"¿Por qué no los puedes dejar ser felices? Los vivos. Me refiero a...los vivos..."
El Autor miró a La Voz.
"Deben aprender que uno no vive para siempre. Deben aprender a decir adiós. Decir adiós es parte de todo"
La Voz bajó la mirada.
"Es que...ellos...se merecen ser felices, ¿No crees? Esa pequeñita...pobrecita..."
El Autor puso una mano en su hombro.
"También sería lindo para él...sentirse importante. ¿Tú te sentiste importante? La verdad yo no...nadie lloró por mí"
La Voz lo miró, algo triste.
"Yo habría llorado por ti"
El Autor le dedicó una sonrisa.
"Yo habría llorado por ti"
Otra vez ese azul. La Voz amaba el azul.
"Pero ya nos salimos del tema" El Autor acomodó su corbata. Luego el cuello de su camisa. "Es necesario que aprendan. En especial ella, ahora que es joven. Los niños pequeños aprenden más rápido. Además, ¿Cómo estás tan segure de que no han sido felices?"
La Voz no dijo nada por un momento.
"Tendrías que preguntarles directamente. Y aún no podemos hacer eso. ¿Podrías, por favor, confiar en mí? Yo sé que tú casi nunca confías en mí. Sólo por esta vez, te lo ruego"
Cerró los ojos. Se dejó abrazar por El Autor.
"Puedo confiar en ti"
El Autor lloraba. Él nunca lloraba. Al menos no frente a otros.
"Gracias, y perdóname. Apuesto a que sería mejor si yo, simplemente, desapareciera"
La Voz devolvió el abrazo.
"Me gustaría decir que te equivocas"
El llanto aumentó. Y La Voz ni se inmutó. Que sintiera algo del dolor que elle sentía al narrar sus historias.
"Apuesto a que Ellos también me odian, ya sabes, por causar...esto"
"Concuerdo contigo"
Eso era lo que se merecía.
