoso aplauso de la multitud se mezclaba con las risas y exclamaciones de asombro de los niños, quienes se esforzaban por subirse a los caballos

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El fragor de las trompetas resonaba en el aire mientras el estruendoso aplauso de la multitud se mezclaba con las risas y exclamaciones de asombro de los niños, quienes se esforzaban por subirse a los caballos. El cálido sol, reflejado en las puertas de oro macizo que custodiaban la entrada de la ciudad, bañaba la capital con una luz dorada, infundiendo vida a el escudo real tallado en ellas. El emblema Van Athron resplandecía bajo el fulgor del sol, dando la bienvenida a los príncipes. El aroma a hierro y flores llenaba el aire y las manos de las jóvenes campesinas lanzaban pétalos de Cerezid al paso de los príncipes. Shaco, Jensen y sus escuderos cabalgaban bajo este manto de honor y admiración, sintiéndose tan cómodos y seguros como solo podían estar en su propia nación. Arthisa y Aydan cantaban una canción como respuesta de la realeza a los buenos deseos de su gente.

—Aydan —ordenó Shaco, su voz resonando por encima del tumulto—, lleva a los prisioneros a los calabozos. Más tarde los interrogaremos. Arthisa, nos reuniremos después.

Aydan asintió con una reverencia formal, su lealtad desplegándose como un estandarte. Arthisa, sin embargo, respondió con un silencioso asentimiento de cabeza, su rostro siempre reservado.

—Iré a informar a nuestro padre —declaró Shaco, volviéndose hacia Jensen— ¿Vendrás conmigo?

Jensen siguió la mirada de su hermano, su atención capturada por Juno, quien estaba siendo conducida por Aydan y un par de soldados que habían recibido a los Kathars. Las voces en el aire parecían apagarse mientras su mirada se encontraba con la de Juno. Y en el cielo, seis cuervos graznaban sobre el batallón, añadiendo un tono ominoso a la escena.

Bajándose de su caballo, Jensen apenas tuvo tiempo para apoyar un pie en el suelo agrietado cuando Nyah se precipitó hacia él. El alivio y la alegría iluminaban su rostro, pero la preocupación teñía sus palabras.

—¡Sivár Vanar Hyaván! Gatito ¿Cómo estás? —preguntó muy ansiosa—. ¿Cómo te fue? ¿Por qué estás herido?

—Hola Nyah, bien. Gracias por extrañarme. Hablamos más tarde, debo presentarme ante el rey. Ya me atenderán. —respondió Jensen de manera estridente.

—Por la corona... —Dijo Jensen, y alejándose soltó un suspiro agobiante.

—...y la gloria —terminó Nyah, sin ganas.

El compromiso con la familia Elishtan era un asunto de diplomacia con Anarión, más que de afecto, y Jensen lo sabía. Era lo que se esperaba de un príncipe. Así que, por más que Nyah le importase, tuvo que alejarse y seguir a Shaco, dejándola sola en medio de la multitud.

Dos soldados abrieron las compuertas del palacio del rey. Por el lado izquierdo tiraba la puerta una enmascarada lancera alta y delgada con una codiciada armadura blanca con detalles dorados, y un velo celeste, representando la Élite de Mujeres, tan imponente como cualquier hombre bien entrenado. Estas no destacaban por su fuerza, sino por su agilidad. Y por el lado derecho, un guerrero alto y de contextura gruesa, envuelto en una lujosa armadura plateada sosteniendo una pesada espada que empuñaba al cielo cada vez que algún miembro de la realeza entraba al salón del trono. Ambos saludaban erguidos con la frente en alto y denotando destreza. Aly-Drania presumía su poderío militar en todos los detalles posibles. Por esa razón mantenía a ciudades como Hérmone; "la ciudad del druida" y Nepali; "la reina blanca" bajo su vasallaje. Además otras naciones como Anarión y Treno siempre buscaban cómo estrechar lazos de amistad o planes de alianzas para poder asegurar su bienestar militar, político y económico. Había un miedo colectivo a ser atacados por la nación de Luca, que los hacía tomar medidas rápidas sin pensarlas mucho.

Entre máscaras y Cuervos (Re-editando/Re-subiendo)Where stories live. Discover now