9- Sanar el pasado

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—¿Para que me trajiste aquí adentro Jorge? —pregunta Silvia curiosa.

—Tu solo sígueme.

Jorge subió a una habitación donde se encontraban 3 sillones, una mini nevera y una televisión, cerro la puerta para luego sentarse.


—Entonces, para que me trajiste a una sala.

Alzó una ceja y lo vió intrigada.

—Sientate por favor —Silvia se sentó—. Quiero hablar contigo Silvia, arreglar las cosas, quiero sanar el pasado.

—Silvia rió irónicamente— Creo que ahorita no es el momento Jorge.

—Si no es ahora entonces cuando, Silvia.
—La tomo de las manos y la miro— Por favor, necesitamos hablar de esto, si no es ahora no será nunca. —Hace una mueca de incomodidad y saca unas pequeñas botellas de cerveza de la mini nevera. Abre 2 y una se la pasa a Silvia— Toma, para que nos relajemos.

Después de tanta insistencia Silvia por fin accedió a darse la oportunidad de hablar.


—Entonces...—Dice Silvia.

—Jorge suspira pesadamente— Silvia, se que no es suficiente para ti, y lo entiendo, si estuviera en tu lugar tampoco perdonaría algo así, pero... Sinceramente, desde lo más profundo de mi corazón te pido una disculpa, reflexionó y se que estuve mal, te agredí y te hice mucho daño, te pido perdón por todo, perdón por lastimarte.

—Es que Jorge... —Lo mira, sus ojos se llenan de lágrimas que trata de contener—, es que no es tan fácil Jorge. Tuviste mucho tiempo, y nunca te disculpaste, solo quería una disculpa, me la merecía.

—Y te la estoy dando Silvia, era la escuela, eramos pequeños.

—No minimizes eso Jorge, tu te imaginas, más bien, ¿Tienes idea de cuánto sufrí por todo lo que me hacías? Mi vida era un infierno durante esos años, había veces que incluso fingía estar enferma para no ir a la escuela y no tener que soportar tus humillaciones.
—Lagrimas empiezan a brotar de sus mejillas, lo mira con sus ojos verdes llorosos.

—Silvia... —Jorge se siente incómodo y con ganas de llorar al verla tan débil ante esa situación.

—Todos los malditos días que llegaba a mi casa después de la escuela me preguntaba, ¿Que había hecho mal? Por qué me trataban así, siempre me sentía como una mierda, gracias a ti.

—Yo lo sé, y me arrepiento demasiado
—Jorge empezó a sollozar al recordar.

—No puedes destruir la vida de las personas y llegar así derrepente pidiendo que te perdonen.

—No te estoy pidiendo que me perdones así de rápido, solo espero que me des la oportunidad para sanar las cosas, poco a poco, el tiempo todo lo sana Silvia, reconozco mi error y se que estuve jodidamente mal, me arrepiento, me odio por eso, todos los días me lamento por lo que te hice.


—¿Por qué lo hacías? ¿Por qué me odiabas tanto? —preguntó con sus ojos llorosos.

—No te odiaba Silvia, nunca lo hice, simplemente trataba de defenderme. Éso pensaba.

—¿Defenderte? De que, si nunca te hize nada.

—Lo se, lo que pasa es que... Desde que era pequeño mi padre siempre sentía que me despreciaba, nunca tuvo una muestra de afecto por mi, mi madre era la única que me quería. Yo siempre trate de que mi padre me quisiera, pero nunca lo logré, un día me dijo que para que el pudiera estar orgulloso yo debía ser el mejor, que nunca nunca debía dejar que nadie me rebajara, yo debía ser el mejor, el me inculcó que tratar mal a las personas iba ayudarme a nunca perder mi lugar, siempre iba ser el mejor y yo lo hacía, para poder enorgullecerlo, pero nunca fue suficiente.

—Va, te entiendo pero ¿¡Por qué a mí Jorge!?

—Porque antes de que llegarás a la escuela, me enteré de que una niña hija de un gran empresario venía a mí escuela, dónde yo reinaba, yo era el más millonario de ese lugar, y en mi cabeza decía que tu venías a quitarme mi lugar, bajar mi popularidad y hacerme quedar inferior, yo no lo iba permitir.

—Yo nunca quise eso. Si tú eres multimillonario, no millonaria como yo. Nunca quise quitarte nada.

—Lo sé, pero luego también me enteré que estabas molestando a la que era mi novia, y ella me reclamaba y eso me enfado más. Aveces quería disculparme y dejar de hacerte daño, pero no podía, me iba traicionar a mi mismo.


—Y por qué quieres cambiar ahora.


—Ya no soy un niño Silvia, mi madre murió antes de entrar a la preparatoria, la única persona que me quería. Su último deseo fue que yo cambiará como era, y me hiciera mejor persona, se lo prometí, y en eso estaba sanar ésto —Lagrimas descendían lentamente por su rostro—. Fueron muchas sesiones de terapia para poder superar todo, y para poder estar en paz necesito que me perdones, si me perdonas me podre perdonar a mi mismo.


Silvia se quedó callada pensando

—suspiro limpiándose las lágrimas— Está bien Jorge, te perdonó, te daré la oportunidad para que arreglemos las cosas.

—¿Enserio? —sonrió sollozando.

—Si...—sonrió Silvia—, quisiera conocerte más, fuera de todo lo que nos pasó, me pareces que eres una excelente persona, ti novia debe estar muy feliz contigo.

—¿Novia? —preguntó confundido.

—Si —asintió riendo incómoda—, Lizzy, dijiste que era el amor de tu vida.

—Mierda, Lizzy lo recordé. —Tomo sus llaves del auto y se bajo rápidamente— ¡Acompáñame! —Le grito a Silvia.

—¿Que? —Silvia lo siguió rápidamente y subieron al auto.


—Olvide recoger a Lizzy del salón de belleza
—dijo Jorge.

¿Enserio? Cuando nos estábamos poniendo sentimentales, recuerda que dejo plantada a su novia por mi, yo no soy la amante.

—¿Cómo se te puede olvidar Jorge?


—Vamos a recogerla.

Manejo por la ciudad, la noche empezaba a ponerse, y iba apresurado a recojer a su amada Lizzy.


—Llegamos —Bajo del auto—, ¿Me esperas aquí?

—Pues sí —respondió obvia.

Cómo se le ocurre a Jorge traerme en su auto cuando va recojer a su novia. Pensó Silvia preocupada.


Después de momento llegó Jorge con un bolso en la mano.

—Subete mi vida. —La perrita subió en la parte trasera del coche, si fuera cualquier otro animal de seguro no dejaría que se subiera en su coche, pero Lizzy es Lizzy.

—¿Y tu novia? —preguntó Silvia sin mirar atrás.

—Aquí está, saludala. —Dijo Jorge bromeando.

Silvia volteó hacía atrás y estaba una hermosa perrita pequeña con un lindo peinado.

—Ayyy que hermosa. —Chilló Silvia tomando a la perrita— ¿Es de tu novia?

—Jorge rodeo los ojos sonriente— No tengo novia Silvia, ella es Lizzy, mi perrita.

—Ahhh... —Ahora entiendo todo, que vergüenza.



—Bueno, ahora volvamos por qué si no mi padre me va matar por abandonar su querida fiesta.


—Si, vamos. —Dijo acariciando a la tierna cachorrita.

El deseo en tu miradaWhere stories live. Discover now