Capítulo II: Átrafas (Parte 1)

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Cada anochecer, Átrafas Deffan se encontraba cautivado por la misma vista

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Cada anochecer, Átrafas Deffan se encontraba cautivado por la misma vista. En el balcón del ala oeste del castillo, con la luna llena como único testigo, se encontraba ella, la princesa, Nyah Elishtan. Su cabello era como un río dorado, luminoso como los destellos del sol sobre las hojas en Anarión, desvaneciéndose hasta un intenso púrpura en las puntas, ondeando a merced de la brisa de la noche. Sus ojos, con su heterocromía, tan profundos como el vasto cielo nocturno, estaban fijos en Aly-Drania, la joya pacífica que se extendía bajo ellos. Sus pensamientos eran un enigma, y esa incertidumbre era el néctar que alimentaba la fascinación de Átrafas.

Su contemplación silenciosa terminó allí. Ella sintió su presencia apenas se acercó unos pasos. Poseía unas orejas puntiagudas, que le funcionaban como un sexto sentido, avisándole la aproximación de cualquier ente de ascendencia que no sea la suya; el hermoso, extravagante y ancestral linaje de los Arvith, seres de piel pálida con venas visibles como raíces de árbol, simbolizando su conexión profunda con la naturaleza y su origen vegetal otorgado por Ankoi. Su raza, como la de Aydan, nacía en los bosques de Anarión, en las tierras del oeste, aquellos que gobernaban no solo con fuerza, sino con el poder de la naturaleza.

—Cada cosa tiene su belleza... —Murmuró Átrafas, su mirada deteniéndose un instante en las marcas de venas en la piel de Nyah, símbolo de su conexión con la naturaleza y su origen Arvith—. ...pero no todos pueden verla —retomó Átrafas mientras mordía una rama de Virel, aquella planta que siempre mantenía entre sus dientes, para tener el aliento fresco, y que tenía una fragancia que a Nyah le hacía acordar su infancia, alineándose con su fe en la Melodía Eterna.

—¿Qué es lo que buscas, consejero? —replicó Nyah, su tono afilado como una hoja y tan gélido como el hielo. Pero quitándole con la boca la rama de Virel con sus propios labios —Pocos sabían que el Virel tenía propiedades, capaces de agudizar la percepción y clarificar la mente.

—La catástrofe que tanto te preocupa, a menudo resulta ser menos horrible que la realidad. En un mundo gobernado por La Melodía y sus caprichos, la realidad a menudo se desvanecía en una neblina de posibilidades y misterios.

—Ve al grano, por favor —Nyah sabía que las palabras bien dichas en la boca de un hombre eran más peligrosos que un arma forjada por Arvis Zeratt; "puños de fuego". La decisión de escuchar a Átrafas era una mezcla de desesperación y cálculo. En el juego de poder del reino, donde la magia y la política se entrelazaban, cada elección podía ser el paso hacia un ascenso o una caída. La Melodía, en su complejidad, era un reflejo de estos intrincados juegos de poder.

Sivár Vanar Hyaván —Mal pronunció Átrafas, en un tono más suave y melódico, típico del Arvithi, que significa "Luz y sabiduría en la naturaleza", expresando su intención de claridad y sabiduría en la situación.

—Me siento honrada, por tus intentos. Pero no ensucies mis raíces.

—Tan directa como bella, mi señora. Pues, iré sin rodeos —La luna iluminaba su rostro, revelando cicatrices que narraban historias de traiciones y secretos oscuros—. Si fueses capaz de encontrar la tan preciada corona del rey. Su prometido Jensen, la miraría con otros ojos. —Era una situación delicada, considerando las diferencias culturales y la longevidad de los Arvith. La relación entre un humano y un Arvith, siempre marcada por la brevedad humana en contraste con la eternidad Arvith, pero para la política, no había barreras.

Entre máscaras y Cuervos (Re-editando/Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora