Capítulo 26

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La puerta principal fue cerrada con fuerzas. Max se había marchado y ambos se habían quedado nuevamente solos.

¡Al fin!

El silencio comenzó a parecer realmente reconfortante luego de los estruendosos gritos que había dado Maximiliano. Él nunca debería de haber ido a interrumpir su tranquilidad, pero por cierto lado, Vanesa se sintió completamente agradecida de su intervención.

Tom la había besado inesperadamente y estaba más que claro que no sabía cómo hacerlo. De todas formas, aquello no le sorprendió demasiado.

Sus labios la habían tomado con torpeza, pero sabía que los brackets que llevaba puestos también tenían en parte la culpa. Lo que aún no comprendía bien era por qué Tom lo había hecho.

Quizás simplemente se había visto frustrado de no poder hacer nada contra Max, nada que pudiese defender el orgullo que hacía unos minutos había estado por el suelo. Sabía que tomándola a ella, Max se marcharía herido y desilusionado, se iría derrotado y él por fin podría sentirse bien consigo mismo.

Eso realmente le dolía, porque después de todo Vanesa lo quería.

Tom le gustaba como era y no importaba todo lo que Max pudiese haber dicho, todo lo que los demás pudiesen decir de él. Para ella, Tom seguía siendo el chico más lindo que hubiese conocido, y no recordaba otra persona que le hubiese gustado de aquella manera.

Comprendía que quisiera poder defenderse, pero le molestaba que quizás solo la hubiese utilizado a ella. Quién sabía y realmente había hecho eso solo por querer ayudar, porque deseaba alejarla de Max para que estuviese tranquila. O quizás sí la había besado porque quería hacerlo, porque ella le gustaba igual como a ella le gustaba él. Era sumamente complicado meterse en la cabeza de Tom e imaginar si quiera lo que él podía estar pensando. Él aveces era demasiado extraño. 

Por el contrario, Tom podía ser siempre sincero con ella y nunca dudaba al momento de contarle sus problemas o molestias. Ya no se había vuelto a sentir avergonzado cada vez que lloraba y ella lo veía. Siempre le permitía consolarlo cuando estaba mal, pero había cosas que no podía entender, y una de esas era la razón por la cual en tan poco tiempo se había acercado tanto a ella, por qué confiaba cuando aún se conocían tan poco.

Algo dentro de su cuerpo se removió con fuerzas. Sintió incluso nauseas y dolor de cabeza.

Vanesa tomó un profundo respiro. Los labios de Tom se sentían secos y heridos, el aparato que llevaba en los dientes lo había lastimado, aun así, nunca había probado algo tan delicioso. Era simplemente perfecto, como si estuviese envuelta en una escena de película. Era sumamente agradable besarlo, aunque quizás se sentía únicamente así por los sentimientos involucrados de por medio. Estaba más que claro que Tom no era un gran besador.

Vanesa unió su mirada a la de él mientras sentía su cuerpo completo arder, su estómago cosquilleaba y emitía unos sonidos extraños, como cuando se sentía nerviosa. Eran muchísimas mariposas revoloteando.

Sus labios aún estaban unidos, se rozaban suavemente, y la sensación de tenerlo así la hacía estremecer y sentía cómo sus piernas comenzaban a fallarle de puros nervios. No deseaba apartarse, y lo más grato de todo era que Tom tampoco parecía quererlo.

Anhelaba tenerlo siempre a su lado, besarlo cada vez que su cuerpo lo necesitara sin necesidad de mentir.

Ella no quería fingir ser novios, quería que fuese una realidad.

Ninguno de los dos se atrevió a decir algo, y el corazón de Vanesa triplicó la velocidad de sus latidos cuando sus bocas volvieron a juntarse. Sintió como el metal rozaba sus propios labios y ladeó la cabeza mientras rodeaba el cuello de Tom con ambos brazos para poder ayudarlo.

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