7- Sorpresa

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Al día siguiente, Jorge conducía hacía Global Radio para ver cómo se iban a organizar Silvia y el sobre el trabajo.

Llegó y bajo rápidamente para entrar y preguntar por ella.

—Buenos días, busco a la señorita Navarro. —Mencionó Jorge con una sonrisa encantadora.

—Buenos días, señor ¿Salinas? -pregunto el asistente de Silvia, Flavio.

—Así es, dónde se encuentra.

—En el último piso —señala el elevador— puede subir, lo está esperando —sonrió.

—Gracias.

Jorge subió al elevador y llegó a la oficina de Silvia.

—Hola —dijo Jorge.

—Buenos días, toma asiento por favor.

—Tomo la silla y se sentó cómodamente— Y bueno, como nos vamos a organizar en esto.

—Estuve pensando en algunas estratégias de promoción, serían perfectas para empezar.

—Excelente. —Jorge observaba detenidamente a Silvia, estába realmente linda, su pelo planchado con pequeñas hondas en las puntas, lindos tacones y llevaba un lindo traje blanco con un collar dorado, le resaltaba mucho sus caderas y sus pechos, la hacía verse más formal y jodidamente sexy.

—Bueno, supongo que ya terminaste de escanearme verdad, ahora, que te parece si empezamos a trabajar. —Le dió una pequeña sonrisa seria.

—Eh sí —Un pequeño sonrojo se vio notorio en su rostro—. Bueno, a trabajar.

Después de algunas horas dónde estuvieron hablando de trabajo y empleando estrategias para mejorar ambos negocios, Jorge se tuvo que ir por una llamada de su padre. Llegó a la casa de su papá y entro extrañado.

—Aquí éstoy papá. ¿Que sucede? Me sorprendió que me llamarás en medio del trabajo.

—Jorge hijo —Sonrió contento.
Que mosco le había picado, Pedro Salinas, el amargado y estricto de siempre estaba sonriendo.

—¿Sí? —pregunto confuso.

—Quiero darte está noticia, me voy a casar y quiero presentarte a mi prometida.

¿¡Prometida!? ¿¡Casarse!? Que mierda estába pasando.

—¿Casarte? ¡Tu papá! —bufó

—Sí, ¿Que no te alegra? —dijo el canoso— mañana en la tarde voy a reunir a toda la familia para anunciar está noticia.

—Es extraño. —confesó.

—Que te sorprende, crees que no me puedo casar, aún soy joven, tengo 52 años. En cambio tú hijo, deberías de buscarte una mujer, ya no has vuelto a tener a nadie después de Elizabeth.

—No empezemos con ese tema por favor.
—Jorge rodeo los ojos y le lanzó una mirada seria a su padre.

—¿Que? Te avergüenza saber que no pudiste satisfacer a la pobre mujer y tuvo que ponerte el cuerno para sentirse satisfecha.

—¡Ya! No pienso darte explicaciones
—señalo—, y déjame decirte que yo se satisfacer muy bien a las mujeres, ella era una fácil que solo quería mi dinero.

—Así suelen decir —rió sarcásticamente.

—Adios papá, veo que no podemos mantener una conversación tranquila.

—Pues no podemos ¡Eh! —Jorge salió furioso de la casa— Cuando aprenderá a obdecerme. —Frunció el ceño.

Silvia recibió una llamada de su padre y no dudo en contestar.

-Hola papá.

-¡Hola hija! Cómo estás, como te fué en el negocio.

-Estoy bien papá, y sobre eso, todo bien a excepción de un pequeño detalle que otra vez, no me comentaste.

-¿Que cosa? -dijo su padre.

-Tu me habías dicho que el señor de La Costeña se llamaba Pedro, y resultó apellidarse Salinas, pero lo peor de todo es que, el no era el jefe, si no ¡Su hijo! -exclamó con el ceño fruncido.

-Oh, pensé que aún era Pedro el jefe, y no te dije el apellido por qué de igual ya ibas a saber. -dijo- ¿Pero cuál es el problema Silvia?

-No te das cuenta verdad... -rió nostálgica- Su hijo Jorge Salinas, ese idiota me hizo la vida imposible de pequeña papá, y reecontrarlo siendo socios no fue nada agradable papá.

-¿Te hizo algo? -preguntó enojado.

-Me jodió la vida papá, en la escuela me hizo sufrir tanto, y lo peor nunca te enteraste.

-Pero por qué no lo dijiste en el momento hija.

-Por que era una niña, frágil y débil. -sonrió, y una lágrima recorrió su mejilla.

-No eres débil Silv, tu eres mi niña luchadora, la que siempre ha estado dispuesta a todo, sabes que somos los más afortunados al tenerte como hija, de haber sabido eso, no te hubiera enviado ahí, ¿Quieres que cancelemos?

-¡N-No! Tranquilo, el parece, bueno dice que cambió. Me pido disculpas por todo. -Ojalá fuera tan fácil aceptar sus disculpas.

-¿Estás segura? -exclamó su padre-

-Si papá, además recuerda que tenemos gente que depende de nosotros y esté trabajo es necesario.

-Esta bien hija, cualquier cosa recuerda que nosotros siempre estaremos para ti, por qué te amamos, nuestro gran orgullo.

-Yo también los amo papá. -sonrió- Bueno se está haciendo tarde y parece que va llover, los quiero.

-Nosotros también te queremos a ti hija.

-Adiós.

Silvia termino la llamada.

El deseo en tu miradaWhere stories live. Discover now