Capítulo 68

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Cuando Tom y Georg entraron a la cabaña temblando de frío, envueltos simplemente en un par de toallas, Michelle y Vanesa ni siquiera los miraron. La pelirroja aún sentía nervios, y estar al lado de Tom luego de lo que había sucedido le hacía comportarse de manera torpe y estúpida. Se avergonzaba y sonrojaba hasta las orejas en todo momento. Debía aprender controlarse.

—Mierda, esta es la peor parte. 

Georg rebuscó entre sus cosas un par de toallas secas para poner en su cabello. Tom estaba serio, sentado sobre su cama dejando que las gotas cayeran desde su cabello y continuaran mojando su cuerpo. Temblaba, pero parecía no importarle.

—¿De qué hablas? —Michelle rompió el silencio.

—Estoy cagándome de frío, ¿no ves? El agua estaba tan caliente que mi cuerpecito completo está enrojecido, y al salir estoy seguro que las gotas se me congelaron encima.

Vanesa, sentada sobre la cama de su amiga, observó hacia abajo encontrándose con el rubio sin reaccionar. Su traje de baño empapado mojaba en suelo de madera, y las toallas con las que hacía el intento de envolverse estaban muy húmedas.

—¿Sucede algo? —Ella se atrevió a interrumpirlo, y no pudo evitar sentirse cohibida cuando la mirada de Georg y Michelle se concentraron en ellos.

Tom reaccionó de inmediato. Se había concentrado en una de sus propias zapatillas en el suelo, sin saber porqué.

—¿Qué? Ah, no, nada, yo...

—Lleva todo el día distraído. —Lo ayudó el castaño, envolviéndose una toalla alrededor de sus caderas para poder cambiarse. Jadeó cuando bajó de golpe su traje de baño—. Dios, se me congeló el culo... y lo otro también.

—Tom —Michelle se recostó sobre la cama, mirando hacia abajo—. Si te quedas así, puedes resfriarte.

—Sí, sí —el rubio asintió y se puso de pie para vestirse. Vanesa lo vio rebuscar entre sus cosas algo que finalmente, no pudo encontrar.

—¿Sucede algo?

—No. Bueno, sí... no, no, olvídalo.

Vanesa intentó disimular su risa, y,tomando su mochila luego de bajarse de la cama de Michelle, sacó de su interior dos toallas secas que sabía Tom necesitaba y en esos momentos no tenía.

—No voy a bañarme, ocúpalas.

Tom dudó unos segundos en tomarlas, pero acabó aceptándolas con una pequeña sonrisa en sus labios y las mejillas sonrojadas. Vanesa ignoró los carraspeos de los otros dos acompañantes y regresó a la cama en donde había estado minutos antes con Michelle.

—Le gustas —susurró ella intentando ser discreta. Vanesa se encogió de hombros, pero internamente estaba sintiéndose completamente en llamas.

Solo quería regresar y contarle todo a Natalie, también podía ver el entusiasmo en la cara de Georg por regresar. Él quería verla, era muy claro ante todos que le gustaba mucho, y ella se alegraba por su amiga.  

—Mierda... —susurró Tom con un tono tembloroso—. No eres al único al que se le congeló el trasero.

Vanesa cerró los ojos, sentía mucho sueño. Se habían dormido bastante temprano, pero había madrugado y no había querido molestar a Tom, por lo que se había quedado despierta a su lado un par de horas, hasta que él por fin dio señales.

Se saludaron en la mañana como si nada hubiese pasado. Tom esperó a que ella se abrigara y al salir, no había resistido a la tentación de abrazarla. Él no quería que Vanesa sintiese vergüenza y por ello fingiera que había olvidado lo que se habían dicho la noche anterior. Todos los presentes se habían dado cuenta de la cercanía poco usual entre ellos. No se quejaba, a pesar de la incomodidad, porque se había sentido bien. Incluso su orgullo había crecido. Su amiga lo quería, ella no lo aborrecía como algunas chicas parecían hacerlo. Eso le hacía bien.

Tom se acarició el cabello húmedo. Notó la diferencia y se dijo a sí mismo que no lo volvería a cortar nunca más como lo había estado haciendo los últimos años.

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