I Wanna Be Yours | VegasPete

Capítulo 24

Vegas era todo menos... Alguien celoso.

O eso era lo que solían decir los demás, y eso era algo que a Vegas no le interesaba, y ciertamente tenían razón. Después estaba la tensión en su cuerpo por algo que, en sí, admitía en ese momento. Él no se consideraba alguien celoso con sus amantes, sin embargo, ahí estaba, su sangre burbujeaba con una sensación de irritación y deseo de alejar a uno de sus subordinados de su pareja.

Pero él no era celoso. Y su pareja no era un amante casual o aventurero, claro que no, el sureño era lo que una persona con buenos intereses amorosos y formales llamaba "Novio", palabra que le gustaba pensar. El Theerapanyakul no desconfiaba de su pareja, él desconfiaba de los demás, su pareja era alguien que tenía sus costumbres bien definidas y aprendidas, quizás porque nació y vivió gran parte de su vida en su isla natal, o porque sus abuelos fueron los que lo criaron desde que era muy pequeño.

Y Vegas se estaba acostumbrado a devolverle de la misma forma su atención, y si lo pensaba con la cabeza fría, ¿En qué momento se dejó hacer por el sureño? No lo mal entiendan, no era una queja, solo que llevaban algunos meses saliendo y Vegas experimentaba esos sentimientos románticos que creyó nunca hacerlo. ¡Y ahí se encontraba! Tan enamorado, tan perdido, tan... Celoso.

Aunque su mirada estaba asesinando a su subordinado, su atención estaba siendo tentada a centrarla a la hermosa sonrisa que su Pete le dedicaba al guardaespaldas de la familia secundaria, una sonrisa amable pero dulce, diferente a las que le dedicaba a él, y solo así pudo relajar su cuerpo, soltar un suspiro tranquilo y sonreír maravillado; consiente de que solo él tenía las más hermosas y únicas sonrisas.

— Tan enamorado — Dijo la voz aterciopelada de su hermano menor mientras llevaba sus manos hacía su pecho, soltando un suspiro dramáticamente emocionado, el heredero del segundo clan rodó los ojos por ello, pero quiso reír.

— Eres tan dramático, ¿Intentas molestarme? — Preguntó elevando su ceja levemente, cruzando sus brazos con autoridad, por un momento, Macao se arrepentía, pero era su adorado hermano mayor con quién estaba hablando.

— ¿Está funcionando? — Le respondió con inocencia puramente fingida y sus ojos de cachorrito regañado derritió por un momento el renovado corazón del mayor.

— No, esfuérzate más, pequeño diablillo — Respondió resignado, desordenando los cabellos de su hermano menor con cariño, pese a todo, a su frialdad, a su nula demostración de emociones, era como un libro abierto con el menor.

Macao no era alguien tonto y desinteresado, observaba a su alrededor de forma tranquila y silenciosa, y podía ver detalles que le decían las cosas, las sospechaba, pero siempre eran confirmadas, para el menor, era tan raro equivocarse en ello.

Pero observó a su hermano un buen tiempo, sus enojos, sus tristezas, sus luchas para conseguir el orgullo de su padre, sus sonrisas y miradas brillantes, su comportamiento cuando estaba cerca del sureño. Y entendió desde el primer momento en que su hermano mayor llegó a casa con una sonrisa sincera, sus ojos brillaban felizmente, como si hubiera encontrado algún precioso tesoro en su búsqueda de años.

No estaba equivocado con ello, Vegas realmente encontró ese precioso tesoro, deslumbrante y único, tan valioso e incapaz de remplazar. Macao veía a su hermano ser realmente feliz, podía verlo más relajado, sus ojos ya no mostraban ese enojo y tristeza que solía llevar, sus expresiones dejaron de ser tan frías.

Y a pesar de que siempre había sido atento con él, procurando que no le faltara atención alguna y cariño de parte de él, lo sentía algo frío cuando discutía con su padre, Macao trataba de hacer que olvidara ese mal rato, siempre estuvo ahí, buscando alguna conversación para distraerlo, Vegas, aún con su molestia latente en su ser, estuvo presente, prestando su total atención a su hermano menor.